TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

sábado, 27 de abril de 2019

DOMINGO 28 DE ABRIL DE 2019, DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA

«¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!»... «BIENAVENTURADOS LOS QUE CREAN SIN HABER VISTO»



     Solo poniendo a Jesús en medio de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra comunidad renace la vida. Sin Jesús no hay salida, seguiremos siendo cristianos de puertas cerradas por nuestros miedos e incoherencias. Tres son las claves de la transformación de los apóstoles por la presencia viva de Jesús en medio.
     Primero es necesario estar unidos al unísono con el Corazón de Jesús que nos hace caminar y madurar en una fe viva, una esperanza cierta qué nos lanza a vivir de la caridad. Es en el cenáculo donde con Jesús en la Eucaristía se pone en medio de la comunidad de los apóstoles que heridos por el pecado y el escándalo de la cruz deben recuperar la esperanza de que Dios sigue vivo y actuando plenamente en nuestro mundo y nuestra tierra.
     Segundo estar con la comunidad es no perderse las gracias fraternales y comunitarias qué solo se reciben unidos en comunidad. Abierto a los hermanos. Sembrando comunión pues siempre es infinitamente más lo que nos une que lo que nos separa. Sembremos comunión y recogeremos fraternidad y vida de justicia y santidad. El cenáculo será siempre para la Iglesia y para todos, el nacimiento a una vida nueva y entregada como servicio a los más pobres y necesitados.
     Por ultimo a los ocho días se presenta en medio y les muestra las llagas de su cuerpo. Hablan de amor y vida entregada. Es necesario afirmar en la fe que el Resucitado es el crucificado del viernes santo.
     Jesús nos presenta su costado abierto como cantó el poeta. “El viene con tres heridas; la del amor, la de la muerte y la de la vida”. Es necesario vivir el cenáculo para salir a evangelizar, a decirle a cada persona que nos encontremos en nuestro camino, tú eres precioso para Dios.

+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres


“Sin la resurrección, vana sería la vida del hombre y de la humanidad”
     
     
     ¡Feliz Pascua!,queridos amigos, ¡Cristo ha resucitado!
     
     Cada día de esta Octava Pascual que culmina con el Domingo de la Divina Misericordia forma parte del Día grande, la Pascua, y es razón de felicitarnos con todo el gozo de sabernos tan amados por Dios.
     Deseo para todos vosotros que la alegría de la Pascua y la exuberante acción de gracias que provoca en nosotros llene vuestros corazones de esperanza para vivir la vida con el gozo de Dios que estimula la entrega más noble y generosa.
     La gran noticia para el mundo es que Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, ha resucitado. Este acontecimiento único marca la historia de la humanidad, puesto que la renueva por dentro. Desde ahora es una nueva creación. También hoy sigue siendo la mejor noticia. Sin la resurrección vana sería la vida del hombre de la humanidad. En el siglo XXI los cristianos, testigos de este hecho, lo proclamamos al mundo.
     El Señor Jesús está vivo y reina glorioso para siempre por su victoria sobre el pecado y sobre la muerte. ¡Alegrémonos porque Cristo ha resucitado!

domingo, 21 de abril de 2019

EN LA NOCHE DE PASCUA


DOMINGO 21 DE ABRIL DE 2019, PASCUA DE RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

«SE HAN LLEVADO AL SEÑOR Y NO SABEMOS DÓNDE LO HAN PUESTO»


