TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

domingo, 26 de mayo de 2019

DOMINGO 26 DE MAYO DE 2019, 6º DE PASCUA

«EL QUE ME AMA GUARDARÁ MI PALABRA, MI PADRE LO AMARÁ, Y VENDREMOS A ÉL»



     Jesús habla del Espíritu Santo que como Señor y dador de vida tiene como paráclito, otro abogado defensor, la de ir formando en nosotros los sentimientos del Corazón de Cristo.
     A través de los siete dones facilita la vida cristiana, la vida interior, para que seamos santos e irreprochables ante El por el amor. Los dones son regalos para amar con su mismo corazón. A través de los frutos reconocemos la acción de la Trinidad en nosotros que es amor, alegría, paz y magnanimidad. Los frutos son la prueba de algodón de la presencia del Dios que recrea y enamora.
     Tres son las afirmaciones de Jesús sobre el Espíritu Santo:
  1. Nos recuerda el amor total y absoluto de quien se entregó por nosotros a la muerte, y una muerte de cruz. Olvidar una historia mal hecha por nuestra parte y traer a la memoria todos los benéficos, que esa la historia de salvación aplicada a nuestra vida, como la respuesta del Amor de Dios, su misericordia ante nuestros pecados. Es el Espíritu Santo el que tiene la misión de vivir en la memoria permanente de tanto amor recibido y en el olvido de lo que no nos deja vivir cantando las misericordias del Señor.
  2. Todo lo hace nuevo. El Padre crea, Cristo resucitado con su Espíritu recrea una vida nueva vivida con un corazón nuevo el mismo Corazón de Cristo. Ese corazón nuevo es fruto de los dones del Espíritu Santo.
  3. Por último es el Espíritu de Jesús el que desde el Padre nos envía el Señor resucitado a la diestra del Padre y nos lanza a la misión de ir por el mundo evangelizando. No nos podemos callar todo lo que hemos recibido. Es preciso salir por los caminos a contárselo a todo el mundo. No quedarnos en la tristeza de la queja de no hacer nada. Es necesario dejarse y darse, como los santos que se han dejado en las manos del Padre y desde su pobreza se han dado a quien siempre tiene abierto el Corazón sirviendo en las periferias.

+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

VIGILIA MENSUAL EN EL ORATORIO DE LA SANTA CUEVA


domingo, 19 de mayo de 2019

DOMINGO 19 DE MAYO DE 2019, 5º DE PASCUA

«OS DOY UN MANDAMIENTO NUEVO: AMAOS COMO YO OS HE AMADO»


          El fruto de Cristo Resucitado es el Espíritu Santo que nos lanza a vivir en la caridad. La clave es siempre vivir con los sentimientos del Corazón de Cristo y esto no se puede realizar sin el Espíritu Santo, que nos ayuda para aterrizar en la caridad, que se hace servicio en los que sufren.
     En el cenáculo con Cristo muerto y resucitado, en la Eucaristía, estamos llamados a vivir la caridad con estas claves. Primero ser de Dios. Este es el fruto de la unión con Dios, tener los sentimientos de su Corazón, ser de Dios, pertenecerle en la vida y en la muerte. Vivir con la inmensa alegría de que somos de la Trinidad. De un amor total. De una alegría que no tiene final. Ser de Dios es la fuente de la caridad. Es de su Corazón abierto, de donde brota la fuente de la salvación.
     Segundo, del cenáculo aprendemos de su Corazón a no ser de uno mismo. Es en el olvido de si, el inicio y la culminación de toda santidad. Mientras que no recibamos esta gracia que debemos pedir, de olvidarnos de nosotros mismos estaremos en el balbuceo de la vida cristiana. Es necesario acudir y recurrir a la Misericordia del Señor para la transformación de nuestro corazón, que no se realizara sin el olvido de sí, es decir, si no somos de nosotros mismos, que es la manera de vivir la caridad con todos. Es ser buenos con todos y siempre. Esta es la clave de la santidad que brota del cenáculo, de la lógica, del don.
     Tercero, ser para los demás. En el cenáculo Jesús siempre se arrodilla a los pies de la humanidad. Nos lava con su sangre. Nos recuerda tener caridad con los pobres, con los que sufren. Todo discípulo de Jesús es trasformado por el Espíritu Santo para ser caridad y ser para los demás. Amar a todos y amar siempre.   Magnifico programa de vida. No irnos por las ramas. La prueba de algodón de que uno está en las entrañas de misericordia del Señor, es cuando somos capaces de vivir con corazón bueno como él. Aquí tenemos en el cenáculo en este domingo de pascua las claves de la santidad; ser de Dios, no ser de uno mismo y ser para los demás.

