TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

sábado, 26 de enero de 2019

DOMINGO 27 DE ENERO DE 2019, 3º DEL TIEMPO ORDINARIO

«HOY SE HA CUMPLIDO ESTA ESCRITURA QUE ACABÁIS DE OÍR»


     La Galilea de los Gentiles que contemplaron sus ojos, siempre se vive en primavera con la presencia de Jesús de Nazaret. Llega a la Sinagoga de su pueblo como “buena noticia para los pobres”. No se queda encerrado en sus proyectos, sino que sale a los caminos y va a enfrentarse a la asignatura más complicada que es anunciar el Evangelio a sus paisanos de Nazaret. Sabe que “ha venido a los suyos y los suyos no le recibieron” y, sin embargo, vuelve una y otra vez a ser anuncio de paz y de libertad para los suyos, para esos paisanos suyos que cerraron sus oídos.
     Lee el texto de Isaías, como quizás lo había hecho en muchas otras ocasiones en su pueblo, en el sabbath. Sin embargo, aunque repite de forma literal el texto de Isaías, hay una cosa, una palabra que se la traga y no la proclama. El texto original de Isaías habla de la venganza de Yavhé y, sin embargo, el Señor no ha venido a vengarse, sino a hablar a los cautivos y a proclamar el año de gracia del Señor. Es impresionante el Amor que el Señor nos tiene a todos. Todos se asombran de la sabiduría que sale de su boca. Se admiran, pero no le siguen ni tampoco se hacen eco para dejar que cale en su corazón la Buena Noticia del Nazareno.
     Siempre es complicado y difícil romper con nuestros prejuicios. Abrirse siempre al que viene en nombre del Señor nos cuesta y, además, mucho. Es tan fácil descalificar cuando las cosas no nos convienen, tratando siempre de echar balones fuera como si la cosa no fuera con nosotros y seguimos, tiempo tras tiempo, aplazando nuestra entrega, nuestra santidad, pensando que el mensaje de Jesús no va dirigido a nosotros.
     Por último, el Evangelio que es proclamado y no es aceptado, lleva a sus paisanos a tratar de quitarse a Jesús de en medio. Nos molestan las enseñanzas de Jesús cuando no tenemos limpio el corazón. Y nuestra vida se llena de pegas y dificultades para seguir a Cristo con todas las consecuencias. Al final, el Señor, se aleja de aquellos que no le quieren bien. Ellos deberían pensar la frase de San Agustín: “Tener a un Jesús que pasa y no sé si volverá a pasar”. Él, Jesús, siempre nos espera, pero hay momentos en los que pasa por nuestra vida y debemos aprovecharlo y no dejarle escapar.


          + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres 

TIEMPO ORDINARIO

    
     En este caso, “ordinario” no quiere decir que se trate de un tramo del año donde impere lo vulgar o lo menos digno. Por el contrario,  este tiempo está hecho del día a día que jalona el año y lo colma de ofrendas amorosas, discretas, gratuitas, laborales, amigas, orantes y a menudo recias.
     Para este tiempo largo,  a veces costoso y empinado, es bueno descubrir algunas consignas que sirvan de alivio en el posible desierto, de sombra en el estío, de sosiego en la fatiga. Propongo algunas referencias, por si te pueden animar, sobre todo al comienzo de este nuevo tiempo, tan distinto al vivido en los días de Navidad.

