Espiritualidad Católica como fuente testimonial. Tras el reconocimiento de nuestro carisma cristiano, buscamos ser consecuentes y por lo tanto expandir el Evangelio de Cristo en nuestra sociedad.
TIEMPOS LITURGICOS
sábado, 28 de septiembre de 2019
DOMINGO 29 DE SEPTIEMBRE DE 2019, 26º DEL TIEMPO ORDINARIO
«HIJO,
RECUERDA QUE RECIBISTE TUS BIENES EN TU VIDA…»
La llamada de Jesús a vivir con los
sentimientos del Corazón de Jesús nos pone enfrente de esta parábola de verdad
y misericordia.
El protagonista es Cristo que mendiga
siempre nuestro amor. El gran mendigo
es siempre el Señor, que sigue hambreando las migajas del corazón humano,
que cuando están saciadas de riquezas, ni siquiera percibe a la persona, y no
se le deja compartir el banquete de los bienes, de la justicia del amor. Dios
mendigo que se identifica con
todos los que viven necesitados de todo lo que
necesita la persona para vivir con dignidad humana y como hijos de Dios. Una
parábola que nos interroga en lo más profunda de nuestra interioridad a los que
seguimos a Cristo y vivimos por nuestro bautismo con el yugo suave de la
evangelización.
Por otra parte Lucas destaca que no vivir
en comunión con los sentimientos del Padre, ni con nuestros hermanos más
necesitados, es vivir en el egoísmo del infierno, de la desesperación, y la
incomunicación. Vivir solo para y desde las riquezas, olvidando a todos los
Lazaros; en el fondo es no vivir en plenitud la caridad que nos introduce en el
cielo. Sartre decía que el infierno son los otros, el evangelio nos recuerda que vamos a ser examinados
en el amor, y los lazaros pobres y mendigo sentados a la mesa del
compartir, deseamos que nos reciban con el Señor en el cielo.
Por ultimo no seremos capaces por nuestras
propias fuerzas de alcanzar misericordia, sino practicamos la Misericordia. Esa
misericordia que es el Corazón del Señor, y nos hace vivir con los sentimientos
de quien caben en sus entrañas todos los empobrecidos, y los lazaros que
mendigan las migajas que caen de la mesa de los Poderosos, y de los que han
cerrado su corazón a todos los necesitados de la vida, en una historia mal
hecha por nuestra parte, y que el Señor por su infinita misericordia, construye
como una historia de amor, cuando no le damos nuestro corazón a las riquezas y
nos cerramos a todos los que como dice el papa Francisco, viven en todas las intemperies
y periferias de una sociedad sin corazón.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de
Coria-Cáceres
lunes, 23 de septiembre de 2019
sábado, 21 de septiembre de 2019
DOMINGO 22 DE SEPTIEMBRE DE 2019, 25º DEL TIEMPO ORDINARIO
«NO PODÉIS SERVIR A
DIOS Y AL DINERO»
No podemos servir a Dios y al dinero. Una
sentencia tan clara de Jesús y nada fácil de vivir sin la gracia del Señor. ¿Dónde radica la dificultad? Siempre me impresiono en el proceso de conversión
espiritual del beato Carlos de Foucauld, que atraído por la simplicidad del
Islán, no llego nunca a dar el paso, porque al no valorar la pobreza, ni la
castidad, no veía que era la verdad plenamente revelada.
Jesús nos
descubre que el corazón no se puede compartir. Si damos el
corazón al dinero, se esfuma el amor a Dios y al prójimo. Si damos el corazón
al Señor, el atractivo del mundo se pierde, y le crecen al alma para volar las
alas del amor y de la libertad. Existe una imposibilidad de servir a Dios y el
dinero. Siempre se opta por uno o por el otro. Quererlo reconciliar en el fondo
es no conocer el corazón humano, que no puede servir a dos señores a la vez.
La clave. Solo puede ser pobre
evangélicamente quien tiene a Cristo como riqueza. Cuando el Señor toma
posesión de nuestra vida, como nuestra gran riqueza, se vive con lo justo y
necesario, aunque también es verdad que nunca nos falta de nada, y que el Señor
nos da mucho más de lo que ningún corazón humano puede soñar. Su generosidad es
sin límites para quien le sirve. Cuando el corazón humano está vacío hay que
llenarlo con lo que sea. Cuando está lleno de la riqueza del amor de Dios, se descubre que necesitamos pocas cosas para
ser felices y que las
necesitamos poco.
Por último el peligro inmenso del dinero,
el “dios mamom”, que absorbe todas nuestras energías y no nos deja amar. Las
riquezas cuando se instalan en el corazón humano, se convierten en la dictadura
que no deja ni amar, ni volar. San Juan de la cruz pone el ejemplo de que un
ave no puede volar si está atado a un tenue hilo o a una cadena de oro. Dar el
corazón a las riquezas hace estéril el seguimiento de Cristo. Nos desfondamos.