     El domingo de resurrección no termina la celebración de la Pascua, EMPIEZA. Permanezcamos como testigos gozosos de la vida en medio de un mundo cotidiano que sufre demasiadas muertes.
     Lo que celebramos los cristianos es la pascua, el paso, de una muerte a la vida. Lo cual, no termina el domingo de resurrección, sino que precisamente empieza, o mejor dicho, nunca terminó. De modo que, no suframos operaciones retorno, no regresemos de lo que en estos días hemos visto y oído, sino que permanezcamos ahí como testigos gozosos de la vida, en medio de un mundo cotidiano que sufre en demasiadas muertes.
    El Evangelio del domingo de pascua trae un curioso protagonista: el sepulcro, que hasta 7 veces se reseña, y los personajes se mueven en torno a él: van, vienen, vuelven, miran, se detienen, pasan... Aquel sepulcro no era un tumba cualquiera. Para unos, como los sumos sacerdotes y los letrados, el sepulcro era el final de la pesadilla que para ellos tal vez fue Jesús. Para otros, como Pilato, tal vez el final de un susto que le puso contra las cuerdas haciendo peligrar su poltrona política. Para otros, finalmente, como los discípulos, el sepulcro era su pena, su escándalo, su frustración. Es posible que, recordando tantas palabras de su Maestro, aún mirarían aquel lugar con una débil esperanza... por si acaso.
    Pero llegó Magdalena, y al ver aquello así, abierto y sin Jesús, pensó lo más natural: que alguien había robado el cadáver. Y comunicado a los Apóstoles, corrieron para ver. El discípulo a quien Jesús quería, vio y creyó. Y comenzaron a entender la Escritura, a reconocer como verdad lo que ya les había sido otras veces anunciado: que Jesús resucitaría. No hay espacio ya para el temor, porque cualquier dolor y vacío, cualquier luto y tristeza, aunque haya que enjugarlos con lágrimas, no podrán arañar nuestra esperanza, nuestra luz y nuestra vida... Porque Cristo ha resucitado, y en Él, como en el primero de todos los que después hemos seguido, se ha cumplido el sueño del Padre Dios, un sueño de bondad y belleza, de amor y felicidad, de alegría y bienaventuranza. El sueño que Él nos ofrece como alternativa a todas nuestras pesadillas.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm - Arzobispo de Oviedo

sábado, 13 de abril de 2019

DOMINGO 14 DE ABRIL DE 2019, DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

«EN VERDAD TE DIGO:  HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO»


     La pasión según Lucas tiene matices y sugerencias que hablan del evangelio de la misericordia, del evangelizador, del catequista, del misionero. Se podría sintetizar en tres palabras claves: Jesús, Misericordia y Asombro.    
     Aparece en la pasión el Jesús humano que nos enamora y seduce a todos. El que contempla el buen ladrón en la puerta de la muerte y que le roba el Corazón a Jesús. Hoy estarás conmigo en el paraíso. Curiosamente los apóstoles y discípulos le llaman maestro, Señor, hijo de Dios...los pobres y pecadores sencillamente Jesús. Jesús significa Yahvé salva. Su amor es incondicional. Abre su corazón como puerta de entrada donde solo caben los pequeños y humildes que confiesan sus pecados.
     La segunda palabra es Misericordia. Lucas es la pasión de la misericordia. Presenta en todas las escenas el Corazón ilimitadamente bueno de Cristo. No se ve ningún gesto de amargura. Es bueno Jesús siempre y con todos. En la pasión el Señor encuentra la oveja perdida, acoge en su Corazón al hijo prodigo que vuelve a casa herido por la vida. Se alegra con lo pequeño cuando es encontrado y abrazado, como aquella mujer con la moneda insignificante perdida y que se llena de alegría, y como misionera de la misericordia se lo cuenta a todo el mundo.
     Por último es la pasión del asombro de todos los que entran en contacto con El, sobre todo por su bondad tan divina y humana. Acoge y perdona. Reza en su dolor al Padre y comprende a sus amigos dormidos y cansados por tanto dolor padecido. Asombro de un amor incondicional que se entrega y da la vida en todo y por amor a todo.
     Según Lucas la pasión de Cristo es la de un amor total y verdadero llamado Jesús.

