En
1890 don Luis de Trelles dedica el cuaderno 4, correspondiente al mes de abril,
de “La Lámpara del Santuario” a San José:
“Al glorioso Patriarca San José, Padre nutricio
del Salvador y Patrón de la Iglesia Universal, con motivo de la reciente
decisión de la Santa Sede declarando fiesta obligatoria el día de San José en
estos Reinos de España, dedica y ofrece el presente cuaderno “La Lámpara del
Santuario” y se encomienda a su alta protección”
(L.S.
Tomo XXI, 1890, pág.121)
SAN JOSÉ Y LA
EUCARISTÍA
A primera vista no
hay conexión ninguna
entre estos dos asuntos, porque es de tradición incontestada, que el Padre
nutricio y putativo de Jesús, falleció antes de la vida pública del Señor, y
que Él mismo cerró a aquél los ojos, acompañado de María Santísima, por la cual
doble circunstancia es San José abogado de la buena muerte. Pero, investigando las cosas en
su fondo, hay para el Patriarca José relaciones causales con el Santísimo
Sacramento, que no pueden pasar
inadvertidas para el devoto del Esposo de María y del misterio Eucarístico.
No cabe duda, que José ejerció
cerca de su Hijo adoptivo un ministerio de protección y patrocinio que es su más excelente mérito,
y que supone una gran dignidad en el elegido y una alta gracia de Dios,
secundada por una correspondencia perfecta. Y no es menos cierto que el grano Eucarístico,
sembrado en la tierra y de cuya muerte salió tanta vida, fue criado, formado y
desarrollado al amparo visible y por el trabajo de San José, quien alcanzó el privilegio de
mantener, con el salario o recompensa del sudor de su frente, a Cristo Nuestro
Señor; y siendo evidentes las relaciones de causa y efecto, no pueden ser lo
menos la participación en el producto, y el honor de la obra, en el que
contribuye a la primera materia, que sirve para elaborarlo y crearlo, aunque
varíe su forma y modo de existencia.
De lo que se infiere que José contribuyó y cooperó activamente
a la Eucaristía, toda vez que también tuvo parte
activa en mantener, o mejor, sostener al Hombre Dios en su vida secreta, de la
que surgió inmediatamente la vida pública, la de pasión y muerte, y todas las
evoluciones del niño al hombre que pasaron y se desarrollaron bajo el amparo
del Padre nutricio de Jesús.
Nadie duda, por otra parte, de la acción y concurrencia espiritual, intencional
y misteriosa pero real, de María a todos los trances de la vida, pasión y
muerte de Jesús, puesto caso que ésta ha sido Madre de Jesús, titulo y oficio
que no perdió nunca en todos los trámites de la vida de su Divino Hijo; ni duda
nadie que la
sustentación y vida maternal y virtudes de la Reina de los Ángeles, corrió al
abrigo de los trabajos del artesano humilde de Nazareth, otorgando Dios a Aquella en su
providencia especial el auxilio de un Esposo, uniéndola y desposándola en tal
concepto con San José.
De todos estos antecedentes y observaciones se infiere, que
José fue cooperador activo e indispensable, dados los decretos de Dios, de la obra maestra del
amor Divino, de
la Eucaristía, que es, por decirlo así, la
quinta esencia y el memorial auténtico y efectivo de todas las misericordiosas
maravillas de la vida de Cristo.
Podríamos a esto añadir, que José dispensó
al Redentor, con el título de Hijo, una especie de salvo conducto de honor,
encubriendo así a los ojos profanos el origen verdadero de Jesús y bajo el
escudo del Patriarca se conservó para los que no debían saberlo, la honra de la
Madre y la del Hijo, respecto de todos los que no conocieron en aquellos
tiempos el misterio de Dios.
(L.S. Tomo XXI, 1890, págs.125-134)
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