El alimento mejor en el día a día es el pan cotidiano, pedido y agradecido al Dador de todo bien.
Una fuente de energía se descubre al hacerse consciente del don que significa tener capacidad para trabajar, dotes y dones que te convierten en samaritano para los que menos pueden.
La luz más transformadora de la realidad se encuentra al relacionar la Palabra de Dios con la historia, porque de esta manera todo se convierte en historia de salvación.
El trabajo diario profesional y bueno te permite pertenecer al grupo de los que acrecientan la creación con el bien hacer.
En los momentos de posible tedio, el recuerdo de los años de vida oculta de Jesús en Nazaret estimula para no perecer en el desánimo.
Gracias al tiempo discreto, laborioso, gratuito, se consolidan los tiempos estelares, los momentos cumbre. La vida ordinaria cimienta los días festivos.
Lo constante, cotidiano y perseverante acredita la fidelidad y la coherencia de las grandes palabras que se han pronunciado o de los gestos notables que se han tenidos en los acontecimientos extraordinarios.
El día a día deja gustar lo que se realiza por amor.
El tiempo ordinario permite valorar el silencio, la soledad, la intimidad, lo permanente, lo doméstico.
La vida ordinaria profetiza lo eterno, por ser el tiempo más duradero, y la fe en lo eterno deja saborear cada instante.

     No son fórmulas, sino deseos. No son recetas, sino indicaciones. No son atavismos, sino propuestas. En todo caso, hay una verdad que acabamos de celebrar: que Dios se ha hecho compañero de camino en el Emmanuel.

domingo, 20 de enero de 2019

DOMINGO 20 DE ENERO DE 2019, 2º DEL TIEMPO ORDINARIO

«HACED LO QUE ÉL OS DIGA»


     Comenzamos otra etapa en el año litúrgico, acabado ya el tiempo de la Navidad. Ahora iniciamos el Tiempo Ordinario, el día a día en la vida de un cristiano que va viendo cómo Dios actúa de una manera eficaz en nuestra vida ordinaria y así, tendremos oportunidad de dar cobijo a la Palabra en el interior del corazón de una manera reposada, interiorizándola y revisando sus respuestas, actualizando nuestra manera de vivir la vida y acomodándola al Misterio del amor de Dios, porque en lo ordinario es donde acontece lo extraordinario. Nos prepararemos para contar a todos los pueblos las maravillas del Señor, como escuchamos en el salmo de este domingo.
     El relato del Evangelio es un ejemplo para ver cómo la Palabra se acerca a la realidad de cada día y nos muestra que las cosas son distintas cuando Dios está en medio de nosotros. El evangelista San Juan, relata un acontecimiento de la vida ordinaria, una boda en Caná de Galilea a la que asisten María, Jesús y sus discípulos. ¿Quién no conoce este texto y quién no ha hecho referencia a él? Dentro de la sencillez de la narración se cuentan muchos detalles, que nos ayudan a comprender mejor la enseñanza, para casi todos podría pasar desapercibida, la falta de vino, que no es el centro de la atención. Tampoco hay que quedarse en los diálogos cortos entre Jesús y su Madre, o entre el mayordomo y el novio, aunque tienen su importancia. A mí me parece muy interesante el papel de la Virgen, que no duda en acudir a su Hijo presentándole el sufrimiento de estos jóvenes recién casados; es muy importante fijarse en la convicción de María de que su Hijo puede resolver ese sufrimiento, aunque no le haya dicho de qué forma va a hacerlo. Ella sabe que lo hará, aunque ignore cómo. Muestra confianza en la soberanía de Jesús. Nuestro Señor está en la boda, pero quiere pasar desapercibido, porque no ha llegado su hora, como le dice a su Madre.
     En Caná, Jesús comenzó sus signos y manifestó su gloria, por la fuerte confianza que manifestó la Virgen María en Él, mérito de Ella ha sido abrir el camino para acercarnos a Jesús siempre, aunque parezca que los acontecimientos sean adversos. Ya sabemos que el Plan de Salvación lo lleva Dios, que la iniciativa es de Dios, pero nuestra Madre sabe acercarse a Jesús y presentarle los problemas y súplicas de todos nosotros y ante sus ruegos el Señor no se puede resistir, no quiere resistirse. La importancia de este día está en que en la vida ordinaria comenzó la revelación de la persona de Jesús. Lo que brilló a través del milagro de la conversión del agua en vino, fue su gloria, y en lo que se insiste es en la fe de sus discípulos en Él, todo lo demás, pasa rápido. A San Juan le interesó destacar que la fe de los discípulos creció y que seguir a Jesús es un proceso que termina en una firme fe.
     Tenemos tantas cosas que aprender… los maestros de la fe nos ayudan a acercarnos al Señor. La liturgia de hoy nos pide que pongamos nuestros ojos en la Virgen María, la que parecía estar en un segundo plano, pero no le pasó desapercibido el dolor de estos jóvenes esposos, ni pasó por alto al que tenía la solución, a Jesús, por eso nos dice también hoy: “Haced lo que Él os diga”. María nos invita a caminar y a confiar.

