TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

domingo, 25 de abril de 2021

sábado, 24 de abril de 2021

DOMINGO 25 DE ABRIL DE 2021, 4º DE PASCUA - JORNADA DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

« YO CONOZCO A MIS OVEJAS Y ELLAS ME CONOCEN »

     Domingo del buen pastor que cuida de cada uno de nosotros si le dejamos ser nuestro Buen Pastor. Domingo para meditar si el Señor es el que pastorea mi vida. Si le dejo cuidar de mi vocación, pues aunque vaya por valles de tinieblas... Tu vara y tu cayado me sosiegan.

 

       Mi vida le pertenece al Señor. En la vida y en la muerte somos del pastor bueno. Existe la vocación a la santidad cuando nos ponemos en sus manos, con una infinita confianza y sabemos que nada ni nadie nos podrá quitar el amor de Jesús.

     Ser de Dios no siendo de uno mismo, es dejarse conducir por el Amor de los amores. Un pastor que nunca nos deja a la intemperie cuando viene el lobo, sino que nos defiende para que los lobos no hagan estragos. Es siempre dejarse cuidar para que el Señor nos conduzca a fuentes Tranquilas y repare nuestras fuerzas.

     Volver al rebaño de su corazón, es tener como el buen pastor una vida entregada. Es saber de qué nada ni nadie nos podrá quitar el amor de Jesús, y es sembrar por todas parte el buen olor de Cristo, ser pastores que huelen a oveja y sembrar los caminos de la vida de un amor vencedor en mil  batallas.

  

+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo

                                                        Primado de España

(Jn 10, 11)

ABRIL 2021

 

«Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas» (Jn 10, 11).

 

     Las imágenes de la cultura bíblica, con el ritmo tranquilo de la vida nómada y el pastoreo, parecen alejadas de nuestra exigencia diaria de eficiencia y competitividad. Y sin embargo, a veces también hoy sentimos la necesidad de pararnos, de un lugar donde descansar, de encontrarnos con alguien que nos acoja tal como somos.

   Jesús se presenta como aquel que está más dispuesto que ningún otro a acogernos, a confortarnos, incluso a dar la vida por cada uno de nosotros. En el largo pasaje del Evangelio de Juan del que está sacada esta Palabra de vida, Jesús nos asegura que Él es la presencia de Dios en la historia de cada persona, como prometió a Israel por boca de los profetas (cf. Ez 34, 24-31).

     Jesús es el pastor, el guía que conoce y ama a sus ovejas, es decir, a su pueblo cansado y a veces desorientado. No es un extraño que ignora las necesidades del rebaño, ni un ladrón que viene a robar, o un bandido que mata o dispersa, y tampoco un mercenario, que solo actúa por interés.

«Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas».

     El rebaño que Jesús siente como suyo lo forman ciertamente sus discípulos, todos los que han recibido el don del bautismo, pero no solo ellos. Él conoce a cada criatura humana, la llama por su nombre y cuida de cada uno con ternura.

     Él es el verdadero pastor, que no solo nos guía hacia la vida, no solo viene a buscarnos cada vez que nos extraviamos (cf. Lc 15, 3-7; Mt 18, 12-14), sino que ya dio la vida para cumplir la voluntad del Padre, que es la plena comunión personal con Él y la reconquista de la fraternidad entre nosotros, herida de muerte por el pecado.

     Cada uno puede tratar de reconocer la voz de Dios; oír su palabra, que le dirige personalmente, y seguirla con confianza. Sobre todo podemos tener la certeza de que quien nos ama, nos comprende y nos perdona incondicionalmente es aquel que nos asegura:

«Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas».

     Cuando experimentamos, al menos un poco, esta presencia silenciosa pero poderosa en nuestra vida, se enciende en el corazón el deseo de compartirla, de acrecentar nuestra capacidad de cuidar y acoger a los demás. A ejemplo de Jesús, podemos tratar de conocer mejor a las personas de la familia, al compañero de trabajo o a los vecinos, y dejar que las exigencias de quienes tenemos cerca nos saquen de nuestra comodidad.

   Podemos desarrollar la inventiva del amor, involucrando a otros y dejándonos involucrar. A pequeña escala, podemos contribuir a construir comunidades fraternas y abiertas, capaces de acompañar con paciencia y resolución el camino de muchas personas.