Perdemos el norte… y lo más grave es que acabamos perdiendo a quien está
llamado a ser la riqueza de nuestra vida.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
(1 Ts 5, 11)
SEPTIEMBRE 2019
«Confortaos
mutuamente y edificaos los unos a los otros» (1 Ts 5, 11).
El apóstol Pablo escribe a la comunidad
cristiana fundada por él en Tesalónica. Ha tenido que huir de allí a causa de
graves dificultades y persecuciones. Sin embargo, a través de sus cartas sigue
acompañándolos e incluso los alaba por su constancia y perseverancia en la fe.
Pablo conoce los
interrogantes profundos de esta comunidad: ¿qué les espera después de morir?
¿Cómo prepararnos adecuadamente para la venida definitiva del Señor? No
responde indicando preceptos, sino profesando de nuevo su fe: Jesús
ha dado la vida por amor a toda la humanidad y ha resucitado, y de
ese modo abre a todos el camino hacia la Vida. Como preparación para su vuelta,
el Apóstol aconseja vivir en la vida diaria según el Evangelio, seguir
trabajando honestamente y construyendo una comunidad fraterna:
«Confortaos mutuamente y edificaos los
unos a los otros»
Él mismo lo ha experimentado: el
Evangelio hace germinar la semilla de bondad que Dios ha depositado en el
corazón humano. Es una semilla de esperanza que crece en el encuentro personal
y diario con el amor de Dios y florece en el amor recíproco; estimula a
combatir las malas semillas del individualismo y de la indiferencia, a llevar
los unos los pesos de los otros y a alentarnos mutuamente. Es una Palabra que revoluciona nuestras
relaciones personales y sociales; un
consejo muy valioso que nos ayuda a redescubrir la verdad fundamental de la
fraternidad, raíz de tantas culturas. Así la expresa el principio de la
filosofía bantú del Ubuntu: «Yo soy porque nosotros somos».
El gran líder metodista
Nelson Mandela afirmaba: «Ubuntu no significa no pensar en uno mismo, sino más
bien preguntarse: ¿quiero ayudar a la comunidad que tengo alrededor?».[1]
«Confortaos
mutuamente y edificaos los unos a los otros».
¿Cómo vivir esta Palabra?
«Procurando crecer también nosotros en
el amor recíproco en nuestras familias, nuestro
entorno de trabajo, nuestras comunidades o asociaciones eclesiales, parroquias,
etc. Esta Palabra nos pide una caridad sobreabundante, que sepa superar las
medidas mediocres y las barreras procedentes de nuestro sutil egoísmo. Bastará
con pensar en ciertos aspectos de la caridad (tolerancia, comprensión, acogida
recíproca, paciencia, disponibilidad de servicio, misericordia ante las faltas
reales o presuntas de nuestro prójimo, comunión de bienes materiales, etc.)
para descubrir muchas ocasiones de vivirla.
Además, si en nuestra comunidad
se da este clima de amor mutuo, su calor irradiará inevitablemente a todos.
Incluso quienes aún no conocen la vida cristiana se percatarán de su atractivo
y, muy fácilmente, casi sin darse cuenta, se verán envueltos en ella, hasta
sentirse parte de una misma familia»[2].
«Confortaos
mutuamente y edificaos los unos a los otros».
Con este espíritu nació en
Palermo (Italia) un grupo de asistencia médica multidisciplinar, psicología y
enfermería al servicio de los pobres de la ciudad. Dicen sus protagonistas:
«Somos un grupo de médicos y personal sanitario de distintas Iglesias
cristianas. Las palabras del Evangelio nos alientan a reconocer en cada persona
a un hermano o una hermana, en particular a quienes no pueden acceder a un
tratamiento. Entre nuestros asistidos hay personas afectadas por enfermedades
muy graves, o también adictos al juego y a Internet. Aunque llevamos poco
tiempo, este grupo está ya operativo para la población migrante, en particular
una comunidad ghanesa adventista de la ciudad. Un grupo numeroso y alegre con
el que sentimos la alegría de ayudarnos como hermanos e hijos de un único
Padre»
Leticia Magri
[1]
De «Experience Ubuntu», entrevista de Tim Modise,
24-5-2006: https://le-citazioni.it/ autori/nelson-mandela/
[2]
C. LUBICH, «Crecer en el amor recíproco», Palabra de
vida, noviembre 1994, en Ciudad Nueva n. 304 (11/1994), p. 33.
sábado, 14 de septiembre de 2019
DOMINGO 15 DE SEPTIEMBRE DE 2019, 24º DEL TIEMPO ORDINARIO
«ÉSE ACOGE A
LOS PECADORES Y COME CON ELLOS.»