+ José Manuel Lorca Planes - Obispo de Cartagena


sábado, 19 de enero de 2019

REFLEXIONES PARA LA ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA


ENERO. NATURALEZA DE LA ADORACIÓN NOCTURNA:

ESCUELA PRÁCTICA  DE ORACIÓN PARA  APRENDER A AMAR COMO RAZÓN DE VIVIR
                                             

     En 1889 en el T.XXI  de La Lámpara del Santuario, Don Luis de Trelles, nuestro  primer fundador, dos años antes de su muerte les  escribía a  los adoradores nocturnos estas enjundiosas palabras:
     “He aquí, mis amados consocios, a qué nos llama la Vela nocturna; somos llamados  a la adoración, a la oración, a la reparación de las divinas ofensas, en la audiencia privada que nos otorga el amor de Dios Sacramentado la noche que hacemos nuestra vigilia. “( LS 1889, T.XXI pág 24)
     He de confesaros que la lectura de los escritos de Don Luis me ha ayudado a descubrir que la Adoración nocturna no es otra cosa que una ocasión u oportunidad que se me da para entrar en intimidad con un Dios que sabemos nos ama; a descubrir la maravilla de un Dios, tan cercano, que se ha quedado en el Sacramento eucarístico para  aliviarme porque estoy cansado y agobiado, como Jesús mismo nos prometió: "Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré" (Mt 11, 28). No son palabras de cortesía. Probadlo y lo experimentaréis.
      Claro que es una cuestión inherente a nuestra fe. Pero mi cauce ha venido de la Mano de Don Luis de Trelles. Ahora me he convertido en un adorador que no deja de proclamar que la Adoración Nocturna Española  tiene que volver, si no en la forma, quizás, sí en el espíritu, a recuperar los fines fundacionales.
      La Adoración Nocturna no nació para ser una institución clerical. Fue una propuesta de laicos que, en medio del ámbito de sus responsabilidades civiles, sociales, familiares y políticas, por el don bautismal, se retiraba en la noche para adorar al Santísimo Sacramento, robustecer sus fuerzas y  poder seguir en el ajetreo cotidiano, en la brega de cada día.
     No debe parecer nunca una institución de gente “piadosita” que huye de la ciudad para cobijarse en la penumbra de los templos. Aquí no hay tregua. La ciudad de Dios ha de surgir en medio de la ciudad terrena. Permitidme la licencia de decirlo en un lenguaje fuerte: las adoradoras  y los adoradores nocturnos ni “beatos” ni “meapilas”. Somos seglares que sabemos que un mundo mejor es posible. ¿Acaso por los méritos nuestros? No, No y No. Por la fuerza que viene del Señor. La Adoración Nocturna tiene como fin, mediante la oración, la implantación de “la civilización del amor”.