   Meditando sobre esta misma frase del Evangelio, Chiara Lubich escribió: «Jesús dirá abiertamente de sí mismo: "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Y Él lleva hasta el final su ofrecimiento. Su amor es un amor oblativo, es decir, un amor dispuesto efectivamente a ofrecerse, a dar la vida. [...] Dios nos pide también a nosotros [...] actos de amor que tengan la medida de su amor, al menos en la intención y en la decisión. [...] Solo un amor así es un amor cristiano: no un amor cualquiera, no una pátina de amor, sino un amor tan grande que pone en juego la vida. [...] De este modo nuestra vida de cristianos dará un salto de calidad, un gran salto de calidad. Y entonces veremos reunirse en torno a Jesús, atraídos por su voz, a hombres y mujeres de todos los rincones de la tierra»[1].

Leticia Magri



[1] C. LUBICH, Palabra de vida, abril 1997, en EAD., Palabras de vida/2 (1991-2006), Ciudad Nueva, Madrid 2021, pp. xx


lunes, 19 de abril de 2021

NOTA DE PRENSA SOBRE LA APROBACIÓN DE LA LEY CONTRA LA VIOLENCIA A LA INFANCIA



Sobre la Ley

    Aprobada en el Congreso de los diputados la Ley contra la violencia a la infancia (16-04-2021). Es una buena noticia que el Congreso se haga eco de una problemática que afecta a la sociedad española.

   En el ámbito del debate parlamentario, la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, señaló a la Iglesia como cómplice de esos abusos por encubrimiento. Es una acusación gravemente injusta que pretende ensuciar la actividad de millones de personas durante décadas y que no se corresponde en absoluto con la verdad.

  Estudios independientes recientes han puesto de manifiesto la gravedad de este problema en nuestro país. Esos estudios han señalado que el 0,2% de los casos se han dado en actividades religiosas, algo que siendo para nosotros grave, pone en su magnitud las dimensiones del problema y señala los entornos en los que se producen mayoritariamente los abusos, que deben tener especial atención y protección.


La Iglesia y su compromiso con la protección de menores

   La Iglesia católica inició ya en 2002 un largo proceso de actualización de sus protocolos y su código de derecho especialmente en cuestiones de prescripción de esos delitos y de prevención de abusos en el presente y en el futuro, aspectos que ahora incorpora la legislación española. Desde aquel año se han desarrollado protocolos y entornos seguros para los menores en los lugares en los que la Iglesia realiza su actividad. Las congregaciones religiosas han desplegado un importante número de iniciativas para atender de manera segura a los menores y también la Iglesia diocesana está recorriendo ese camino y han habilitado oficinas de protección a los menores y prevención de abusos en todas las diócesis españolas.

     Como parte de su misión, la Iglesia está firmemente comprometida en la promoción integral de los menores y desarrolla miles de iniciativas cada año que buscan formarlos en valores tan relevantes como la solidaridad, el respeto a la diferencia, el servicio al bien común o el cuidado del entorno según los principios del humanismo cristiano.

   En este fin trabajan miles de laicos, sacerdotes y religiosos con esfuerzo, capacitación, dedicación y responsabilidad.  Su trabajo no puede quedar empañado ni por las acciones de algunos de sus miembros que son indignos de ese trabajo ni por las apreciaciones de los políticos que, presas de un rancio anticlericalismo, utilizan a la Iglesia para la confrontación política en una estrategia de ruptura y confrontación.

   Queremos finalmente renovar el compromiso de la Iglesia con la protección de los menores que seguirá dando pasos adelante y agradecer el trabajo de todos los que dentro y fuera de la Iglesia trabajan en el cuidado de los menores y en su formación, para un futuro mejor.

domingo, 18 de abril de 2021

DOMINGO 18 DE ABRIL DE 2021, 3º DE PASCUA

« PAZ  A VOSOTROS…  ¿ POR QUÉ OS ALARMÁIS ? »

 

      Jesús resucitado en persona camina a nuestro lado y le reconocemos al partir el pan, como hicieron todos los discípulos de todos los tiempos, cuando descubren que caminando con El, nuestro corazón no solo se caldea, sino que arde de amor.

