TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

sábado, 24 de noviembre de 2018

DOMINGO 25 DE NOVIEMBRE DE 2018, 34º DEL TIEMPO ORDINARIO

«TÚ LO DICES: SOY REY. YO PARA ESTO HE NACIDO Y HE VENIDO AL MUNDO»


El ciclo litúrgico se cierra con esta fiesta de Cristo Rey en la que se nos presenta el célebre diálogo entre Pilato y Jesús… Detrás de este diálogo encontramos la terrible soledad en la que muere el Señor: abandonado por cuantos le temían como peligroso rival de sus púlpitos o de sus tronos (los fariseos y Pilato); por quienes le depreciaban desencantados ante un Mesías demasiado poco peleón y agresivo (zelotes); también por quienes le seguían y amaban sinceramente, pero que acabarán huyendo, escondiéndose o renegando (discípulos).
       La Verdad de Jesús, la Verdad de Dios, también tenía un precio duro e incómodo: la soledad. … Jesús no quiso más que dar su vida por la obra del Padre Dios, de la cual vivió y por la cual se desvivió.
       Así lo dice ante Pilato: “para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad”. Se trata… de una verdad que tiene rostro, que tiene voz, que genera verdadera esperanza y gusto por la vida.
El Semblante y la Palabra del Padre Dios es lo que Jesús testimonia, lo que Él nos da como verdad, como camino, como vida. Su Verdad es nuestra verdad, y no la que a veces nos inventamos nosotros...
La verdad de la vida, la verdad del amor, la verdad de la justicia, la verdad de la paz, la verdad de Dios y la del hombre, tienen un único rostro, una única voz, un único nombre: Jesucristo.
Quiera Él ayudarnos a sentar esta verdad en nuestro trono personal y colectivo, y a abrazarla con todas nuestras fuerzas aunque ello nos pudiera ocasionar una pequeña o una grande soledad por los dominadores que usan y abusan de sus mentiras para seguir a toda costa en su poltrona de codicia, de lujuria y de poder.
Sólo la Verdad nos hace libres, sólo el reinado de Jesucristo nos permite desmontar toda esclavitud y vivir como hijos ante Dios y como hermanos ante los demás. 

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm - Arzobispo de Oviedo



ANTE LAS ELECCIONES AL PARLAMENTO ANDALUZ
Nota de los Obispos de las Diócesis de Andalucía



     Con motivo de las elecciones convocadas en la Comunidad autónoma de Andalucía para el próximo día 2 de diciembre, los Obispos de las Diócesis de Andalucía queremos llamar la atención sobre la importancia de participar responsablemente en ellas. Con esa participación se cumple el deber moral que todo ciudadano tiene siempre en la búsqueda y afianzamiento del bien común de la sociedad en que vive.
     Al ofrecer estas orientaciones, en cumplimiento de nuestro deber como pastores del Pueblo de Dios, deseamos prestar un servicio a los católicos y a cuantos quieran escucharnos, sin otra pretensión que ofrecer elementos de juicio a la hora de decidir el voto, del cual depende la consecución del bien común de la sociedad, fundado en los derechos fundamentales de las personas y grupos sociales.
     Tenemos presente que ninguna opción política recoge en sus programas la experiencia de la Iglesia o la totalidad de la Doctrina Social. Habrá que discernir qué programa se acerca más y para ello, en cumplimiento de nuestro deber como pastores del Pueblo de Dios, ofrecemos las presentes orientaciones para aquellos que quieran discernir y formar criterios a la luz de la Doctrina de la Iglesia. Es necesario respetar:

1. EL DERECHO INVIOLABLE A LA VIDA HUMANA.

     Es importante discernir en los programas de los partidos la garantía del derecho a la vida humana, desde su concepción hasta su muerte natural. Esto significa no aceptar la proclamación del aborto y de la eutanasia como un derecho de algunos en detrimento de la vida de los más indefensos.