+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

REFLEXIONES PARA LA ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA

ABRIL: NATURALEZA DE LA ADORACIÓN NOCTURNA

ESCUELA PRÁCTICA  DE ORACIÓN PARA  APRENDER A AMAR COMO RAZÓN DE VIVIR

     Arrancamos el segundo trimestre del año. Salidos del invierno tan propicio al recogimiento –aunque a veces, al encogimiento-  se nos ha venido la primavera, que nos incita a salir de nosotros mismos y a abrir nuestros sentidos al gozo de la belleza a raudales y al resurgir de la vida. Siempre y en todo lugar hemos de dar gracias a Dios. Como lo hace todo el universo.  Qué hermoso es considerar, cuando en el turno de vela, cantamos o recitamos el salmo 19, sentirnos unidos a toda la Creación, poniendo voz y corazón a lo que proclama el universo:

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.


LA MARAVILLA DE LA ORACIÓN

      No es otra cosa orar, sino levantar el corazón a Dios para alabarle o  para pedirle mercedes, como nos enseñaban en la doctrina cristiana.
     No  nos cansaremos de agradecer la publicación del  Catecismo de la Iglesia Católica. Ya no nos escusa el “doctores tiene la Iglesia que le sabrán responder”. Han puesto en nuestras manos todo lo que constituye el depósito de  la Fe.
     Continuando con lo escrito en marzo, es una maravilla leer atentamente  todo lo que nos enseña en la parte IV sobre la oración. Detengámonos en estos dos puntos y caeremos en la cuenta de la inconmensurable dignidad humana que Dios nos otorga cuando entramos en cualquier tipo de oración:

1º Es alianza con Dios

(2564) La oración cristiana es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo. Es acción de Dios y del hombre; brota del Espíritu Santo y de nosotros, dirigida por completo al Padre, en unión con la voluntad humana del Hijo de Dios hecho hombre.

2º Es comunión con Dios

(2565) En la nueva Alianza, la oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo. La gracia del Reino es “la unión de la Santísima Trinidad toda entera con el espíritu todo entero” (San Gregorio Nacianceno, Oratio 16, 9). Así, la vida de oración es estar habitualmente en presencia de Dios, tres veces Santo, y en comunión con Él. Esta comunión de vida es posible siempre porque, mediante el Bautismo, nos hemos convertido en un mismo ser con Cristo (cf Rm 6, 5). La oración es cristiana en tanto en cuanto es comunión con Cristo y se extiende por la Iglesia que es su Cuerpo. Sus dimensiones son las del Amor de Cristo (cf Ef 3, 18-21).

NECESITADOS DE SILENCIO

     De sobra sabéis que son tres los tipos de oración. La oración vocal, la meditación y la contemplación. Además del ofrecimiento de obras, que convierte en oración todo lo que hacemos durante el día.
Existen diferencias entre esos tres tipos de oración como abordaremos en la próxima reflexión de mayo, Pero también los tres están relacionados entre sí.
     Curiosamente las  tres necesitan inexcusablemente del silencio. No es posible la oración en el alboroto en que estamos inmersos. Hay una dictadura del ruido.  Silencio externo. Qué difícil es rezar en medio del barullo.  En un libro admirable del cardenal Robert Sarah titulado La fuerza del silencio y que os recomiendo vivamente, lleva por subtítulo “Frente a la dictadura del ruido”. Vivimos bajo la dictadura del ruido que no solo nos imposibilita el encuentro con Dios, sino que no nos deja encontrarnos con nosotros mismos. El silencio y la penumbra de las iglesitas románicas es el espacio propicio para encontrarnos en presencia de Dios, espacio que podemos propiciar dentro de nosotros mismos, sin salir de nosotros mismos. Silencio exterior y silencio interior. Controlar las distracciones
     Estamos en el momento sublime de la consagración y la mente se nos va hacia el descalabro de la política, la dureza de los garbanzos, el regalo para el nieto, y otros mil insignes afanes, en nada congruentes con la muerte de Jesús en la Cruz. Y así en todo. El silencio es el requisito  para el encuentro con quien sabemos nos ama. La imaginación, como loca de la casa, ya se encarga de las mil distracciones que impiden estar a solas con nuestro Dios. 
     Es en el silencio donde Dios nos habla, donde podemos escuchar lo que Dios nos dice.
     Para orar Se requiere soledad y silencio: TACE, escribe Don Luis, CALLA.

