Espiritualidad Católica como fuente testimonial. Tras el reconocimiento de nuestro carisma cristiano, buscamos ser consecuentes y por lo tanto expandir el Evangelio de Cristo en nuestra sociedad.
TIEMPOS LITURGICOS
jueves, 28 de abril de 2022
sábado, 23 de abril de 2022
(Mc 16, 15)
ABRIL 2022
«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16, 15).
El
Evangelio de Marcos reserva las últimas palabras de Jesús Resucitado a
una única aparición de Él a los apóstoles.
Estos están sentados a la mesa, como los
habíamos visto a menudo con Jesús ya desde antes de su pasión y muerte, pero esta
vez la pequeña comunidad está marcada por el fracaso: han
quedado once en lugar de los doce que Jesús había escogido, y en el
momento de la cruz alguno de los presentes lo había negado y muchos habían
huido. En este último y decisivo encuentro, el
Resucitado los reprende por haber cerrado el corazón a
las palabras de quienes habían dado testimonio de la resurrección (cf.
Mc 16,9-13). pero
al mismo tiempo confirma su elección: a
pesar de que son frágiles, les encomienda precisamente a
ellos que anuncien el Evangelio, esa Buena
Noticia que es Él mismo, con su vida y sus palabras.
Después
de este solemne discurso, el Resucitado vuelve al Padre, pero al mismo tiempo
«permanece» con sus discípulos y les confirma sus palabras
con signos prodigiosos.
«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación».
Así pues, la
comunidad que Jesús envía a continuar su misión no es
un grupo de personas perfectas, sino más bien llamadas ante todo a «estar» con
Él (cf. Mc 3, 14-15) a
experimentar su presencia y su amor paciente y misericordioso. Luego, solo en
virtud de esta experiencia, los envía a «proclamar a toda la creación» esta
cercanía de Dios. Y está
claro que el éxito de la misión no depende de sus capacidades personales, sino
de la presencia del Resucitado, que él mismo encomienda a
sus discípulos y a la comunidad de los creyentes, en la cual crece el Evangelio
en la medida en que es vivido y anunciado[1].
Por tanto, lo que podemos hacer nosotros como
cristianos es gritar el amor de Dios con nuestra vida y con
nuestras palabras, saliendo de nosotros mismos con valentía y generosidad, para
ofrecer a todos con delicadeza y respeto los
tesoros del Resucitado, que abren los corazones a la
esperanza.
«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva
a toda la creación».
Se
trata de dar siempre testimonio de Jesús y nunca de nosotros mismos;
incluso de «negarnos» a nosotros mismos, de «menguar» para que Él crezca. Hay
que hacer sitio en nosotros a la fuerza de su Espíritu, que empuja a la
fraternidad: «[…] Debo seguir al Espíritu Santo, el cual, cada vez que me
encuentro con un hermano o hermana, me pone en actitud de "hacerme
uno" con él o con ella, de servirles con perfección; me da la fuerza de
amarlos si son en cierto modo enemigos; me llena el corazón de misericordia
para saber perdonar y poder entender sus necesidades; me lleva a comunicar con
diligencia, cuando llega el momento, las cosas más bellas de mi alma. A través
de mi amor se revela y se transmite el amor de Jesús. […] Con
este y por este amor de Dios en el corazón podemos llegar lejos y hacer
partícipes de nuestro descubrimiento a muchas otras personas […] hasta
que el otro, dulcemente herido por el amor de Dios en nosotros, quiera
"hacerse uno" con nosotros, en un intercambio recíproco de ayudas, ideales,
proyectos y afectos. Solo entonces podremos dar la palabra, y será un don, en
la reciprocidad del amor»[2].
«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación».
«A
toda la creación»: es una perspectiva que nos
hace conscientes de nuestra pertenencia al gran mosaico de la creación y de la
cual somos especialmente sensibles hoy. En este nuevo camino de la humanidad,
los jóvenes son en muchos casos una punta de lanza; siguiendo el estilo del
Evangelio, confirman con los hechos lo que anuncian con palabras.