+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres 

sábado, 18 de mayo de 2019



Queridos adoradores de Cristo Eucaristía

     Para un enamorado todo es razonable, nada es locura. Para quien no tiene amor, todo es exagerado o inútil, ningún esfuerzo merece la pena. El amor puede con todo obstáculo. El desamor es en sí mismo el mayor obstáculo y no sabe, no puede, no quiere luchar. El amor gana batallas; el desamor ni se plantea la lucha, se desanima ante cualquier limitación...
     Podríamos seguir, pero creo que ya me vais pillando la idea. Si estamos verdaderamente enamorados de Jesucristo, que quiso quedarse con nosotros para siempre en la Eucaristía, no hay edad, no hay cansancio ni rutina y el hastío no existe. Por el contrario, pasarán los días del mes y estaremos deseando la llegada de la vigilia, no habrá frío ni calor, ni sueño ni cansancio. Nada nos detendrá a la hora de ir al encuentro con el Amado.
     En mis más de 50 años de adoración nocturna he conocido gente enamorada; algunos están ya en el cielo en la -esa sí- adoración perpetua, propiamente dicha. Estos enamorados eran, o son, gente a la que la sonrisa del corazón les rebosaba por la boca, gente encantadora cuyo ejemplo es incontestable. Mirándoles no valen los argumentos del desamor: soy mayor, me duelen las rodillas,... Ellos no hablan nunca de sus achaques sino del Amor de los amores que les espera en la noche en audiencia privada. Y nos muestran a todos los adoradores la raíz verdadera de lo que le pasa a la Adoración Nocturna: ¡No somos mayores!¡No somos pocos! ¡No estamos cansados ni artríticos! A la Adoración Nocturna lo que le pasa es que los adoradores nos hemos olvidado del Amor y las vigilias se han anquilosado en la rutina.
     Creo sinceramente que hemos de mirar dentro de nosotros mismos y que esa mirada hemos de hacerla, con valentía y con sinceridad, solos ante el Sagrario. Lo primero es tomar conciencia de que el problema no está lejos de todos y cada uno de nosotros, sino dentro. Él nos está esperando para decírnoslo personalmente y sentar las bases del remedio. Es preciso que reconozcamos (me pongo por delante) que hemos olvidado lo importante y echamos la culpa a lo accesorio: Para ser adorador nocturno no hace falta tener una salud de hierro, no hace falta ser joven, no hacen falta vigilias ostentosas, ni siquiera (con todo mi respeto) hace falta el sacerdote, sólo las llaves del templo. Para ser adorador nocturno lo único necesario es estar enamorado.  Solos, ante el Sagrario, os decía, hemos de pedir humildemente al Señor una reconversión personal.  Primero, tomando conciencia y confesando ante Él nuestra falta de amor; segundo, implorando de su misericordia el perdón por nuestra falta de cuidado de aquel amor que, hace varios años, Él inyectó en nuestros corazones, pero hemos dejado marchitar; y tercero, pidiéndole (Él lo está deseando) que nos vuelva a enamorar, como en los primeros tiempos. Sólo Él puede hacerlo, pero quiere nuestro querer. Digámosle con San Ignacio: “Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro, disponed de todo a vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que esto me basta”…
    
José Luis González Aullón – Presidente nacional A.N.E.

sábado, 11 de mayo de 2019

DOMINGO 12 DE MAYO DE 2019, 4º DE PASCUA

«MIS OVEJAS ESCUCHAN MI VOZ, YO LAS CONOZCO Y ELLAS ME SIGUEN»