 

     Ese ardor nos recuerda la promesa del Espíritu Santo, el fuego de Pentecostés que forma en nosotros los sentimientos del Corazón de Cristo y nos lanza a evangelizar.

     El saludo es la paz, fruto del Espíritu Santo que junto con el amor y la alegría, son la prueba de algodón, de que Dios está siempre con nosotros y que vive en nosotros con la fuerza de su misericordia.

     Siempre estamos llamados a evangelizar, a llevar el gozo y la alegría del Señor a todos aquellos que nos encontramos en el camino de la vida.

 

 

+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo

                                                        Primado de España



viernes, 16 de abril de 2021

DE LOS ESCRITOS DEL VENERABLE D. LUIS DE TRELLES Y NOGUEROL


     En 1890 don Luis de Trelles dedica el cuaderno 4, correspondiente al mes de abril, de “La Lámpara del Santuario” a San José: 

     “Al glorioso Patriarca San José, Padre nutricio del Salvador y Patrón de la Iglesia Universal, con motivo de la reciente decisión de la Santa Sede declarando fiesta obligatoria el día de San José en estos Reinos de España, dedica y ofrece el presente cuaderno “La Lámpara del Santuario” y se encomienda a su alta protección”

(L.S. Tomo XXI, 1890, pág.121)


SAN JOSÉ Y LA EUCARISTÍA

 

     A primera vista no hay conexión ninguna entre estos dos asuntos, porque es de tradición incontestada, que el Padre nutricio y putativo de Jesús, falleció antes de la vida pública del Señor, y que Él mismo cerró a aquél los ojos, acompañado de María Santísima, por la cual doble circunstancia es San José abogado de la buena muerte. Pero, investigando las cosas en su fondo, hay para el Patriarca José relaciones causales con el Santísimo Sacramento, que no pueden pasar inadvertidas para el devoto del Esposo de María y del misterio Eucarístico.

     No cabe duda, que José ejerció cerca de su Hijo adoptivo un ministerio de protección y patrocinio que es su más excelente mérito, y que supone una gran dignidad en el elegido y una alta gracia de Dios, secundada por una correspondencia perfecta. Y no es menos cierto que el grano Eucarístico, sembrado en la tierra y de cuya muerte salió tanta vida, fue criado, formado y desarrollado al amparo visible y por el trabajo de San José, quien alcanzó el privilegio de mantener, con el salario o recompensa del sudor de su frente, a Cristo Nuestro Señor; y siendo evidentes las relaciones de causa y efecto, no pueden ser lo menos la participación en el producto, y el honor de la obra, en el que contribuye a la primera materia, que sirve para elaborarlo y crearlo, aunque varíe su forma y modo de existencia.

    De lo que se infiere que José contribuyó y cooperó activamente a la Eucaristía, toda vez que también tuvo parte activa en mantener, o mejor, sostener al Hombre Dios en su vida secreta, de la que surgió inmediatamente la vida pública, la de pasión y muerte, y todas las evoluciones del niño al hombre que pasaron y se desarrollaron bajo el amparo del Padre nutricio de Jesús.

    Nadie duda, por otra parte, de la acción y concurrencia espiritual, intencional y misteriosa pero real, de María a todos los trances de la vida, pasión y muerte de Jesús, puesto caso que ésta ha sido Madre de Jesús, titulo y oficio que no perdió nunca en todos los trámites de la vida de su Divino Hijo; ni duda nadie que la sustentación y vida maternal y virtudes de la Reina de los Ángeles, corrió al abrigo de los trabajos del artesano humilde de Nazareth, otorgando Dios a Aquella en su providencia especial el auxilio de un Esposo, uniéndola y desposándola en tal concepto con San José.

     De todos estos antecedentes y observaciones se infiere, que José fue cooperador activo e indispensable, dados los decretos de Dios, de la obra maestra del amor Divino, de la Eucaristía, que es, por decirlo así, la quinta esencia y el memorial auténtico y efectivo de todas las misericordiosas maravillas de la vida de Cristo.

     Podríamos a esto añadir, que José dispensó al Redentor, con el título de Hijo, una especie de salvo conducto de honor, encubriendo así a los ojos profanos el origen verdadero de Jesús y bajo el escudo del Patriarca se conservó para los que no debían saberlo, la honra de la Madre y la del Hijo, respecto de todos los que no conocieron en aquellos tiempos el misterio de Dios.