Robert, de Nueva Zelanda, compare su
experiencia en la web[3]:
«Una actividad en curso en nuestro territorio apoya la recuperación
del puerto de Porirua, en la parte meridional de la región de Wellington, en
Nueva Zelanda. Esta iniciativa ha implicado a las autoridades locales, la
comunidad católica maorí y la tribu local. Nuestro objetivo es apoyar a esta
tribu en su deseo de liderar la recuperación del puerto, asegurar que las aguas
discurran limpias y permitir la recogida de moluscos y la pesca habitual sin
miedo a la contaminación. Estas iniciativas han tenido éxito y han creado un
nuevo espíritu comunitario.
El desafío es evitar que se quede en algo
pasajero y mantener un plan a largo plazo que preste ayuda y apoyo y marque la
diferencia sobre el terreno».
[1]
Cf. CONCILIO VATICANO II,
constitución dogmática Dei Verbum sobre la Divina Revelación, 8.
[2]
C. Lubich, Palabra de vida,
junio de 2003: Ciudad Nueva 399 (6/2003). pp. 24-25.
[3]El texto íntegro de esta y otras experiencias
está en varios idiomas en: http://www.unitedproject.org/workshop.
jueves, 14 de abril de 2022
DEL BLOG DEL OBISPO
MI MENSAJE AL INICIO DE LA SEMANA SANTA.
Identificarnos con los sufrimientos de Cristo en la Pasión
Ha terminado la cuaresma, tiempo de
conversión interior y de penitencia, y ha llegado el momento de conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Ahora
empieza la Semana
Santa,
llamada “Semana Mayor”
o “Semana Grande”,
por la importancia que tiene para los cristianos el celebrar el misterio de la
Redención de Cristo, quien por su infinita misericordia y amor al hombre,
decide libremente tomar nuestro lugar, morir por nosotros, y redimirnos de
nuestros pecados. Tenemos
la oportunidad de vivir en profundidad los eventos centrales de la Redención, de revivir el misterio pascual, el gran misterio de la fe.
Después de la entrada triunfal en Jerusalén,
asistiremos a la institución de la Eucaristía, oraremos
junto al Señor en el Huerto
de los Olivos y le acompañaremos por el doloroso camino
que termina en la Cruz.
Contemplaremos también a María —una Madre desconsolada
pero que sigue confiando en Dios—, que al pie de la Cruz, le da su “sí” al
cumplimiento de la voluntad de Dios.
Este es el momento para hacer un alto en camino cotidiano, contemplar detenidamente el
misterio pascual y vivirlo
con recogimiento interior,
con una actitud activa, es decir, con el corazón dispuesto a volver a Dios y el ánimo de lograr un verdadero dolor
de nuestros pecados y un sincero propósito de enmienda para corresponder a
todas las gracias obtenidas por Jesucristo.
La Semana Santa no
pretende ser simple recuerdo de un hecho histórico, aunque sea tan importante como el de la muerte y Resurrección del Señor,
sino que aspira a introducirnos en la
contemplación del amor de Dios que permite el sacrificio de su Hijo, en el dolor de Jesús crucificado, en la
esperanza de reconocer a Cristo que vuelve a la vida y nos trae el júbilo de su
Resurrección […]
La Resurrección del Señor nos
abre las puertas a la vida eterna, su triunfo sobre la muerte es la victoria
definitiva sobre el pecado.
Resucitar en Cristo es volver a las fuentes de nuestro bautismo y salir de las
tinieblas del pecado para vivir reconciliarnos con Dios en la gracia divina que
nos otorgan la penitencia y los sacramentos. Es recuperar la dignidad de los hijos de Dios que
Cristo nos alcanzó con la Resurrección.
Contemplemos el misterio pascual agradeciendo a Dios su amor
infinito por nosotros haciendo propósitos para vivir como verdaderos
cristianos.
+ Rafael, Obispo de Cádiz y Ceuta