2. EL RECONOCIMIENTO, LA PROMOCIÓN Y LA AYUDA A LA ESTRUCTURA NATURAL DE LA FAMILIA

     …como unión entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio, y su defensa frente a los intentos de discriminarla con formas diferentes de unión que oscurecen su carácter propio y su papel social insustituible.

3. LA PROTECCIÓN DEL DERECHO DE LOS PADRES A EDUCAR A SUS HIJOS

     según las propias convicciones morales y religiosas, previsto en la Constitución. Hoy es particularmente necesario promover una educación que promueva la búsqueda y el conocimiento de la verdad, así como respetar la libertad de los padres que quieran educar a sus hijos en sus valores morales, sin que se les imponga una visión ética concreta, ni la imposición de la ideología de género.

4. LA DEFENSA Y LA AYUDA A LOS SECTORES MÁS DÉBILES DE NUESTRA SOCIEDAD

     …entre los que se encuentran especialmente los ancianos, las personas que carecen de trabajo o no tienen un trabajo decente, los jóvenes y los inmigrantes. Urge promover las condiciones que hagan posible la productividad, la creación de nuevos puestos de trabajo sin soslayar el sentido de la justicia y de la solidaridad en la contratación laboral. Del mismo modo, es urgente la promoción de una opinión pública y de una legislación respetuosa con la dignidad de los inmigrantes, así como una regulación responsable de los procedimientos para su entrada y para su integración en la sociedad.

5. EL MOMENTO HISTÓRICO NOS PIDE A TODOS CONSTRUIR UNA VIDA SOCIAL MÁS JUSTA Y PACÍFICA.

     Queremos advertir a nuestros fieles de aquellas formaciones políticas cuyos dirigentes se dejan llevar por el populismo y la demagogia sobre nuestra historia. Frente a la fragmentación y confrontación social, se ha de promover el valor humano y social de la reconciliación, el diálogo y la amistad entre las personas, aun cuando no compartan la misma concepción del ordenamiento social, ni profesen las mismas creencias.

6. FINALMENTE

     …no podemos olvidar que, a la hora de emitir el voto, solo se hace posible la edificación de una sociedad más justa y pacífica actuando con inteligencia, libertad y responsabilidad en la búsqueda del bien común, sin olvidar la prioridad por los más desfavorecidos.
     En nuestra oración a Dios, nuestro Señor, encomendamos a todas nuestras familias y comunidades eclesiales que eleven preces al Señor, para que las próximas elecciones regionales en Andalucía contribuyan al bien de nuestra sociedad, fundado en la verdad, la justicia, la libertad y la paz. Así lo pedimos cada día invocando a la Virgen María, Madre de la Iglesia, Reina de la Paz.



domingo, 18 de noviembre de 2018

DOMINGO 18 DE NOVIEMBRE DE 2018, 33º DEL TIEMPO ORDINARIO


«EL CIELO Y LA TIERRA PASARÁN, PERO MIS PALABRAS NO PASARÁN»


“En aquellos días... en aquel tiempo”. Así comienzan la primera y la tercera lectura de la Misa de este domingo, refiriéndose a algo que está por suceder. “Después de la gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán...”. Esta descripción apocalíptica del Evangelio de Marcos, tremenda en sí misma, sería más terrible aún si todo concluyese aquí.
Entonces sí que podrían asustarnos y amedrentarnos los agoreros de calamidades. Pero la palabra última no la tiene el cataclismo, la barbarie, toda suerte (mala en este caso) de injusticias y desmanes que nos presenta la crónica diaria de cada tramo de la historia, porque después de que todo esto suceda todavía quedará una palabra que escuchar.
       El Evangelio de este domingo es un mensaje de esperanza, de invitación a preparar ya ese final esperanzado. Porque tras todas las tinieblas y tribulaciones, después de todos los horrores y los errores de nuestra andadura humana, vendrá el Hijo del hombre para decirnos su palabra eterna, la que hizo todo y la única que no pasará, para devolvernos con fuerza y con ternura la verdad de nuestra vida.
No se trata de temer ese día último como quien teme un final sin piedad, sino de vivir ese final atreviéndonos a ir escuchando ya cada día esa palabra postrera que escucharemos de los labios de Jesucristo. ¿No tiene nuestro mundo necesidad de testigos que escuchen esa palabra, que la testimonien en cada situación y circunstancia?
     Somos llamados los cristianos a anticipar esa hora última, cuando en nosotros se puede escuchar otra palabra capaz de recrear todas las cosas, de hacerlas nuevas otra vez, y no fugazmente sino para siempre ya, cada día. Este es el tiempo cristiano, es el tiempo de Dios.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm – Arzobispo de Oviedo