(L.S. Tomo XXI, 1890, págs.125-134)

sábado, 10 de abril de 2021

DEL BLOG DEL OBISPO

 Mensaje en la octava de Pascua



     ¡Feliz Pascua de Resurrección! Cristo ha resucitado ¡Aleluya! “Proclamemos que el sepulcro está vacío, la piedra ha sido movida; aquel que sufrió la pasión, que fue crucificado y murió en la cruz, ¡HA RESUCITADO! ¡ha vencido a la muerte! Es el que vive (Ap 1,18)”. “Esta es la gran novedad que la Iglesia no se cansa de proclamar a través de los siglos, esta novedad es el corazón del mensaje que ha difundido en todos los rincones de la tierra”.

     La Pascua es la fiesta más antigua que la Iglesia celebra, puesto que empezó a celebrarse el mismo día de la resurrección de Jesús, el domingo, para prolongar la alegría de la Resurrección y celebrarla durante cincuenta días que culminan con la fiesta de Pentecostés. «Este es el día en que actuó el Señor…», como reza el Salmo 117. Se trata, en definitiva, de celebrar la Pascua prolongadamente, un período de plenitud y de profundización en el bautismo recibido o en la fe ya vivida. La victoria de Cristo sobre la muerte es un hecho tan grande que no basta un día para celebrarlo [...]

     El anuncio de la resurrección del Señor es, además, la mejor palabra de esperanza, para los hombres de hoy, desde la certeza de que “el bien triunfa siempre sobre el mal” y de que el sepulcro vacío nos anuncia que nuestro último destino no está bajo la fría tierra. La Resurrección de Jesús no queda en el pasado como un acontecimiento bello pero lejano. La resurrección de Cristo se hace presente hoy en nuestras vidas porque también hemos hoy sido capaces de quitar las piedras, de abandonar el sepulcro y de encontrar nueva vida. Con Él, la vida cambiará [...]

   «Cada domingo, con el Credo, renovamos nuestra profesión de fe en la Resurrección de Cristo». A partir de este gran misterio se entiende todo en la Iglesia y cada celebración eucarística lo hace relevante. “Siempre es posible volver a empezar, porque existe una vida nueva que Dios es capaz de reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos.  Él está vivo, aquí y ahora. Camina contigo cada día, en la situación que te toca vivir, en cada prueba. No nos cansemos nunca de buscar a Cristo resucitado, que dona la vida en abundancia a quienes lo encuentran” (Papa Francisco, Ángelus de Pascua)

 ¡Feliz Pascua para todos!


DOMINGO 11 DE ABRIL DE 2021, DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA

 « ¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO! »



Al atardecer, Jesús vuelve al cenáculo. El lugar de los regalos, Eucaristía, sacerdocio, amor fraterno, lavatorio de los pies... expresión de la nueva vida con el Resucitado.

Tomás no está presente cuando se aparece el Resucitado en el cenáculo. Es la tentación de los que siempre sospechan y ponen contra la pared a la institución de la Iglesia. Es un jarrón de agua fría para los que en comunidad se han encontrado con el Resucitado.

     Aprenderá Tomás la lección de no separarse de la Iglesia, si quiere encontrarse a Jesús en medio. El Señor se deja tocar el corazón ante la incredulidad de quien tiene que curar la herida de su sospecha continua contra la comunidad, contra los hermanos.

      Al final Jesús envía al perdón de los pecados en su nombre. Es lo que recoge el icono de la Divina Misericordia, que presenta al Resucitado en el momento en que envía el perdón de los pecados, obra de su Divina Misericordia.

 

+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo

                                                        Primado de España

 

El Papa de joven fue adorador nocturno


     El Semanario Católico de Información, “Alfa y Omega”, en su número 1.209 – editada por la Fundación San Agustín, que está vinculada al Arzobispado de Madrid, España – dio a conocer la Carta que el Papa Francisco envió al periodista Lucas Schaerer tras recibir una foto de un registro de los años 50 con su nombre y un número. «Me emocionó la fotocopia del libro sobre la adoración nocturna», asegura el Pontífice en su misiva. Es la primera vez que el Papa habla de este detalle de su vida, y lo hace conmovido tras recibir una foto sobre el registro, con su nombre manuscrito junto al de su hermano, que aún se conserva en la Basílica del Santísimo Sacramento que no dejó de visitar durante su tiempo en Buenos Aires.


