Con el Adviento comenzamos el ciclo litúrgico de Navidad-Epifanía, en el que al mismo tiempo que hacemos memoria de la primera venida de Cristo nos lanzamos a esperar con alegría y esperanza su segunda venida al fin de los tiempos, como profesamos en el Credo: «Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin». Se trata en este tiempo de Adviento de salir al encuentro de Cristo que sigue viniendo a nosotros en su Palabra, en la Eucaristía y en los hermanos. Precisamente practicando el amor mutuo y no dejándonos embotar la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero nos preparamos para su segunda venida, de la que no sabemos ni el día ni la hora (cf. 2 lect. y Ev.).
Espiritualidad Católica como fuente testimonial. Tras el reconocimiento de nuestro carisma cristiano, buscamos ser consecuentes y por lo tanto expandir el Evangelio de Cristo en nuestra sociedad.
TIEMPOS LITURGICOS
domingo, 28 de noviembre de 2021
lunes, 22 de noviembre de 2021
sábado, 13 de noviembre de 2021
(Mt 5, 9)
NOVIEMBRE 2021
«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque
ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9)
El Evangelio de Mateo lo escribió un cristiano proveniente del ambiente
judaico de su tiempo; por eso contiene tantas expresiones propias de esa
tradición cultural y religiosa. En el capítulo 5 Jesús es presentado como un
nuevo Moisés que sube al monte a anunciar la esencia de la Ley de Dios: el
mandamiento del amor. Para dar solemnidad a esta enseñanza, el Evangelio nos
dice que Él está sentado, como un maestro. No solo eso: Jesús es además el
primer testigo de lo que anuncia. Esto destaca de modo evidente cuando proclama
las Bienaventuranzas, el programa de toda su vida. En ellas revela la
radicalidad del amor cristiano con sus frutos de bendición y alegría plena. Eso
es bienaventuranza.
«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios»
En la
Biblia, la paz
-shalom en hebreo- indica la condición de armonía de la persona consigo misma, con Dios y
con lo que la rodea; aún hoy es un saludo entre las personas, como un deseo de vida plena.
La paz es ante
todo don de Dios, pero también depende de nuestra adhesión.
Entre todas las bienaventuranzas, esta resuena como la más activa, pues nos invita a salir de la indiferencia
para convertirnos en constructores de concordia a partir de nosotros mismos y a nuestro alrededor, poniendo en
acción inteligencia, corazón y brazos. Requiere el esfuerzo de preocuparse por
los demás, sanar heridas y traumas personales y sociales provocados por el
egoísmo que divide y promover todos los esfuerzos en esta dirección. Como
Jesús, el Hijo de Dios, quien cumplió su misión cuando dio su vida en la cruz
para volver a unir a los hombres con el Padre y traer de nuevo la fraternidad a
la tierra. Por eso, cualquiera que sea constructor de paz se asemeja a Jesús y,
como Él, es reconocido hijo de Dios.
«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios»
Siguiendo las huellas de Jesús, también nosotros podemos transformar
cada día en una «jornada de paz» poniendo fin a las pequeñas o grandes guerras que
cada día se libran a nuestro alrededor. Para realizar este sueño es importante
construir redes de amistad y solidaridad, tender la mano para ofrecer ayuda,
pero también para aceptarla. Como cuentan Denise y Alessandro: «Cuando nos
conocimos nos iba bien juntos. Nos casamos y al principio fue muy bonito,
incluyendo el nacimiento de nuestros hijos. Con el pasar del tiempo comenzaron
los altibajos; ya no había ningún tipo de diálogo entre nosotros, y cualquier
cosa era objeto de discusión continua. Decidimos permanecer juntos, pero
seguíamos cayendo en los mismo errores, rencores y enfrentamientos. Un día, una
pareja de amigos nos propuso participar en un taller de apoyo a parejas con
problemas[1]. No
solo encontramos personas competentes y preparadas, sino además una «familia de
familias» con la que compartir nuestros problemas: ¡ya no estábamos solos!
Volvió a encenderse una luz, pero fue solo el primer paso: una vez en casa no
era fácil, y volvíamos a caer. Lo que nos ayuda es preocuparnos por el otro,
con el compromiso de volver a empezar y seguir en contacto con estos nuevos
amigos para seguir adelante juntos».
«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios».
La paz,
la de Jesús, como dice Chiara Lubich, «exige de nosotros corazones y ojos
nuevos para amar y ver
en todos otros tantos candidatos a la fraternidad universal». Y añade: «Nos podemos preguntar: "¿También
en los vecinos pendencieros?, ¿también en los compañeros de trabajo que entorpecen mi carrera?, ¿también en los militantes de otro partido o en
los hinchas de un equipo de fútbol adversario?, ¿también en las personas de religión o
nacionalidad distintas a la mía?': Sí, cada uno es mi hermano o mi hermana.
La paz
empieza precisamente por ahí, por la relación que sé instaurar con cada
prójimo.
"El mal nace del corazón del hombre -escribía Igino Giordani-, y para
apartar el peligro de la guerra hace falta desterrar el espíritu de agresión y
de explotación y egoísmo del que procede la guerra: hace falta reconstruir una
conciencia”[2]. El
mundo cambia si cambiamos nosotros, [...] sobre todo poniendo de relieve lo
que nos une podremos contribuir a crear una mentalidad de paz y a trabajar
juntos por el bien de la humanidad. […] Al
final es el amor el que vence, porque es más fuerte que cualquier otra cosa.
Probemos a vivir así en este mes, para ser levadura de una nueva cultura de paz
y de justicia. Veremos renacer en nosotros y alrededor de nosotros una nueva humanidad"[3].
Leticia
Magri
[1]
Cf.
10 anni di «Percorsi di luce»: https//www.focolare.org/famiglienuove
(en italiano e inglés).
[2]
l.
GIORDANI, L'inutilità della guerra, Roma 2003, p. 111
[3]
Cf.
C. LUBICH, Palabra de vida, enero 2004: Ciudad Nueva n. 405 (1/2004), pp.
22-23.