(Ap 3,20)

NOVIEMBRE   2018

«Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3, 20).

     ¿Cuántas veces oímos llamar a nuestra puerta? Puede ser el cartero, el vecino o un amigo de nuestro hijo, pero también un desconocido… ¿Qué querrá? ¿Será prudente abrir y dejar entrar en casa a alguien que no conocemos bien? Esta Palabra de Dios, sacada del libro del Apocalipsis, nos invita a acoger a un huésped inesperado.
     El autor de este libro tan instructivo para los cristianos habla aquí a la antigua Iglesia de Laodicea en nombre del Señor Jesús, muerto y resucitado por amor a toda criatura humana. Habla con la autoridad que emana de este amor; alaba, corrige, invita a acoger la ayuda potente que el Señor mismo se prepara a ofrecer a esta comunidad de creyentes, siempre que estén disponibles a reconocer su voz y «abrirle la puerta».

«Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo».

     Hoy como entonces, se invita a toda la comunidad cristiana a superar miedos, divisiones y falsas certezas para acoger la venida de Jesús. Él se presenta cada día con distintos «atuendos»: los sufrimientos cotidianos, las dificultades que implica el ser coherente, los retos que nos plantean las opciones importantes de la vida, pero sobre todo el rostro del hermano o de la hermana que se cruzan en nuestro camino.
     Es también una invitación personal a «pararnos» con Jesús en un rato de intimidad, como con un amigo, en el silencio del atardecer, sentados a la misma mesa: el momento más propicio para un diálogo que requiere escucha y apertura.Acallar los ruidos es la condición para reconocer y oír su voz,su Espíritu, el único capaz de desbloquear nuestros miedos y hacer que abramos la puerta del corazón.
     Chiara Lubich cuenta una experiencia suya: «Hay que hacer que todo calle en nosotros para descubrir en nuestro interior la Voz del Espíritu. Y hay que extraer esta Voz como se saca un diamante del fango: pulirla, exponerla y ofrecerla en el momento oportuno, porque es amor, y el amor hay que darlo: es como el fuego que, en contacto con paja y otras cosas, arde; de lo contrario se apaga. El amor debe crecer en nosotros y propagarse»[1].
     Dice el papa Francisco: «El Espíritu Santo es un don. […] Entra en nosotros y hace fructificar para que podamos darlo a los demás. […] Es propio del Espíritu Santo, por tanto, descentrarse de nuestro yo para abrirse al “nosotros” de la comunidad: recibir para dar. No estamos nosotros en el centro: nosotros somos un instrumento de ese don para los demás»[2].

«Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo».