El domingo del Buen Pastor Juan nos presenta realizado en Jesús lo que siempre su Padre Dios quiso, apacentar a sus ovejas. Lo cumplió en Cristo y en los que se unen en los sentimientos del Corazón de Jesús para pastorear con bondad y misericordia.
La clave del Buen Pastor es que no ahorra nada hasta dar la vida por cada una de las ovejas. No hace otra cosa que amar hasta que duela el Corazón y las entrañas de Aquel que nos ha amado hasta el final.
Tres son los escenarios donde el Buen Pastor desarrolla su locura de amor sin desfallecer ante las dificultades de la vida. Primero en los montes donde las ovejas con miles de peligros tratan de alimentarse y salir adelante. Esas ovejas que se contemplan en los rebaños por montañas, donde el pastor se implica caminando hacia adelante para que no se paren y lleguen a su destino feliz. Camina a su lado para que experimenten la alegría y el gozo de la cercanía de sus pastores que detectan los peligros del rebaño y las asechanzas del lobo. También como pastor bueno y hermoso, camina detrás para que experimenten las ovejas débiles y torpes que el Señor no las deja y las lleva sobre sus hombros, junto a su Corazón para que no se extravíen más.
El segundo escenario son los valles donde las ovejas tienen el peligro de la mediocridad, de dormirse en los laureles, de no seguir adelante. A veces una vida demasiado fácil y sin esfuerzo conduce al rebaño a la paz de los cementerios. En este escenario del valle, hay que recordar siempre los cuidados sin dormirse en la comodidad, de la hierba abundante y pastos sabrosos, y no olvidar que vendrán cañadas oscuras, y que el límite de la confianza en Dios es confiar sin límites.
El último escenario es el Corazón abierto del Buen Pastor, que es pastor y pasto, como alimento de las ovejas que viven en la intemperie y periferias de la vida. Jesús al ser pastor y pasto, une en su Corazón entregado el secreto de su amor ofrecido incansablemente en la Eucaristía y en el servicio a los pobres. En su Corazón traspasado por su bondad y por su entrañable misericordia con los pobres descubrimos y vivimos lo que realmente significa el pastor que entrega la vida por sus ovejas.

+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

REFLEXIONES PARA LA ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA

MAYO. LA ORACIÓN VOCAL EN LA VIDA DE UN ADORADOR:

