TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

martes, 26 de noviembre de 2019

BARBATE CELEBRÓ SUS 50 AÑOS DE VIDA ADORADORA NOCTURNA  



     Con un emotivo Triduo Eucarístico, que comenzó el pasado 22 de noviembre, se puso fin a los actos conmemorativos por las Bodas de oro fundacionales de la Sección femenina de la Adoración Nocturna Española en Barbate, para agradecer a Dios, en esta ocasión de manera particular, los muchos años de vida adoradora nocturna cumplidos por esta Sección gaditana.
     Junto a una representación de las Secciones de San Fernando, Ceuta, del Consejo diocesano de Cádiz, asociaciones parroquiales y la de Barbate que ejerció de anfitriona, se celebró en la Parroquia de San Paulino una Vigilia de Adoración eucarística como inicio de los mismos.      
         En su homilía, D. José María, párroco de San Paulino, tras felicitarnos cordialmente por nuestro aniversario, nos  exhortó a -“seguir fiándonos del Señor y perseverar con fidelidad en la adoración a Jesús Sacramentado”.- 


domingo, 24 de noviembre de 2019

DOMINGO 24 DE NOVIEMBRE DE 2019, 34º DEL TIEMPO ORDINARIO - SOLEMNIDAD DE CRISTO REY


«ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS»



     Termina el año litúrgico con Cristo Rey del Universo con la versión de Lucas con un Jesús crucificado prometiendo la vida eterna al ladrón arrepentido, al buen ladrón.
     Tres son las palabras que destaca la originalidad de Lucas que hemos meditado en el año litúrgico que se concluye.
     Reino. El Reino de Dios es un reino de justicia de vida, de paz y de amor. Se construye el Reino cimentado sobre un crucificado de Corazón abierto, que por su amor misericordioso se deja robar su Corazón. El reino donde Cristo es Rey, tiene las Bienaventuranzas como ley, y nos lleva a vivir con los sentimientos del Corazón de Cristo, que entrega su vida por amor.
     Vida. El Reino de Dios que brota del Corazón vivo de Cristo es para la vida del mundo. La vida que trae Jesús, brota dentro de nosotros por la vida trinitaria en nuestro interior, y esta llamado al servicio de la caridad de los pobres, de los más pobres de la tierra.
     Cruz. El Reino siempre tiene sus dificultades y tensiones. Donde no hay conflictos es en los cementerios. Donde hay vida y el amor quiere hacerse realidad en nuestra sociedad, siempre existe la tensión y los conflictos, donde se busca solo la productividad y la sociedad del descarte que tanto nos repite el papa Francisco.


+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria Cáceres

VIGILIA MENSUAL EN EL ORATORIO DE LA SANTA CUEVA


sábado, 16 de noviembre de 2019

DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE DE 2019, 33º DEL TIEMPO ORDINARIO

«LLEGARÁN DÍAS EN QUE NO QUEDARÁ PIEDRA QUE NO SEA DESTRUIDA»


     Jesús nos habla de que todo lo humano se acaba, tiene fecha de caducidad. Lo único que no tiene su fin es el Amor de Dios, que nos lanza a vivir para siempre. Vivir en el asombro sin fin. Los judíos se asombraban de la belleza de un templo que el Señor dice, que como todo no quedara piedra sobre piedra. Permanece el Templo Vivo que es Cristo muerto y resucitado. No todo tiene su fin, todo lo que se vive unido al Amor del Señor permanece para siempre.
     Jesús nos insiste en vivir en el asombro, en la confianza, y en ser memoriosos, como dice el papa Francisco, camino de ser santo y feliz.
     Primero vivir en el asombro de un Amor que es la belleza de la vida. Esa belleza que salva es Cristo. Es una belleza que estamos llamados a contemplar por toda la eternidad. Tomados de la mano por los valles del cielo con nuestros seres queridos que vivimos en esta tierra contemplaremos cara a cara a nuestro Redentor. Es vivir en el gozo de un asombro que no tendrá final.
     Segundo vivir en la confianza de saber que hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados y que el Señor nos cuida más que al átomo y la rosa. Es la confianza profunda de vivir en el cuenco de sus manos, y en la herida abierta de su Corazón, poniendo nuestro nido de amor, como dice el salmo, que en el templo y Jesús, hasta el gorrión ha encontrado donde colocar sus polluelos, su auténtica confianza.

 + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria Cáceres

BODAS DE ORO DE LA SECCIÓN DE BARBATE (ANFE) - PROGRAMA


(Rm 12, 15)


NOVIEMBRE 2019

«Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran» (Rm 12, 15)

     Después de haber ilustrado a los cristianos de Roma sobre los grandes regalos que Dios ha hecho a la humanidad en Jesús y al donar el Espíritu, el apóstol Pablo indica cómo responder a la gracia recibida, sobre todo en las relaciones entre ellos y con todos.
     Pablo invita a pasar del amor por quienes comparten la misma fe, al amor evangélico, dirigido a todos los seres humanos, pues para los creyentes el amor no tiene fronteras ni se puede limitar a unos pocos.
     Un detalle interesante: en el primer lugar encontramos la alegría compartida con los hermanos. En efecto, según el gran padre de la Iglesia Juan Crisóstomo, la envidia hace mucho más difícil compartir la alegría de los demás que sus penas.
     Vivir así podría parecer una montaña demasiado impracticable de escalar, imposible de coronar. Sin embargo, es posible porque los creyentes están sostenidos por el amor de Cristo, del que nada ni nadie podrá nunca separarlos (cf. Rm 8, 35).
«Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran»
     Comentando esta frase de Pablo, Chiara Lubich escribió: «Para amar cristianamente hace falta "hacerse uno" con cada hermano [...]; entrar lo más profundamente posible en el ánimo del otro; comprender de verdad sus problemas, sus necesidades; compartir sus sufrimientos y alegrías; inclinarse sobre el hermano; hacerse en cierto modo él, hacerse el otro. Esto es el cristianismo; Jesús se ha hecho hombre, se ha hecho hombre para hacernos a nosotros Dios; de ese modo el prójimo se siente comprendido, aliviado»[1] 1.
     Es una invitación a ponerse «en el pellejo del otro» como expresión concreta de una caridad verdadera. Quizá el amor de una madre sea el mejor ejemplo para ilustrar la práctica de esta Palabra: la madre sabe compartir la alegría con el hijo que goza y el llanto con el que sufre, sin juicios ni prejuicios.
«Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran»
     Para vivir el amor con esta dimensión, sin cerrarnos en nuestras preocupaciones, en nuestros intereses o en nuestro mundo, hay un secreto: reforzar la unión con Dios, la relación con Aquel que es la fuente misma del Amor. Se dice que la copa de un árbol suele estar en proporción al diámetro de sus raíces. Así nos sucederá también a nosotros: si día a día hacemos crecer en profundidad nuestra relación con Dios, también en nosotros crecerá el deseo de compartir la alegría y llevar los pesos de quienes están a nuestro lado; nuestro corazón se abrirá y se hará cada vez más capaz de contener todo lo que vive en el momento presente el hermano que tenemos al lado. A su vez, el amor al hermano nos hará entrar aún más en la intimidad con Dios.
     Viviendo así veremos un cambio en los lugares donde estamos, comenzando por las relaciones familiares, en la escuela, en el trabajo y en comunidad, y experimentaremos con gratitud que, más pronto o más tarde, el amor sincero y gratuito vuelve y se hace reciproco.
     Esta es la fuerte experiencia de dos familias, una cristiana y una musulmana, que han compartido dificultades y momentos de esperanza. Cuando Ben cae gravemente enfermo, Tatiana y Paolo están en el hospital con su mujer, Basma, y sus dos hijos hasta el final. Aun en medio del dolor por haber perdido a su marido, Basma reza con sus amigos cristianos por otra persona gravemente enferma, con su esterilla dirigida a La Meca. Dice: «La alegría más grande es sentirse parte de un solo cuerpo donde cada uno tiene en el corazón el bien del otro».