NUESTRA PARTICIPACIÓN EN LA ORACIÓN:

     La persona debe poner su deseo y su disposición, principalmente su actitud de silencio (apagar ruidos exteriores e interiores).  El silencio aún no es contemplación, pero es el esfuerzo que Dios requiere para dársenos y transformarnos.  Además, orar se aprende orando, "sin desfallecer", como nos pide la Sagrada EscrituraLa única forma de aprender a orar es:  orar, orar, orar.
     Aun así, unos oran de una manera y otros de otra. A unos les es fácil la contemplación y a otros les es casi imposible. Unos meditan, otros hacen oración vocal. ¿Entonces?
     Santa Teresa de Jesús nos responde esto. Comentando el pasaje de Pedro cuando le pregunta al Señor qué será de Juan. Y el Señor le responde: "¿A ti que? Tú, sígueme" (Jn 21, 20-25):
     "Es cosa que importa mucho entender que no a todos lleva Dios por un camino, y por ventura el que le pareciere va por muy más bajo, está más alto en los ojos del Señor" [...] "Así que no porque en esta casa todas traten de oración, han de ser todas contemplativas. Es imposible. Y será gran desconsolación para la que no lo es"[...] "Yo estuve más de catorce años que nunca podía tener meditación sino junto con lección. Habrá muchas personas de este arte, y otras que, aunque sea con lección, no pueden tener meditación, sino rezar vocalmente, y aquí se detienen más... Y otras personas hay hartas de esta manera, y si hay humildad, no creo saldrán peor libradas al cabo sino muy en igual de los que llevan muchos gustos, y con más seguridad en parte; porque no sabemos si los gustos son de Dios o si los pone el demonio"[...]
     "No hay qué temer, ni hayáis miedo que dejéis de llegar a la perfección como los muy contemplativos." El protagonista de nuestra oración es Dios mismo. Nosotros, abandonarnos en Él; poner en Él toda nuestra confianza. No en el mucho saber, sino en el mucho amar. No lo olvidemos: la adoración nocturna es una escuela práctica para aprender a orar, es decir, para que nuestro corazón aprenda a vivir siempre y en todo lugar, en presencia de quien sabemos nos ama.

Preguntas para el diálogo y la meditación.

¿Por qué la oración en cualquiera de sus variedades es un reconocimiento sobrecogedor de la dignidad que Dios concede al ser humano?

¿Por qué sin el silencio no es posible ponernos en presencia de Dios?


¿En qué radica la plenitud de la oración, en la forma de oración que realicemos o en el grado de amor que alcancemos en cualquier forma de orar?

sábado, 6 de abril de 2019

DOMINGO 7 DE ABRIL DE 2019, 5º DE CUARESMA

«EL QUE ESTÉ SIN PECADO, QUE LE TIRE LA PRIMERA PIEDRA»

     Jesús va de Betania a Jerusalén y después de la oración, de madrugada, va al templo. Le traen a una mujer sorprendida en flagrante adulterio. Todos contra ella menos Jesús que siempre acoge y perdona. Nadie la mira. No les interesa nada de lo que hay en su corazón.
     Le preguntan, para que se “moje”, sobre el pecado que Moisés, citando la Ley, manda apedrear. Los fariseos quieren, a toda costa, sin escucharla y sin mirarla, comenzar a tirar piedras. Jesús calla y escribe sobre la arena.
     Tres son las actitudes que tiene Jesús como contestación al pecado del mundo.
      Primero, guarda silencio para hacerles recapacitar de su falsedad e hipocresía. Se acercan a aquella mujer sin entrañas de misericordia y como acusadores. La aplicación de la justicia es para los fariseos venganza.
     Segundo, se agacha, se pone al nivel de la mujer. Como en el cenáculo, él se pone a los pies de los pecadores, de rodillas, para escucharla. Su venganza es su Corazón misericordioso. Siempre actúa así el Señor con los pecadores, que somos todos; y quien diga que no ha pecado es un mentiroso, dice San Pablo.
     Por último, escribía sobre la arena. Nos sugiere que todo lo que se escribe sobre arena es para que se pueda borrar. El pecado no debe permanecer en nuestra vida, sino que por la constante llamada del Señor a la conversión debe perdonarse y borrarse con el dedo de su infinita misericordia.
     Jesús, sencillamente, dice que quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Comenzando por los más viejos, a los que la experiencia de la vida les hace sabios, van escabulléndose uno por uno.
     Al final, la mujer se encuentra a solas con Jesús. Le pregunta el Señor por sus acusadores. ¿Dónde están?
     La mujer y nosotros, en el encuentro con Jesús, hemos experimentado que ha sido derrumbado el acusador, el que nos acusaba siempre, como dice el salmo, hemos escapado de la trampa del cazador, la trampa se rompió y escapamos.