      La Adoración Nocturna Española sólo tiene una tarea: LA ADORACIÓN. ¿Pero qué es adorar sino ad-orar, orar con más veneración, como el adamar de San Juan de la Cruz es más que amar? La adoración nocturna es una escuela de oración, en la que se aprende a orar para mejor amar. Orando  una noche al mes,  año tras año, para orar todos los días de la vida. Me diréis: eso es tarea de todos los bautizados y de todos los creyentes. Y tenéis razón. San Ignacio de Loyola lo consideraba principio y fundamento no solo para creyentes, sino  para todos los seres humanos. ¿Lo recordáis? "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados.”
      La Iglesia lo enseña en la doctrina y lo vive en la liturgia, en la oración y en las innumerables obras con que manifiesta el mandato de la caridad. Pero además la Iglesia cumple su función en los mil carismas que se han ido manifestando en el tiempo, en las órdenes contemplativas, en las atentas a la caridad o en las mixtas como las Hijas de la Madre Teresa de Calcuta. El Espíritu Santo vivifica  la vida de la Iglesia. Es admirable la diversidad y la unidad.
    Y fue el Espíritu Santo, precisamente en el siglo XIX, en el siglo de las revoluciones que han cambiado la faz del occidente y de la cristiandad, quien inspiró, en España a un laico, para difundir una humilde institución que enseñara a los seglares, hombres y mujeres, que el camino de salvación viene de la oración; que el único remedio para superar la tempestad contra la Iglesia, vendría de la mano de La Adoración Eucarística y de La protección maternal de la Santísima Virgen. La Adoración en todas sus manifestaciones es un instrumento providencial, siempre bajo el amparo de María,  para el triunfo total de la Iglesia.
    Con Santa Teresa, Don Luis de Trelles repetía, “no es una cuestión de saber, sino de amar” . Repito el párrafo con que he iniciado el escrito: “He aquí, mis amados consocios, a qué nos llama la Vela nocturna; somos llamados  a la adoración, a la oración, a la reparación de las divinas ofensas, en la audiencia privada que nos otorga el amor de Dios Sacramentado la noche que hacemos nuestra vigilia. ” ( LS 1889, T.XXI pág 24)
      Sería un error considerar que la celebración de la eucaristía, el rezo del santo rosario, la liturgia de las horas, o el tiempo dedicado a la contemplación en silencio, son cuatro variedades distintas entre sí  por la forma y por el fin. Son sin duda los cuatro modos que la Iglesia emplea para entrar en contacto con el Señor. Una oración vocal  que no brotara del corazón y no fuera consciente de lo que dice ni a quien se lo dice, sería runruneo vocal, pero no oración. Las cuatro formas, cuya cúspide es la Eucaristía, son encuentros de amistad con quien sabemos nos ama, reces los salmos, el santo rosario, contemples en silencio o adores al Señor sintiéndote partícipe en el sacrificio y en el sacramento de la Cruz.
      ¿Quieres ser adorador? Entra dentro de ti, ponte en presencia de Dios, y con el ritmo del manual, declárale tus amores al Señor y escucha cómo te corresponde. En la noche de tu turno también Él te dice: “Yo también te amo”.