EL SANTO ROSARIO

      Con un artículo preciso del Catecismo de la Iglesia Católica queremos iniciar la serie de reflexiones dedicadas a acercarnos –sólo acercarnos- a la importancia de la oración vocal en la vida de un adorador nocturno.
     2699 “El Señor conduce a cada persona por los caminos que Él dispone y de la manera que Él quiere. Cada fiel, a su vez, le responde según la determinación de su corazón y las expresiones personales de su oración. No obstante, la tradición cristiana ha conservado tres expresiones principales de la vida de oración: la oración vocal, la meditación, y la oración de contemplación. Tienen en común un rasgo fundamental: el recogimiento del corazón. Esta actitud vigilante para conservar la Palabra y permanecer en presencia de Dios hace de estas tres expresiones tiempos fuertes de la vida de oración.”
     La oración más universal es la vocal. Tan es así que la palabra oración deriva del latín (os-oris, que significa boca). Aunque la intención será “acercarse a Dios y permanecer en su presencia”, la palabra resalta el instrumento que empleamos, la boca, como órgano de la palabra que es el signo del alma. Ad-orar es más que orar porque el fuelle surge del amor. De los cuatro modos dedicados en cada vigilia tres son vocales y sólo uno, no:  la lectura meditativa que puede abrirnos por obra de Dios a la contemplación.
     La oración más sublime de la Iglesia es la celebración eucarística y es oración vocal. Está claro que no bastará con usar la boca ni sólo con oírla, sino poniendo  alma, vida y corazón.
     No olvidemos, como nos recuerda el profesor Francisco Puy(1), que Don Luis de Trelles tuvo una voluntad consciente de inculcar a los adoradores una espiritualidad profunda que la denominaba “alma de la adoración” que no era otra que la de alcanzar la santidad –la perfección- en medio de las obligaciones ordinarias de un laico, de un seglar, mediante la fuerza asombrosa que brota de una espiritualidad eucarística cuya clave, en palabras del profesor, es “el diálogo personal con Dios”, es decir, el teresiano “encuentro de amistad con quien sabemos nos ama”.
     Don Luis de Trelles descubrió en su ajetreado momento histórico, que el remedio de los males personales y sociales que arrasaban la España, tierra de María, se encontraba en el prodigio de la Eucaristía, el Dios que se ha quedado, “Emmanuel”, entre nosotros. La adoración eucarística es el motor de la renovación espiritual de los creyentes para afrontar la terrible tentación de apostasía que asola la antigua cristiandad. La adoración nocturna es una escuela de oración para aprender a amar con locura al Señor. Es un ejercicio práctico mensual que te habitúa a convertir toda tu vida -en la Iglesia y fuera de ella- en adoración eucarística.
     Don Luis de Trelles dedicó una serie profunda y extensa a resaltar la presencia de María en la Adoración eucarística. Lleva por título PARTE MARIANO-EUCARÍSTICA y de subtítulo MARÍA ADORADORA, digna de estudio.
     Por ejemplo en el tomo 14 del año 1883 de la Lámpara del Santuario en el artículo XI de la serie afirma:
     “Maravilla el alcance de estas consideraciones, que elevan a la Señora al rango del sacerdote, y aun en  esfera más alta, toda vez que María pronunciando su humilde fórmula: “he aquí la esclava del Señor, hágase en mí  según tu palabra, transustanció su carne y su sangre en carne y sangre del Hijo de Dios, a quien ofreció como víctima que después recibió, aunque no administró materialmente ella la Sagrada Hostia, mientras en lo íntimo del alma todo lo hizo para la gloria de Dios y para redención del mundo.”
     No es de extrañar que el profesor Puy en la cita antes mencionada añada “Don Luis exaltó siempre al frente de todos a la Virgen María, tiñendo así de un suave marianismo la entera espiritualidad adoradora”. Para muestra, EL REZO DEL ROSARIO. Qué poco sabe de amores quien la acuse de monótona y repetitiva.
     Es la hora de entrar dentro de nosotros mismos y recoger los frutos del alma. El rosario es ocasión de belleza, en la intimidad del hogar, en el grupo parroquial, en las capillas, en la cama de hospitales, en medio de agobiantes tristezas, en el dolor y en la muerte. En medio del estruendo del mundo y del agobio de los afanes de cada día el rezo del rosario es un oasis en que por medio de María, madre nuestra, entramos en intimidad con Dios, descanso del corazón. Abrimos en medio de nuestra cotidianidad una ventana para contemplar el cielo.  Y esto ante la custodia, el copón expuesto u oculto en el sagrario.
     Permitidme una confesión personal: Me imagino el rosario como un templo pequeñito que levantamos en el alma: La fachada está dedicada a la Trinidad, la señal de la cruz nos pone en manos del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y en el dintel está escrito el saludo de bienvenida de María que nos recibe al entrar en su interior por ser la puerta del cielo. El templo sólo tiene una nave, en la cabecera se encuentra Dios Padre como majestad, en los laterales diez vidrieras en cada lado, agrupadas de cinco en cinco, en las que están representados los misterios de la vida de Jesús, nacimiento, vida pública, muerte y resurrección. Y de cada vidriera surge un arco que se eleva hasta la piedra clave del techo donde se glorifica a la Santísima Trinidad.
     Ante cada vidriera, refulgente de luz, María se ilumina con un resplandor distinto, hasta el extremo de que recitando las mismas palabra en cada avemaría, cada palabra se impregna de la luz de la vidriera de tal manera que “-la llena de gracia-” en su totalidad, se tornasola con la encarnación, con el magníficat, con la maternidad con la espada del anciano Simeón, con el encuentro del Hijo en el templo, con los misterios de la luz, los del dolor y el triunfo de la resurrección, asunta a los cielos o coronada como reina de cielos y tierra. Recémoslo pausadamente. La llamaremos Santa, y su santidad se matiza en cada misterio en el rostro de María y su maternidad se llena de iridiscencia, como el arco iris, a la luz de cada vidriera. Ante el asombro del prodigio de María, nos inclinamos reverentes sintiéndonos pecadores e implorándole su ayuda para ahorita mismo y para la hora definitiva de la muerte. Es un prodigio el rosario. 200 avemarías, al oído ajeno, iguales; pero al corazón diferentes. Iniciadas cada diez con el padrenuestro y terminadas en reconocimiento de tanta maravilla con el gloria a la Trinidad. Lo demás es Tedeum y piropos a la Virgen, letanías lauretanas, alabanzas y súplicas. Es decir, media hora en que, sacamos la cabeza de la vida cotidiana, y la metemos -cabeza y corazón- en el cielo.  Bendito sea Dios y bendita la santa madre de Dios, María Santísima. Y todo en presencia de su Hijo, nuestro Señor.

