TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

jueves, 6 de noviembre de 2008

Aprobación de los Estatutos del Camino Neocatecumenal

Religión en Libertad.-
El pasado viernes, el cardenal Stanislaw Rylko entregó a los iniciadores del Camino Neocatecumenal los Estatutos definitivos que regirán la vida de las comunidades que siguen este itinerario de fe. Después de un largo periodo de discernimiento que ha tenido varias fases, la Iglesia madre, con su autoridad recibida del Señor, otorga a esta realidad eclesial un espaldarazo.
Como siempre sucede en el cuerpo vivo de la Iglesia, la ley ha venido a reconocer una vida que ya existía y había dado frutos numerosos, como reconoció el cardenal Rylko: muchas vidas cambiadas profundamente, muchas familias reconstruidas, muchas vocaciones sacerdotales y religiosas, y mucho entusiasmo por la nueva evangelización. Por tanto, para cualquiera que en la Iglesia mire con ojos limpios, la noticia del pasado viernes es motivo de gran alegría. A lo largo de más de cuarenta años la experiencia del Camino se ha ido perfilando y consolidando, siempre dentro del gran cauce de la Iglesia y siempre dispuesta a dejarse corregir por quienes en ella han recibido la misión de discernir los carismas y de asegurar la unidad. Era inevitable que en este proceso surgieran roces e incomprensiones, en los que la debilidad humana (de unos y de otros) y la propia novedad de la experiencia han jugado su papel. Sería estúpido escandalizarse de esto si pensamos en lo que supuso la aparición de las Órdenes mendicantes, de los jesuitas, de los salesianos, o de algunos de los nuevos movimientos surgidos en la segunda mitad del siglo XX. Historias hay para dar y tomar. San Francisco fue tomado por loco y atrabiliario, Santa Teresa denunciada a la Inquisición, a San Juan Bosco se le prohibió administrar los sacramentos en su diócesis de Turín, y al Padre Kentenich y a Don Giussani se les envió piadosamente a estudiar teología allende los mares, mientras se les privaba de la guía de sus respectivos movimientos. Como dijo una vez el cardenal Ratzinger, “si el Espíritu Santo, conforme a las necesidades de los tiempos, crea algo nuevo que en realidad es el regreso a los orígenes puede resultar difícil orientarse y encontrar el conjunto pacífico de la gran comunión de la Iglesia universal”. Así ha sucedido una y mil veces y siempre ha supuesto una ocasión para aquilatar la verdad de cada carisma en el crisol de la obediencia.
Después de no pocos sufrimientos, cuando la experiencia ha sido verdaderamente eclesial, ha salido triunfante de la prueba y ha encontrado un lugar seguro en el gran árbol de la Iglesia. En estos casos nunca está demás recordar a los pastores que su misión no es sofocar el Espíritu sino acompañar y cuidar la vida que crece, todavía frágil y tierna. Pero también a quienes han sido agraciados con un nuevo don del Espíritu hay que recomendarles amigablemente la paciencia, el esfuerzo por explicarse cada vez mejor, y la conciencia humilde de que nacen de la buena tierra de la Iglesia, la misma en la que deben revertir todos sus frutos. En el Camino Neocatecumenal son evidentes tres rasgos que Benedicto XVI ha destacado recientemente como denominador común del conjunto variopinto de los movimientos y nuevas comunidades eclesiales: un sólido itinerario de educación en la fe, entusiasmo misionero y variedad de vocaciones (al sacerdocio, a la vida consagrada y a la familia). Son tres elementos que la autoridad de la Iglesia ha examinado cuidadosamente durante decenios.
Naturalmente, tampoco han faltado sugerencias y orientaciones: en el acto de entrega de los Estatutos, Rylko habló de la necesidad de obedecer a los obispos, del reconocimiento de la misión específica de los sacerdotes y de la fidelidad a los textos litúrgicos de la Iglesia. Son subrayados que todos necesitamos y que los responsables del Camino han acogido con total disponibilidad. Evidentemente, nadie está obligado a pertenecer a las comunidades neocatecumenales, ni siquiera a simpatizar con su estilo, que es uno entre los muchos que componen la gran sinfonía eclesial. Pero cualquier cristiano sencillo y sin prejuicios que otorgue más valor a la sabiduría de la Iglesia que a sus propios gustos y opiniones deberá reconocer que el Papa ha sancionado la validez y utilidad de este Camino, y que por tanto merece toda la confianza frente a los murmullos y quejas que siembran de sal el campo.
En este caso el coro de las invectivas ha tenido una sorprendente variedad de orígenes: desde la progresía que acusa a los neocatecumenales de fundamentalismo romano hasta ciertos campeones de la ortodoxia siempre empeñados en salvar a la Iglesia de sí misma, pasando por gentes del aparato eclesiástico que contemplan con inquietud las "novedades" de los kikos. Tiene gracia (dicho sea con ironía) que mientras se repite hasta la saciedad el raca-raca de que la Iglesia no sabe conectar con el hombre de hoy ni hacerse presente en los ambientes de nuestro mundo, se fustigue a un carisma que ha demostrado su capacidad de hablar a los más alejados, de agregar a los más dispersos y de injertarlos de nuevo en el pueblo de Dios. Pero desgraciadamente, como dijo un gran obispo español, hay algunos que cuando ven brotar una planta prefieren echar alquitrán encima, no sea que desarregle el jardín. Afortunadamente no son ellos los que tienen la última palabra, sino la sabiduría milenaria de la Iglesia, especialmente encarnada en el oficio de Pedro, lugar de la última paz para todo cristiano.
Modificado el ( martes, 24 de junio de 2008 )

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