Preguntas para el diálogo y la meditación.

¿Es la oración el medio propio de un adorador para acercarse a la presencia de Dios? ¿Será suficiente para orar mover los labios o  será lo verdaderamente humano saber con quién hablamos y  entender lo que decimos para que arda en amores agradecidos nuestro corazón?

Muchos son los enemigos que nos impiden entrar en la oración. ¿Sabes que es requisito previo para orar el silencio interior y exterior, dejar las preocupaciones y afanes a la puerta de la iglesia y centrar nuestra mente y nuestro corazón en El Señor, en su presencia real, en que te está esperando con los brazos abiertos? No te desanimes. Sosiega una y otra vez “la loca de la casa” la imaginación y con paciencia  repítete: Mi Señor está aquí.




“ACTÚA SIEMPRE CON TODA JUSTICIA” (Dt 16, 18-20)
     Es el lema para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2019 que se celebra del 18 al 25 de enero. Desde hace ya algunos años, el Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos encargan los materiales de oración para esta semana a Iglesias y Comunidades eclesiales confesionales diversas de alguna región geográfica. En esta ocasión, para la semana de oración de 2019, se lo han pedido a las Iglesias y comunidades de la región de Indonesia.
     La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, recuerdan los obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales en su mensaje, ” Indonesia es de mayoría social musulmana y, aunque numerosas, son minoritarias las Iglesias y comunidades cristianas, que se han movilizado con fraterna solidaridad para paliar en lo posible los efectos de los seísmos”.
“ACTÚA SIEMPRE CON TODA JUSTICIA” (Dt 16, 18-20)
     Es muy aconsejable que durante los días del Octavario se invite a los fieles a releer los capítulos de este código deuteronómico, contexto bíblico que ayudará a comprender mejor y a tomar como criterio de comportamiento un tema bíblico que crea unidad y promueve concordia y reconciliación.
     La unidad de los cristianos no puede construirse al margen de la justicia, ya se haya de concebir como actuación o conducta regida por leyes justas que han de gobernar la vida social de los hombres; o bien como reconocimiento de la justicia debida a Dios en cuanto acatamiento y práctica de los mandamientos de la ley de Dios. La revelación divina manifiesta a los hombres y a los pueblos el verdadero fundamento de las leyes justas, cualesquiera que sean, que han de regir la vida social. Por esto mismo, actúa con toda justicia quien guarda los mandamientos de la ley de Dios y acata las leyes positivas de los hombres que explicitan estos mandamientos. Así, pues, para ser verdaderamente justas, las leyes y normas positivas de los hombres no han ser contrarias a la ley de Dios...

domingo, 13 de enero de 2019

DOMINGO 13 DE ENERO DE 2019, FESTIVIDAD DEL BAUTISMO DE JESÚS

«TÚ ERES MI HIJO, EL AMADO, EL PREDILECTO»


     El ciclo litúrgico de Navidad se concluye con la fiesta del Bautismo del Señor (domingo siguiente a la Epifanía), que es ya el primer domingo del tiempo ordinario. En la escena del Bautismo de Jesús, contemplamos a Jesús, ya adulto, entrando en las aguas del río Jordán para recibir el bautismo que predicaba Juan el Bautista.
     Y así llegó el día, el fruto maduro, el tiempo del estreno. Pero este Jesús hombre-Dios, tampoco ahora realizará algo espectacular para dar comienzo a su ministerio… Como uno más de aquel pueblo, como uno más entre aquellos pecadores, como uno más de aquellos que oraban al Dios buscado.
     Aparentemente nada especial, pero allí estaba todo en esa triple solidaridad de Dios que se une sin ceremonias a un pueblo, que aparece como un pecador, que tiene necesidad de orar. Y triple será también la respuesta del Padre: abrirá los cielos, bajará el Espíritu, se escuchará la confesión de un amor predilecto.
     Por Jesús, en la fila común como uno de tantos, podemos entrar en la morada de Dios, que El abrió para nosotros. Por Jesús, en la fila de los pecadores, el pecado no será la última palabra que nuestra vida podrá escuchar como algo fatal y sin salida. Por Jesús, en la fila de los que buscan a Dios para orarle y escucharle, descenderá el Espíritu como en el día primero de la creación, transformando todos nuestros caos en belleza y armonía.
     Nosotros, hermanos y discípulos de tal Señor, estamos llamados a hacer cola también, en la comunión solidaria con todos los hombres. Los cristianos también queremos ponernos en la fila. En la espera de que algo nuevo que cada día nace, pueda abrirse para todos los hombres los cielos de la luz y de la vida, y su Espíritu nos llene con su fuerza, y su Padre anuncie sobre nosotros el final de todos los lutos y orfandades, porque también cada hombre y cada mujer, somos en Jesús, amados predilectos de un Dios que nos enseña a ser humanos.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm – Arzobispo de Oviedo