Leticia Magri


[1] 1 C. LUBICH, El amor recíproco: núcleo fundamental de la espiritualidad de la unidad, congreso de los ortodoxos, Castel Gandolfo 30-3-1989, p. 4.

sábado, 9 de noviembre de 2019

DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE DE 2019, 32º DEL TIEMPO ORDINARIO

«NO ES DIOS DE MUERTOS, SINO DE VIVOS»


     Nos vamos acercando al final del año litúrgico y la madre Iglesia nos propone lo que se llaman los novísimos, lo que San Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales sintetiza como muerte, juicio y salvación o condenación. Es nuestra fe expresada en el Credo, creo en la vida eterna y en la resurrección de los muertos.
     Los saduceos que no creen en la resurrección de los muertos van a poner a Jesús en una prueba que solían argumentar para salirse con las suyas. Aquella mujer que estuvo casada con siete hermanos, ¿en la vida eterna de quién será?
     Jesús responde con tres afirmaciones que demuestran su profunda sabiduría y expresan la fe de la Iglesia.
     Primero aceptando que se puede dar el argumento demoledor de los saduceos, Jesús dice que en el cielo, El será el único Esposo de todos.  Camino de la vida verdadera. Nos sitúa en la realidad de que en el cielo no habrá las relaciones que existen en la tierra, aunque resuciten los cuerpos. El cielo no es la tierra dos. Es otra realidad y dimensión por tanto no podemos aplicar los baremos terrenales. Seremos como ángeles del cielo, aunque resucitaran los muertos. No solo creemos en la inmortalidad del alma, sino que también en el juicio final resucitaran nuestros cuerpos para siempre, pero ya sin la dimensión del creced y multiplicaros.
     Segundo el Señor explica su propia resurrección con el ejemplo de Moisés con la zarza ardiendo. Su cuerpo resucitara y su corazón ardiente vive para siempre. Es un Dios de vivos no de muertos. Como decimos en la Pascua, resucito de veras mi amor y mi esperanza. La resurrección de los muertos tiene su inicio en la resurrección de Cristo que como cabeza nos espera en el cielo, y si somos su cuerpo, resucitaremos con El.
     Por ultimo afirmamos la fe completa cuando decimos que los muertos resucitaran y como se decía en el antiguo ritual de exequias en esta carne mía contemplare a Dios mi Salvador, yo mismo lo veré y en esta carne mía contemplare a Dios mi Salvador.


+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria Cáceres


viernes, 1 de noviembre de 2019

TODOS LOS SANTOS Y DÍA DE LOS DIFUNTOS


Las dos celebraciones nos sitúan ante el misterio de la muerte y nos invitan a renovar nuestra fe y esperanza en la vida eterna.

     En la fiesta de Todos los Santos celebramos los méritos de todos los santos. Eso significa sobretodo celebrar los dones de Dios, las maravillas que Dios ha obrado en la vida de estas personas, su respuesta a la gracia de Dios, el hecho de que seguir a Cristo con todas las consecuencias es posible. Una multitud inmensa de santos canonizados y otros no canonizados. Ellos han llegado a la plenitud que Dios quiere para todos. Celebramos y recordamos también la llamada universal a la santidad que nos hace el Señor: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48).
     En el Día de Difuntos, la Iglesia nos invita a rezar por todos los difuntos, no sólo por los de la familia o los seres más cercanos, sino por todos, incluyendo especialmente a aquellos de los que nadie hace memoria. La costumbre de orar por los difuntos es tan antigua como la Iglesia, pero la fiesta litúrgica se remonta al 2 de noviembre de 998 cuando fue instituida por san Odilón, monje benedictino y quinto abad de Cluny en el sur de Francia. Roma adoptó esta práctica en el siglo XIV y la fiesta se fue expandiendo por toda la Iglesia. En este día contemplamos el misterio de la Resurrección de Cristo que abre para todos el camino de la resurrección futura.
     En estos días, una de nuestras tradiciones más arraigadas es la visita a los cementerios para cumplir con los familiares difuntos. Momento de oración, momento para el recuerdo de los seres queridos que nos han dejado, momento de reunión familiar
     Estas tradiciones y costumbres tan nuestras se ven desde hace algún tiempo invadidas por las que llegan de otros lugares, que son popularizadas por el cine y la televisión y que parecen teñidas de superficialidad y consumismo. No es mi intención minusvalorarlas, pero sería una lástima que un planteamiento meramente lúdico entre la broma y el terror a base de calabazas, calaveras, brujas, fantasmas y otros seres terroríficos, acabe desplazando las seculares tradiciones de nuestra tierra, más fundamentadas en la convivencia y el encuentro festivo con la familia y los seres queridos; en la oración por nuestros difuntos, y en la contemplación de Dios, el Santo, que nos llama a la perfección.

+ Josep Àngel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa. (De una carta Pastoral)