Lucas es el
evangelista de la misericordia y este texto lo rezuma por todas partes. No deja
de ser llamativo y original qué si leemos las tres parábolas de la misericordia
que se encuentran en el capítulo 15 se destacan tres realidades evangélicas.
Primero, la alegría de haber encontrado lo
que estaba perdido. Se pierde una moneda, una oveja, y un hijo, y todas las
llamadas es a la inmensa alegría por haber hallado lo que estaba perdido. Es
saber que somos la alegría en el Corazón de Cristo, cuando nos dejamos
encontrar por El, por muy perdido que nos encontremos.
Segundo, porque insiste Lucas tanto en el
UNO. Se pierde un hijo, una oveja, y una moneda. Se podrían haber perdido tres
hijos, diez ovejas, y treinta monedas…porque se fija en que lo que se pierde es
un hijo, una oveja, una moneda…y hay tanta alegría en el corazón de Dios, que
parece que va a estallar.
Es la lógica del UNO, y que es
esencialmente lo que hace distinto y original al cristianismo. Nuestro Dios ha
perdido la cabeza por cada uno de nosotros. Dios no sabe amar en abstracto,
porque sería un amor no creíble. Dios increíblemente nos ama a cada uno. De uno
en uno. Y ha perdido la cabeza por ti y por mí, porque solo sabe amar
concretamente a cada persona que de un modo admirable ha creado, y más
admirablemente ha redimido.
Por último, nuestra vida es cantar las
misericordias del Señor. Su amor es loco y lleva al perdón, que es la mayor
expresión de su amor misericordioso. La alegría de nuestra vida, es saber que
siempre que volvemos a la casa de su Corazón, la alegría inunda todos los poros
de nuestro corazón.
Vivimos la
alegría de quien ha conocido el amor, y tiene un Padre que siempre cuida de
nosotros, y nos entrega a su Hijo, que nos guía con la luz de su Corazón
misericordioso, a lo más profundo de una vida de caridad, y de servicio a los
más pobres.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de
Coria-Cáceres
La cruz es
la gloria y exaltación de Cristo
Por la
cruz, cuya fiesta celebramos, fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz. Celebramos hoy la fiesta de la cruz y, junto con
el Crucificado, nos elevamos hacia lo alto, para, dejando abajo la tierra y el
pecado, gozar de los bienes celestiales; tal y tan grande es la posesión de la
cruz. Quien posee la cruz posee un tesoro. Y, al decir un tesoro, quiero
significar con esta expresión a aquel que es, de nombre y de hecho, el más
excelente de todos los bienes, en el cual, por el cual y para el cual culmina
nuestra salvación y se nos restituye a nuestro estado de justicia original.
Porque, sin la cruz, Cristo no hubiera sido crucificado. Sin la cruz, aquel que
es la vida no hubiera sido clavado en el leño. Si no hubiese sido clavado, las
fuentes de la inmortalidad no hubiesen manado de su costado la sangre y el agua
que purifican el mundo, no hubiese sido rasgado el documento en que constaba la
deuda contraída por nuestros pecados, no hubiéramos sido declarados libres, no
disfrutaríamos del árbol de la vida, el paraíso continuaría cerrado. Sin la
cruz, no hubiera sido derrotada la muerte, ni despojado el lugar de los muertos. Por esto, la cruz es cosa grande y preciosa.
Grande, porque ella es el origen de innumerables bienes, tanto más numerosos
cuanto que los milagros y sufrimientos de Cristo juegan un papel decisivo en su
obra de salvación. Preciosa, porque la cruz significa a la vez el sufrimiento y
el trofeo del mismo Dios: el sufrimiento, porque en ella sufrió una muerte
voluntaria; el trofeo, porque en ella quedó herido de muerte el demonio y, con
él, fue vencida la muerte. En la cruz fueron demolidas las puertas de la región
de los muertos, y la cruz se convirtió en salvación universal para todo el
mundo.
La cruz es llamada también gloria y exaltación de
Cristo. Ella es el cáliz rebosante
de que nos habla el salmo, y la culminación de todos los tormentos que padeció
Cristo por nosotros. El mismo Cristo nos enseña que la cruz es su gloria,
cuando dice: Ahora es
glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él, y pronto lo
glorificará. Y también: Padre,
glorifícame con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo
existiese. Y asimismo dice: «Padre,
glorifica tu nombre». Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y
volveré a glorificarlo», palabras que se referían a la gloria que había de
conseguir en la cruz. También nos enseña Cristo que la cruz es su exaltación,
cuando dice: Cuando yo sea
elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Está claro, pues, que la
cruz es la gloria y exaltación de Cristo.
San Andrés de Creta, Sermón 10
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