     Por el amor recíproco propio del Evangelio, los cristianos, como Él y con Él, pueden ser testigos, también en nuestros días, de esta presencia de Dios en los avatares de la historia.
     En pleno flujo migratorio en zonas fronterizas, hay quienes oyen llamar a su puerta. Delia nos cuenta: «Un caluroso domingo por la tarde vi sentadas en la acera delante de mi bar a un grupo de madres con sus hijos llorando de hambre. Las invité a entrar y les expliqué que iba a dar de comer gratis a los niños. Las madres sentían vergüenza porque no tenían dinero, pero insistí y aceptaron. Se corrió la voz, y hoy se ha convertido en el bar de los migrantes, musulmanes en su mayoría. Muchos me llaman «Mamá África». Mi clientela de antes se ha ido perdiendo poco a poco, así que la zona dedicada a que jugasen los ancianos se ha convertido en la sala de los niños, donde pueden pintar y jugar, con un pequeño cambiador para mudar a los recién nacidos y aliviar un poco a las madres; o también se transforma en clase para enseñar italiano. Lo mío no ha sido una opción, sino la exigencia de no mirar para otro lado. Gracias a los migrantes he conocido a muchas personas y asociaciones que me financian y me ayudan a seguir adelante. Si me viese ahora en las mismas, volvería a hacerlo. ¡A mí lo que me importa es dar!»[3].
     Todos estamos invitados a acoger al Señor que llama, para salir junto con Él al encuentro de quienes tenemos cerca. Será el Señor mismo quien se abra paso en nuestra vida con su presencia.

Leticia Magri

[1] C. Lubich, «Lo Spirito Santo è l’Amore», 12 de septiembre de 1949, en Collegamento CH, junio 2006.
[2] FranciscoAudiencia general, Roma 6-6-2018.
[3] Città Nuova Online, 7-3-2018; Collegamento CH, 16-6-2018.


sábado, 10 de noviembre de 2018

DOMINGO 11 DE NOVIEMBRE DE 2018, 32º DEL TIEMPO ORDINARIO

«ESTA VIUDA POBRE HA ECHADO EN LAS OFRENDAS MÁS QUE NADIE…»



     Jesús observa lo que está ocurriendo en los aledaños del Templo de Jerusalén, y hace de su observación una hermosa enseñanza. Ante sus ojos aparecen los letrados y fariseos, esa gente importante, reconocida y mandamás, autorizadísimos por sus propias leyes, que iban y venían al Templo dándose una importancia arrogante. Jesús señala… también el abuso injusto que ellos practicaban aprovechándose de las capas más bajas de aquella sociedad, como eran las viudas.
     Y junto a este grupo… el Señor observa precisamente a una viuda que llega al Templo sin alarde ni presunción, y allí frente al cepillo ella contrastaba con otra gente rica y principal que echaba en abundancia. Aquella pobre mujer no: tan sólo echó dos reales.
 … Jesús la vio, y la ensalzó hasta el punto de colocarla como ejemplo. Exactamente igual que vio a los letrados y los puso de contraejemplo. Nada escapa a la mirada de Dios.
    ¿Qué es lo que Jesús vio en esta viuda? Que lo había dado todo. Por poco que fuera, eso era cuanto tenía. El premio de esta mujer estaba en la paz y en la falta total de agobio asfixiante, de zozobra angustiosa, porque vivía en la libertad de quien nada tiene que defender porque todo lo ha entregado ya. Curiosamente, los que viven así tienen esa felicidad que imposiblemente pretenden alcanzar aquellos que se resisten a darlo todo. Y aquí resalta la paradoja evangélica: quien entrega, tiene, quien retiene se quedará sin nada.
     Darlo todo, gratuitamente, como gratis lo hemos recibido,y también nosotros experimentaremos que las promesas de Jesús no son vacías. Somos lo que somos ante Dios y nada más.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm – Arzobispo de Oviedo