LA ORACIÓN ES LUZ DEL ALMA


     El sumo bien está en la plegaria y en el diálogo con Dios, porque equivale a una íntima unión con él: y así como los ojos del cuerpo se iluminan cuando contemplan la luz, así también el alma dirigida hacia Dios se ilumina con su inefable luz. Una plegaria, por supuesto, que no sea de rutina, sino hecha de corazón; que no esté limitada a un tiempo concreto o a unas horas determinadas, sino que se prolongue día y noche sin interrupción.
     Conviene, en efecto, que elevemos la mente a Dios no sólo cuando nos dedicamos expresamente a la oración, sino también cuando atendemos a otras ocupaciones, como el cuidado de los pobres o las útiles tareas de la munificencia, en todas las cuales debemos mezclar el anhelo y el recuerdo de Dios, de modo que todas nuestras obras, como si estuvieran condimentadas con la sal del amor de Dios, se conviertan en un alimento dulcísimo para el Señor. Pero sólo podremos disfrutar perpetuamente de la abundancia que de Dios brota, si le dedicamos mucho tiempo.
     La oración es luz del alma, verdadero conocimiento de Dios, mediadora entre Dios y los hombres. Hace que el alma se eleve hasta el cielo y abrace a Dios con inefables abrazos, apeteciendo la leche divina, como el niño que, llorando, llama a su madre; por la oración, el alma expone sus propios deseos y recibe dones mejores que toda la naturaleza visible. Pues la oración se presenta ante Dios como venerable intermediaria, alegra nuestro espíritu y tranquiliza sus afectos. Me estoy refiriendo a la oración de verdad, no a las simples palabras: la oración que es un deseo de Dios, una inefable piedad, no otorgada por los hombres, sino concedida por la gracia divina, de la que también dice el Apóstol: Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
     El don de semejante súplica, cuando Dios lo otorga a alguien, es una riqueza inagotable y un alimento celestial que satura el alma; quien lo saborea se enciende en un deseo indeficiente del Señor, como en un fuego ardiente que inflama su alma.
     Cuando quieras reconstruir en ti aquella morada que Dios se edificó en el primer hombre, adórnate con la modestia y la humildad y hazte resplandeciente con la luz de la justicia; decora tu ser con buenas obras, como con oro acrisolado, y embellécelo con la fe y la grandeza de alma, a manera de muros y piedras; y, por encima de todo, como quien pone la cúspide para coronar un edificio, coloca la oración, a fin de preparar a Dios una casa perfecta y poderle recibir en ella como si fuera una mansión regia y espléndida, ya que, por la gracia divina, es como si poseyeras la misma imagen de Dios colocada en el templo del alma.
SAN JUAN CRISÓSTOMO, homilía

sábado, 5 de enero de 2019

DOMINGO 6 DE ENERO DE 2019, SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

«¿DÓNDE ESTÁ EL REY DE LOS JUDÍOS QUE HA NACIDO? ».