     «Venite adoremus»

     Esta es la frase que, 65 años después, recuerda con «emoción» el Papa Francisco; se la decía un compañero de la antigua cofradía de los adoradores nocturnos. Desde su casa en el barrio de Flores, en la periferia de Buenos Aires – se lee en la nota – el joven Jorge Mario se iba en autobús hasta el centro porteño para llegar a la basílica del Santísimo Sacramento. El segundo de sus hermanos, Óscar, y un vecino del barrio, fueron con él durante los años 1954 y 1955. En aquella Basílica, los jóvenes Bergoglio pasaban la noche del sábado rezando, concretamente en el santuario situado al lado derecho de los confesionarios. Aunque también descansaban algunas horas. Eso lo hacían en el primer piso del templo, en un gran cuarto – que aún sigue vigente – con unos compartimentos con camas. Fue allí donde el actual Pontífice escuchó la frase que le despertaba y nunca olvidó: «Venite adoremus».

        Su confesor y ejemplo de misericordia.

     En la carta, el Pontífice también explica que, «se comenzaba la adoración alrededor de las nueve de la noche, después de la predicación del padre Aristi». El principal impulsor de la cofradía que integró el joven Jorge Mario con 18 años fue el sacerdote español José Ramón Aristi. En aquel momento Bergoglio ya había vivido la llamada de Dios o, como él la define, «la experiencia de san José de Flores», la iglesia que lo vio crecer. Pero fue este padre Aristi quien marcó la vida del Papa, tanto que fue su confesor y es su principal ejemplo de misericordia. Así lo explicó Francisco en el 2014, durante una reunión con sacerdotes en Roma. «Aristi era un confesor famoso en Buenos Aires. Casi todo el clero se confesaba con él. Fue provincial de su orden [sacramentinos], profesor… pero siempre confesor, y siempre había cola en la iglesia del Santísimo Sacramento».

      El Papa lleva consigo el rosario de Aristi.

    Alfa y Omega también señala el impactó del sacerdote vasco Aristi, impulsor de la adoración nocturna, en la vida del joven Bergoglio, que lleva desde hace 25 años su rosario. Ocurrió que en la Vigilia Pascual de 1996 falleció el confesor y Bergoglio, en ese momento Obispo auxiliar, se acercó a la cripta, en el subsuelo de la basílica del Santísimo Sacramento, donde estaban velando el cuerpo. Mientras colocaba unas flores tomó «la cruz del rosario y la arranqué con un poco de fuerza. En ese momento miré al sacerdote y le dije: “Dame la mitad de tu misericordia”», explicó el Papa a los curas. «Sentí algo fuerte que me dio el valor para hacerlo», continuó el Papa, «Y luego esa cruz me la metí aquí, en el bolsillo» Las camisas del Papa no tienen bolsillos, pero yo siempre llevo una bolsita de tela pequeña, y desde entonces hasta ahora, y mi mano se dirige aquí siempre. ¡Siento la gracia! Hace mucho bien el ejemplo de un sacerdote misericordioso, de un sacerdote que se acerca a las heridas…».

       Un adorador nocturno, como nosotros.

     El Semanario Católico de Información, “Alfa y Omega”, también recuerda a otro adorador nocturno, Eduardo Fernández Rojo, quien llevaba a las personas sin hogar a la adoración nocturna. «Venían ataviados con las bolsas en las que metían sus escasas pertenencias», Fernández Rojo. «Además de rezar ante el Santísimo, podían usar el baño y descansar un poco», recuerda. El adorador, en conversación con este semanario, alude a un recuerdo imborrable: «El padre Leopoldo Jiménez Montenegro [que falleció por COVID-19 hace unas semanas] un día me dijo que Bergoglio era un santo». Este sacerdote fallecido contaba cómo el Papa, recién ordenado como Obispo y siendo alguien aún desconocido en la diócesis, «destacaba en los corrillos por su austeridad». Se decía «que ayudaba mucho a los curas jóvenes, que se levantaba a las cuatro de la mañana para rezar, y que había sido desde joven adorador nocturno, como nosotros»