viernes, 9 de noviembre de 2018

REFLEXIONES PARA LA ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA

OCTUBRE/NOVBRE: Eucaristía y Doctrina Social de la Iglesia



  La comunidad política

     Muchos de entre nosotros al oír el término “política” fruncen el ceño, aunque sea interiormente. Para algunos alardear de “a-políticos” es casi un timbre de gloria. Y es verdad que no conviene mezclar la acción apostólica con tomas de posición partidistas en lo político, la militancia en asociaciones de carácter religioso y la militancia en la actividad política profesionalmente asumida, al detentar cargos políticos. También acepto que hemos conocido años en que la política partidista quería infiltrarse en toda la vida humana y manipularla por completo al servicio de sus propios fines. No menos que los altos niveles de corrupción en la “gente de la política” ha suscitado un justificable rechazo y pérdida de confianza en los políticos. No obstante, la política no debe confundirse o reducirse a la militancia en partidos políticos o el desempeño de cargos públicos.
     Dios no ha querido sólo a los seres humanos aislados, ni simplemente agrupados en familias, ha favorecido la tendencia entre ellos a la sociedad, a una agregación más amplia en ciudades y estados, formando comunidades políticas. Dios se presenta como el fundamento último dela “autoridad” por ser el Creador y Conservador del ser humano y del cosmos. El mismo Dios en David elige un rey para su Pueblo, aunque estas autoridades humanas no den la talla para representar el cuidado de Dios sobre sus criaturas. Cristo, como los profetas, ha censurado las conductas egoístas y corruptas de las autoridades de su tiempo, pero se sometió a su autoridad pese a todo, aunque esto le costó la vida. Esta misma conducta observamos en las primeras comunidades cristianas, aun en tiempo de persecuciones: crítica de mal gobierno, rechazo delas leyes injustas, pero respeto de las autoridades en cuanto tales, en el ejercicio de su función y oración por ellas.
     La Biblia y la Historia Sagrada nos muestran claramente cómo la comunidad política de los seres humanos y su estructuración en instituciones y magistraturas es algo querido por Dios, aun a sabiendas del daño que el pecado podía hacer infiltrado en estas realidades y fuerzas políticas. ¿Por qué? Porque la convivencia social de los seres humanos y el ejercicio del servicio público dentro de ella de diversas magistraturas es algo bueno para el bien común y para el desarrollo armónico de los seres humanos. Dios que es Trinidad de Personas en la unidad dela Naturaleza Divina y que nos ha creado para vivir y participar personalmente de esa Naturaleza, para que Él lo sea “todo en todos”, ¿cómo no va a querer que animados por su amor y amistad y guiados por su espíritu participemos ya aquí, en figura, de la harmoniosa comunión y bondadosa jerarquización de su Misterio Trinitario? Esto lo alcanzamos en el plano natural a través de la sociedad política y en el sobrenatural mediante la Iglesia. Ambos planos son autónomos pero persiguen un mismo fin y están llamados a conjugarse y armonizarse por el bien delos seres humanos y su destino.
     En el orden natural toda autoridad ha de regirse por el bien moral y orientar sus esfuerzos al bien común. Las diversas personas que integran la sociedad merecen el pleno respeto de estas autoridades, particularmente han de respetar el campo de sus convicciones morales y religiosas con el único límite del bien común. Los sujetos por ello han de poder ejercer su libertad religiosa y de conciencia e incluso poder excluirse del cumplimiento de ciertos requerimientos de la autoridad en base a su derecho a la objeción de conciencia que no representa un rechazo ni dela autoridad constituida ni de la cooperación al bien común. Lo mismo se puede decir del más radical derecho de resistencia ante autoridades que violen reiterada y gravemente la Ley Natural, siempre desde la proporcionalidad y evitando toda violencia gratuita.
     Entre los sistemas de organización de la Sociedad Civil hoy se suele preferir el democrático; en buena medida, apoyados en la experiencia histórica de los pueblos y contemplando los riesgos añadidos de otras formas de organización política, que han derivado frecuentemente en graves atropellos de los derechos de las personas y fomentado terribles conflictos entre las naciones. No obstante, ningún sistema político nos puede satisfacer plenamente ni se pueden excluir, por sistema, ninguno que se funde en el orden moral y persiga alcanzar el bien común.
     Pero para los que vivimos en sistemas llamados democráticos conviene tener presente que ya los griegos señalaban que el gran mal de la democracia era degenerar en demagogia, al mismo tiempo que nos recordaban que para mantener sana una democracia era preciso cuidar mucho en los ciudadanos la virtud cívica. A esto podemos añadir que la base y garantía de la democracia no está en la comunidad política, sino en la sociedad civil. El escrupuloso respeto a cada nivel del principio de subsidiariedad y el estímulo de la vitalidad de los diversos cuerpos intermedios. La política al servicio de la sociedad, no de la ingeniería social, que usa la política y sus recursos de poder para imponer a la entera sociedad las ideas de unos pocos hábilmente infiltrados en los entresijos del poder político. La “politización” lleva a la “burocratización” de la vida social y esto a costes cada vez más insoportables de la “cosa pública” que se traducen en cargas fiscales y endeudamiento.