     El Evangelio que se lee en esta solemnidad dice: “Cuando Jesús nació en Belén de Judá, unos magos procedentes de Oriente, guiados por una estrella, entran en una casa, ven al niño con María, su madre, y postrándose le adoran, abren luego sus cofres y le ofrecen oro, incienso y mirra” (Mt.2, 1 y 9-11). ¡Precioso y encantador relato!
     En el texto evangélico de San Mateo se nos habla de “magos de Oriente” sin concretar su país, ni la nacionalidad. Es probable que se tratara de unos sacerdotes astrólogos de Arabia, dada la calidad de los regalos: incienso, oro y mirra, elementos propios de esa nación. Esto que narra el evangelista ha tenido repercusión en la tradición cristiana, como se puede ver en las catacumbas romanas, datadas en el siglo III, en los primeros tiempos del cristianismo, en las que se pueden ver pintadas en sus paredes las imágenes de estos personajes. Tertuliano les llama “Reyes magos”, expresión que hizo fortuna, al ser comúnmente válida y aceptada por todos. Más tarde, en el siglo VIII, en unos escritos atribuidos a San Beda les dan los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar.
     Los Reyes Magos reconocen y adoran al niño de Belén, hijo de María y de José, como Dios, Rey y Hombre, regalándole incienso, oro y mirra, como signo de reconocimiento y adoración llena de ternura y amor. A la luz de la Palabra de Dios, podemos afirmar que la Epifanía es una llamada a la fe. Los magos, representan a todos aquellos que buscan al verdadero Dios y que están abiertos a los signos que Él quiere dar. En este caso, el signo es la estrella, pues es el medio más acorde con su experiencia, puesto que eran astrónomos. Se significa su decisión para ponerse en camino, la firme decisión de ponerse en búsqueda y de responder a una llamada de Dios, de la que no había muchos precedentes tan nítidos, para una gente que no era de ese pueblo. Sin embargo, ellos responden activa y positivamente, mientras que ese no es el caso de Herodes y de los sacerdotes, que sí que tenían muchas señales de la presencia y acción de Dios en la Historia, puesto que conocían el testimonio de las Escrituras. Esta fiesta ha cuajado profundamente en la cultura popular cristiana. Los cristianos, a partir del siglo V, comienzan a celebrar la fiesta de los Reyes Magos, como la Epifanía o manifestación del Niño Jesús, Salvador del mundo.
     En esta Navidad hemos escuchado que nos ha nacido el Señor, el Salvador, Luz del mundo… Ese es Jesús, la mayor de las estrellas que ilumina nuestro camino y cada día que pasa luce con más fuerza. Él es la luz que no conoce ocaso y que la vemos límpida por medio de la oración, la Palabra de Dios y los sacramentos y a todos, como a los Magos, nos pone el Señor una estrella en el horizonte, nos regala una estrella que nos indica dónde encontrarlo. La estrella que más nos ilumina en estos tiempos es la de la caridad, una senda ancha y espaciosa, una autopista que nos lleva a Dios.
      Aprovechemos, como estos personajes, las señales que nos da Dios para ponernos en camino sin desanimarnos; sabemos que el camino está iluminado, pues, ¡adelante!: “El mundo moderno exige y espera de nosotros sencillez de vida, espíritu de oración, caridad para con todos, especialmente para con los pequeños y los pobres, obediencia y humildad, desapego de sí mismos y renuncia. Sin esta marca de santidad, nuestra palabra difícilmente abrirá brecha en el corazón de los hombres de este tiempo. Corre el riesgo de hacerse vana e infecunda” (Pablo VI, EN, 76).
     También es posible que, como a los Magos, de repente, la estrella se esconda. Surgen las dudas, los miedos, los interrogantes, las tentaciones para abandonar y regresar a los palacios que habíamos dejado detrás de nosotros. Calma, entonces, ¡aguardemos a que aparezca de nuevo la estrella! Dios, nunca olvida a sus amigos. Dios nunca deja al hombre perdido a su suerte. Dios, en Belén, se ha comprometido con el ser humano dándole alegría y fuerza para seguir adelante.
     Que el Señor nos conceda la fuerza, su fuerza, y el don de la fe.
+ José Manuel Lorca Planes - Obispo de Cartagena

(Dt 16, 20)