+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

(Jn 13, 14)

ABRIL 2019

   «Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros» (Jn 13, 14).
           
     Al recordar las últimas horas transcurridas con Jesús antes de su muerte, el evangelista Juan pone en el centro el lavatorio de pies. En el antiguo Oriente era un signo de acogida al huésped, que llegaba por caminos polvorientos, y solía realizarlo un siervo. Precisamente por eso, en un principio los discípulos se niegan a aceptar este gesto de su Maestro, pero Él al final les explica:

 «Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros».

     Con esta imagen tan significativa, Juan nos desvela completamente la misión de Jesús: Él, el Maestro y el Señor, ha entrado en la historia humana para encontrarse con cada hombre y con cada mujer, para servirnos y restablecer nuestra relación con el Padre.
     Día a día durante toda su vida terrena, Jesús se despoja de cualquier signo de su grandeza, y ahora se prepara a dar su vida en la cruz. Y precisamente en este momento entrega a sus discípulos, a modo de herencia, las palabras que más tiene en el corazón:

 «Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros».
           
     Es una invitación clara y simple; todos podemos entenderla y ponerla en práctica inmediatamente, en cualquier situación, en cualquier entorno social y cultural.
     Los cristianos, que reciben la revelación del Amor de Dios a través de la vida y las palabras de Jesús, tienen una «deuda» con los demás: imitar a Jesús acogiendo y sirviendo a los hermanos, para ser a su vez anunciadores del Amor. Como Jesús: primero amar concretamente y luego acompañar el gesto con palabras de esperanza y de amistad.
     Y el testimonio es aún más eficaz cuando dirigimos nuestra atención a los pobres con espíritu de gratuidad, rechazando en cambio comportamientos serviles hacia quienes tienen poder y prestigio. Incluso ante situaciones complejas, trágicas y que se nos escapan de las manos, hay algo que podemos y debemos hacer para contribuir al «bien»: ensuciarnos las manos sin esperar recompensa, con generosidad y responsabilidad.
     Además Jesús nos pide que testimoniemos el Amor no solo personalmente en los ambientes donde vivimos, sino también como comunidad, como pueblo de Dios, cuya ley fundamental es el amor recíproco.

 «Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros».
           
     Después de estas palabras, Jesús sigue diciendo: «Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros... Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís» (Jn 13, 15-17).
     Comentando esta frase del Evangelio, Chiara Lubich escribió: «"Dichosos seréis...”: El servicio recíproco, el amor mutuo que Jesús enseña con este gesto desconcertante es, pues, una de las bienaventuranzas que Jesús nos enseñó. [...] Entonces, ¿cómo viviremos durante este mes esta palabra? La imitación que Jesús nos pide no consiste en repetir de modo pedestre su gesto, aunque debemos tenerlo siempre delante de nosotros como un ejemplo luminosísimo e inigualable. Imitar a Jesús significa comprender que los cristianos tenemos sentido si vivimos por los demás, si concebimos nuestra existencia como un servicio a los hermanos, si planteamos toda nuestra vida sobre esta base. Entonces habremos realizado lo que a Jesús más le importa. Habremos entendido de lleno el Evangelio. Seremos realmente dichosos».


Leticia Magri