     La religión

… se ha considerado durante siglos un factor que dignificaba el tejido social, que ayudaba a hacer más virtuosas a las personas, más responsables, más solidarias y generosas y por eso durante milenios los poderes públicos han favorecido la religión, en general o, las más de las veces, la mayoritaria o la que profesaban las autoridades. La maduración del valor de la persona humana y del respeto de su libertad de conciencia ha llevado a que los sistemas democráticos, principalmente, respetasen la libertad religiosa de los súbditos, incluso su opción por no profesar religión alguna, pero favoreciesen las relaciones de cooperación con las confesiones religiosas como algo bueno para la sociedad y sus principios comunes, incluso favoreciendo las peculiares relaciones de especial colaboración con la confesión mayoritaria en la sociedad o que más hubiese influido en la configuración de la cultura de la propia sociedad civil.

     Los Totalitarismos del siglo XX

apoyados en principios laicistas de las corrientes críticas y revolucionarias del siglo anterior, se mostraron contrarios a la religión como realidad pública, tolerándola tan sólo en nivel privado de la vida. Estos planteamientos han rebrotado en las últimas décadas en el mundo entero. Difícil es no ver en ello la acción de grupos de presión ideológica que actúan mundialmente. Pero la neutralidad política que plantean entre creencia e increencia, con su “laicidad del Estado”, no es tal, es una apuesta por el laicismo de Estado, que es algo muy distinto al Estado aconfesional. Es una camuflada versión del ateísmo de Estado y cuyos instrumentos son las políticas “sociales” (entendiendo por ellas no las de búsqueda de la justicia social o la redistribución equitativa de las rentas, sino las que buscan la destrucción del orden moral cristiano e incluso natural), el control de los medios de comunicación y de las políticas culturales y el monopolio estatal de la educación gratuita o accesible económicamente.

     La vida eucarística

alimenta la vida moral y el compromiso social cristiano. La adoración reconstruye, particularmente, la armonía de nuestras relaciones con Dios y con los hermanos. Un adorador no puede ser un “pasota” ante la cosa pública. Con el Magisterio de la Iglesia tenemos que cultivarnos espiritualmente y también formarnos, en lo moral y en lo doctrinal. Hemos de redescubrir la dimensión moral y de caridad cristiana del compromiso político, principalmente por medio de la reivindicación, organización y actuación desde la sociedad civil, pero sin excluir responsables compromisos en la actividad política, en los partidos y en los cargos públicos. Tenemos una especial responsabilidad en nuestros largos tiempos de oración silenciosa, litúrgica o devocional, de orar por las autoridades y magistrados de la sociedad, para que sean honestos y procuren el bien común.


Preguntas para el diálogo y la meditación.

¿Cumplimos con nuestro deber de orar por las autoridades políticas de nuestro Estado? ¿Lo hacemos conscientes de la eficacia de la oración?

   ¿Qué iniciativas tomamos a partir de la meditación del Evangelio y de la participación y adoración de la Eucaristía para revitalizar el protagonismo de la Sociedad Civil y de la Iglesia Católica y sus asociaciones en nuestro país? ¿Qué más podemos hacer?

  ¿Hasta qué punto tomamos en serio nuestra responsabilidad de participar en las elecciones y de realizar nuestras opciones desde los principios evangélicos y la enseñanza social de la Iglesia? ¿Qué podemos hacer para mejorar en esto?