Preguntas para el diálogo y la meditación.

¿Puede  reducirse la oración vocal  a mover los labios o emitir sonidos monótonamente sin expresar  que estamos hablando en un diálogo personal, aunque  sea colectivo, e íntimo con el Ser –Dios, La Virgen, los ángeles, los santos…- al que dirigimos nuestras palabras?

¿Por qué decimos que la Adoración Nocturna es una escuela práctica de oración, un cursillo intensivo una vez al mes para conseguir que la oración se convierta en un  hábito constante  que nos permita  vivir en presencia de Dios escondido en el pan eucarístico?

María desde la encarnación en sus entrañas de Hijo de Dios, se convirtió en modelo de adoradores. ¿Por qué el rezo del rosario, tan recomendado por la Iglesia,  es un práctica de súplica y de alabanza; y además perfecta  para adquirir la oración vocal en camino hacia la oración de  contemplación?


sábado, 4 de mayo de 2019

DOMINGO 5 DE MAYO DE 2019, 3º DE PASCUA

«SEÑOR, TÚ CONOCES TODO, TÚ SABES QUE TE QUIERO… «SÍGUEME»


     Aquella noche bregando no pescaron nada. Después del fracaso de la esterilidad aparece el Señor resucitado alentando la esperanza. Allí aunque todavía no lo habían conocido se acerca a la orilla de sus vidas. ¿Tenéis pescado? Y desde su transparencia, se lanzan confiados “en tu nombre echaremos una vez más la red” de la confianza en tu Corazón.
     Juan el místico le ve...”es el Señor”. Pedro el amor humillado se lanza al agua fría de abril porque no puede vivir sin el Señor.
     Cuando nos hemos mojado por Cristo como Pedro, el Señor se emplea a fondo para curar sus heridas. ¿Cómo lo hace? Con un desayuno, un seguir contando conmigo y la Eucaristía.
     Primero me fio totalmente de un Dios que al amanecer te prepara un desayuno. Las brasas con pez y pan expresan su Corazón alimentando la esperanza para curar sus heridas. Cuando le dice a Pedro traedme lo que habéis pescado le devuelve la autoestima y le cura volviendo a contar con El. En ti confío.
     Por último la operación a corazón abierto es eficaz para la curación de todas las heridas del alma. Solo la Eucaristía, Cristo Vivo y resucitado nos cura el mal del corazón, el egoísmo que nos cierra al Padre y a los hermanos. Este es el mal más arraigado en el corazón humano y más necesitado de vivir con el marcapaso de su Amor.
     Es necesario un trasplante de corazón qué solo se realiza a través de la Eucaristía que contiene en si todo deleite. La sanación plena de todas las heridas las cura el Amor de los amores, con la Eucaristía. El pan partido y la sangre derramada nos hacen recordar que somos amados siempre, y que el Señor como aquel amanecer, nos espera en la comida y la fiesta que cura todas las heridas con el bálsamo de su Amor. 