ENERO 2019

«Justicia, solo justicia has de buscar» (Dt 16, 20).
     El Libro del Deuteronomio se presenta como una serie de discursos pronunciados por Moisés al término de su vida. Este recuerda a las nuevas generaciones las leyes del Señor mientras contempla desde lejos la Tierra Prometida, hacia la cual ha guiado con valentía al pueblo de Israel.
     En este libro se presenta la «ley» de Dios en primer lugar como la «palabra» de un Padre que se preocupa de todos sus hijos. Es un camino de vida que Él da a su pueblo para realizar un proyecto de Alianza. Si el pueblo la observa fielmente, por amor y gratitud más que por miedo a los castigos, seguirá disfrutando de la cercanía y la protección de Dios.
     Uno de los modos de realizar concretamente esta Alianza, recibida como un regalo de Dios, consiste en perseguir con decisión la justicia. Quien es fiel la pone en práctica cuando recuerda con gratitud la elección que Dios ha hecho de su pueblo y evita adorar a cualquiera que no sea el Señor, pero también cuando rechaza beneficios personales que le ofuscan la conciencia ante las necesidades del pobre.
«Justicia, solo justicia has de buscan»
     La experiencia cotidiana nos plantea muchas situaciones de injusticia, incluso graves, que afectan sobre todo a los más débiles, los que sobreviven al margen de nuestra sociedad. ¡Cuántos Caínes usan la violencia contra su hermano o su hermana!
     Erradicar las desigualdades y los abusos es una exigencia de justicia fundamental, empezando por nuestro corazón y los lugares donde desarrollamos nuestra vida social. Y sin embargo, Dios no lleva a cabo su justicia destruyendo a Caín, sino que se preocupa de protegerlo para que reanude el camino (cf. Gn 4, 8-16). La justicia de Dios consiste en dar nueva vida.
     Los cristianos hemos conocido a Jesús. Con sus palabras y sus gestos, pero sobre todo con el don de la vida y la luz de la Resurrección, Él nos ha desvelado que la justicia de Dios es su amor infinito por todos sus hijos. A través de Jesús se nos abre también a nosotros el camino para poner en práctica y difundir la misericordia y el perdón, que es también fundamento de la justicia social.
«Justicia, solo justicia has de buscar»
     Este versículo de la Escritura ha sido elegido para celebrar la «Semana de oración por la unidad de los cristianos» de 2019, que en el hemisferio norte se celebra del 18 al 25 de enero. Si acogemos esta Palabra como se nos propone, podremos trabajar para buscar los caminos de la reconciliación, ante todo entre los cristianos. Luego, poniéndonos al servicio de todos, sanaremos eficazmente las heridas de la injusticia.
     Así lo experimentan desde hace años cristianos de distintas Iglesias que se dedican conjuntamente a los presos de la ciudad de Palermo (Italia). La iniciativa partió de Salvatore, miembro de una asociación evangélica: «Me di cuenta de las necesidades espirituales y humanas de estos hermanos nuestros. Muchos de ellos no tenían familiares que pudiesen ayudarlas. Se lo confié a Dios y lo hablé con muchos hermanos de mi Iglesia y de otras Iglesias». Añade Christine, de la Iglesia anglicana: «Poder ayudar a estos hermanos necesitados nos da alegría porque hace efectiva la providencia de Dios, que quiere que su Amor llegue a todos a través de nosotros», Y Nunzia, católica: «Nos ha parecido una ocasión tanto para ayudar a estos hermanos necesitados como para contribuir a anunciar a Jesús incluso mediante las pequeñas cosas materiales».
     Es un modo de realizar lo que expresó Chiara Lubich en 1998 en la iglesia evangélica de Santa Ana, en Augsburgo, durante un encuentro ecuménico:
     «[...] Si los cristianos echamos un vistazo a nuestra historia [...], no podemos dejar de sentir dolor al darnos cuenta de que esta ha consistido en muchos casos en un sucederse de incomprensiones, disputas y luchas. Ciertamente, por culpa de circunstancias históricas, culturales, políticas, geográficas y sociales..., pero también porque ha faltado entre los cristianos su elemento unificador característico: el amor.»
     «Un trabajo ecuménico será fecundo de verdad en la medida en que quienes se dedican a él vean en Cristo crucificado y abandonado que se vuelve a abandonar en el Padre, la clave para entender cualquier falta de unidad y para recomponerla. [...] Y la unidad vivida tiene un efecto [...]. Se trata de la presencia de Jesús entre varias personas, en la comunidad. "Donde están dos o tres reunidos en mi nombre -dijo Jesús-, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 20). Jesús entre un católico y un evangélico que se aman, entre anglicanos y ortodoxos, entre una armenia y una reformada que se aman. ¡Cuánta paz ya desde ahora, cuánta luz para un camino ecuménico recto!»,

Leticia Magri