TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

miércoles, 26 de abril de 2023

REFLEXIONES PARA LA ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA

 


ABRIL ADORAR A CRISTO MUERTO Y RESUCITADO.

 Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

 LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS

    “¡Autopista para el Cielo!”

   Siempre hemos de recordar nuestra meta: el Cielo. Cristo bajó del cielo para llevarnos al cielo. En él está nuestra dicha y nuestro descanso. El cielo es nuestra verdadera patria. Y el Camino, es Jesús. Y la autopista, la Eucaristía.

     Jesús abrió el camino del cielo con su pasión, muerte y resurrección. Por su amor. Jesús, aceptó en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres. Y por eso "los amó hasta el extremo", porque Jesús hace las cosas bien hechas. Nos amó con el máximo signo de su amor: "nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos". Es lo que celebramos en torno a la Semana Santa. La cruz, la ofrenda de Jesús, nos abre un camino hacia el cielo.

     En la pasión, la humanidad de Jesús es el instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los hombres. Jesús aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres: "Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente". ¡Qué amor tan grande! Y Jesús quiso encerrarlo en un signo, en un sacramento. Es el signo de la Alianza de amor nuevo y eterno:

     Jesús hizo de la última Cena con sus Apóstoles el memorial de su ofrenda voluntaria al Padre por la salvación de los hombres: "Éste es mi Cuerpo que va a ser entregado por vosotros" "Esta es mi sangre de la Alianza que va a ser derramada por muchos para remisión de los pecados". La Eucaristía que instituyó en este momento será el memorial de su sacrificio.

     Al instituir el sacramento de la Eucaristía, Jesús anticipa e implica el Sacrificio de la cruz y la victoria de la resurrección. Al mismo tiempo, se revela como el verdadero cordero inmolado, previsto en el designio del Padre desde la creación del mundo. Situando en este contexto su don, Jesús manifiesta el sentido salvador de su muerte y resurrección, misterio que se convierte en el factor renovador de la historia y de todo el cosmos. En efecto, la institución de la Eucaristía muestra cómo aquella muerte, de por sí violenta y absurda, se ha transformado en Jesús en un supremo acto de amor y de liberación definitiva del mal para la humanidad (Sacramentum Caritatis, Benedicto XVI).

   La Escritura nos da ejemplo de cómo hacer esta adoración, uniendo la Eucaristía y la Cruz, muy especialmente en Juan, el discípulo amado. Juan le adoró en la Última Cena y en el Calvario: “Uno de ellos –el discípulo al que Jesús amaba– estaba reclinado muy cerca de Jesús” (es la postura de la amistad y de la adoración, de la confianza y del reconocimiento). Es la postura de intimidad a la que Dios nos invita esta noche. “Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: «Pregúntale a quién se refiere». Él se reclinó sobre Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién es?»” A tener un tierno coloquio de adoración y de amistad con Jesús que recién ha instituido la Eucaristía y que se ve muchas veces rechazado en Ella. Como Judas rechaza su amor.

     Juan también le adora en la Cruz, ya muerto y consumado su sacrificio, contempla y observa: “Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne. Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús.”

     Podemos pensar el gesto de partir el pan, el cuerpo de Jesús se quebró por nosotros, por nuestra salvación. Se dejó además abrir una puerta por la que pudiéramos entrar en su intimidad: “uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.”  Es el momento supremo de manifestación del Amor de Cristo. Y Juan lo ve. No sólo físicamente, sobre todo con los ojos de la fe. Como nosotros en la Eucaristía, “la fe lo suple con asentimiento”. Y adora el misterio de la misericordia de Dios que nos ha abierto una autopista para ir a Cielo:

     El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: "No le quebrarán ninguno de sus huesos". Y otro pasaje de la Escritura, dice: "Mirarán al que ellos mismos traspasaron".

   Los santos también nos animan, como el joven Carlo Acutis, recientemente canonizado. ¡Qué amor el de este adolescente a la Eucaristía! ¡Con qué seguridad vio en ella el camino hacia el Cielo!: “Prefiero quedarme en Milán porque tengo los sagrarios de las iglesias donde puedo encontrar a Jesús en todo momento y por eso no siento la necesidad de ir a Jerusalén. Tenemos a Jerusalén en casa. Si Jesús está siempre con nosotros, en todas partes donde haya una hostia consagrada, ¿qué necesidad hay de hacer una peregrinación a Jerusalén para visitar los lugares donde vivió Jesús hace dos mil años? ¡Entonces también habría que visitar los sagrarios con la misma devoción!”  “¿quién más que un Dios, que se ofrece a Dios, puede interceder por nosotros? Durante la consagración es necesario pedir las gracias a Dios Padre por los méritos de su Hijo unigénito Jesucristo, por sus santas llagas, su preciosísima sangre y las lágrimas y los dolores de María Virgen, que al ser su madre, puede interceder por nosotros mejor que nadie”.

     Como él repetía muchas veces:

LA EUCARISTÍA, MI AUTOPISTA PARA EL CIELO

Preguntas para el diálogo y la meditación.

¿Cuándo fue la última vez que pensé en el Cielo?

¿He hecho de la Eucaristía -adoración, comunión- mi camino de santificación?

¿Tengo amistad, confianza, intimidad con Jesús?

¿Tengo un crucifijo que me acompañe, al que besar?


CONVOCANDO VIGILIA GENERAL

 

domingo, 9 de abril de 2023

domingo, 2 de abril de 2023

INDULGENCIA PLENARIA Y EL SANTO TRIDUO PASCUAL

     Durante la Semana Santa podemos ganar para nosotros o para los difuntos el don de la Indulgencia Plenaria si realizamos algunas de las siguientes obras establecidas por la Santa Sede.

obras que gozan del don de la indulgencia plenaria en semana santa

Jueves Santo

1.- Si durante la solemne reserva del Santísimo Sacramento, que sigue a la Misa de la Cena del Señor, recitamos o cantamos el himno eucarístico del "Tantum Ergo" ("Adorad Postrados este Sacramento…").

2.- Si visitamos por espacio de media hora el Santísimo Sacramento reservado en el Monumento para adorarlo.

Viernes Santo

1.- Si asistimos piadosamente a la Adoración de la Cruz en la solemne celebración de la Pasión del Señor.

Sábado Santo

1.- Si rezamos juntos el Santo Rosario.

Vigilia Pascual

1.- Si asistimos a la celebración de la Vigilia Pascual (Sábado Santo por la noche) y en ella renovamos las promesas de nuestro Santo Bautismo. 

 CONDICIONES:

     Para ganar la Indulgencia Plenaria además de haber realizado la obra enriquecida se requiere el cumplimiento de las siguientes condiciones:

a.- Exclusión de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial.

b.- Confesión sacramental, Comunión eucarística y

c.- Oración por las intenciones del Sumo Pontífice.

     Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de la ejecución de la obra enriquecida con la Indulgencia Plenaria; pero conviene que la comunión y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se realicen el mismo día en que se cumple la obra.

     Es oportuno señalar que con una sola confesión sacramental pueden ganarse varias indulgencias. Conviene, no obstante, que se reciba frecuentemente la gracia del sacramento de la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón. En cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Santo Padre sólo se gana una Indulgencia Plenaria.

     La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y Avemaría; pero se concede a cada fiel cristiano la facultad de rezar cualquier otra fórmula, según su piedad y devoción.