+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

(Jn 20, 21)

MAYO 2019

     «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20, 21).
     Después del relato trágico de la muerte de Jesús en la cruz, que ha sumido a los discípulos en el miedo y el desánimo, el evangelista Juan anuncia una novedad sorprendente: ¡Él ha resucitado y ha vuelto entre su gente! Por la mañana del día de Pascua se ha dejado ver y reconocer por María de Magdala, y esa misma tarde se aparece a otros discípulos, encerrados en casa por ese profundo sentimiento de desánimo y derrota que los ha invadido.
     Él va a buscarlos, quiere reunirse de nuevo con ellos. No importa que lo hayan traicionado o hayan huido ante el peligro; Él se aparece con los signos de la pasión: las manos y el pecho heridos, traspasados, desgarrados por el suplicio de la cruz. Su primera palabra es un deseo de paz, un verdadero regalo que penetra en el alma y transforma la vida.
     Y entonces los discípulos lo reconocen por fin y recobran la alegría; se sienten también ellos sanados, consolados, iluminados, de nuevo con su Maestro y Señor.
     Luego el Resucitado encomienda a este grupito de hombres frágiles una ardua tarea: ir por los caminos llevando al mundo la novedad del Evangelio, como ha hecho Él mismo. ¡Qué valor! Como el Padre se fio de Él, así Jesús les da a ellos toda su confianza.
     Por último, añade Juan, Jesús «sopla sobre ellos», es decir, comparte con ellos su misma fuerza interior, el mismo Espíritu de amor que renueva los corazones y las mentes.
     «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío».
     Jesús ha recorrido toda la existencia humana: ha experimentado la alegría de la amistad y el dolor de la traición, el esfuerzo del trabajo y el cansancio del camino; sabe de qué estamos hechos, conoce las limitaciones, sufrimientos y fracasos que nos acompañan cada día. Igual que a sus discípulos encerrados, sigue buscándonos a cada uno en nuestra oscuridad, en nuestra cerrazón, sigue creyendo en nosotros.
     Jesús Resucitado nos propone hacer con Él una experiencia de vida nueva y de paz para que podamos después compartirla con los demás. Nos manda a dar testimonio de nuestro encuentro con Él, a «salir» de nosotros mismos, de nuestras frágiles certezas y de nuestras fronteras, para extender en el tiempo y en el espacio la misma misión que Él recibió del Padre: anunciar que Dios es Amor.
     «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío».
     Así comenta Chiara Lubich esta misma Palabra de vida en mayo de 2005: «Hoy ya no bastan las palabras. [...] El anuncio del Evangelio será eficaz si se apoya en el testimonio de la vida, como los primeros cristianos, que podían decir: "Os anunciamos lo que hemos visto y oído..." (1 Jn 1,2-3); será eficaz si también de nosotros se puede decir, como de ellos: "Mira cómo se aman unos a otros y cómo están dispuestos a morir el uno por el otro"; será eficaz si somos concretos en el amor y damos a quien tiene necesidad, y sabemos dar alimento, vestido y casa a quien no lo tiene, amistad a quien se encuentra solo o desesperado, apoyo a quien pasa por una prueba. Si vivimos así daremos testimonio en el mundo de la fascinación de Jesús y, siendo otros Cristo, su obra continuará también gracias a esta aportación».
     «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío».
     También nosotros podemos ir a buscar a Jesús en los hombres y mujeres víctimas del dolor y de la soledad. Podemos ofrecernos con respeto a ser sus compañeros en el camino de la vida, hacia la paz que Jesús da.
     Es lo que hace Maria Pía con sus amigos en un pequeño centro del sur de Italia donde trabajan al servicio de migrantes cuyos rostros expresan historias de dolor, de guerra y de violencia.
     «¿Qué es lo que procuro hacer yo? -se pregunta Maria Pía-. Es Jesús quien da sentido a mi vida, y sé que puedo reconocerlo y encontrarlo sobre todo en los hermanos más heridos; a través de nuestra asociación -cuenta- ofrecimos clases de italiano y ayuda para buscar casa y trabajo, atendiendo las necesidades materiales. Les preguntamos si necesitaban también apoyo espiritual, una propuesta que fue recibida con alegría por las mujeres ortodoxas de las clases de italiano. A un centro de acogida para migrantes llegaron también cristianos de la Iglesia Evangélica Bautista. Nos organizamos con el pastor bautista para acompañarlos el domingo a su lugar de culto, que distaba bastantes kilómetros. De este amor concreto entre cristianos ha nacido una amistad que se ha consolidado también gracias a actos culturales, mesas redondas y conciertos. Nos hemos descubierto como un "pueblo" que busca y encuentra nuevos caminos de unidad en la diversidad para dar testimonio a todos del Reino de Dios».

Leticia Magri