TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

viernes, 25 de marzo de 2022

MARZO 2022

 

«Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden» (Mc 6, 12).

 

    La Palabra de vida de este mes está sacada de la oración que Jesús enseñó a sus discípulos, el Padrenuestro. Es una oración profundamente enraizada en la tradición hebraica. También los judíos llamaban y llaman a Dios «Padre nuestro».

     En una primera lectura, las palabras de esta frase nos comprometen: ¿podemos pedirle a Dios que borre nuestras deudas, como sugiere el texto griego, del mismo modo que nosotros somos capaces de hacerlo con quienes tienen alguna falta respecto a nosotros? Nuestra capacidad de perdón es siempre limitada, superficial, condicional. Si Dios nos tratase según nuestra medida, ¡sería una condena en toda regla!

«Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden»

     Sin embargo, son palabras importantes que expresan ante todo la conciencia de que necesitamos el perdón de Dios. El propio Jesús se las dijo a sus discípulos -y a todos los bautizados-, de modo que puedan usarlas para dirigirse al Padre con sencillez de corazón. Todo nace de descubrirnos hijos en el Hijo, hermanos e imitadores de Jesús, que fue el primero que hizo de su vida un camino de adhesión cada vez más completa a la voluntad amorosa del Padre.

     Solo después de haber acogido el don de Dios y su amor sin medida podemos pedirle todo al Padre, incluso que nos haga cada vez más semejantes a Él, con su misma capacidad de perdonar a nuestros hermanos y hermanas con corazón generoso, día a día. Cada acto de perdón es una decisión libre y consciente que hay que renovar siempre con humildad. Nunca es un hábito, sino un camino exigente, por el cual Jesús nos llama a rezar cada día, como por el pan.

«Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden» 

     ¡Cuántas veces las personas con las que vivimos -en la familia, en el barrio, en el lugar de trabajo o de estudio--- pueden habernos hecho una faena, y nos cuesta reanudar una relación positiva! ¿Qué hacer? Aquí es donde podemos pedir la gracia de imitar al Padre: «Levantémonos por la mañana con una "amnistía" completa en el corazón, con ese amor que todo lo cubre, que sabe acoger al otro tal como es, con sus limitaciones, sus dificultades, precisamente como haría una madre con el hijo que actúa mal: lo excusa siempre, le perdona siempre, no pierde la esperanza en él... Acerquémonos a cada uno viéndolo con ojos nuevos, como si nunca hubiese incurrido en esos defectos. Volvamos a empezar cada vez, sabiendo que Dios no solo perdona, sino que olvida: esta es la medida que nos pide también a nosotros»[1]. Es una meta alta hacia la cual podemos avanzar con la ayuda de la oración confiada.

«Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden» 

   Además, toda la oración del Padrenuestro tiene la perspectiva del «nosotros», de la fraternidad: no pido solo por mí, sino también por los demás y con los demás. Mi capacidad de perdón está sostenida por el amor de los demás, y por otra parte mi amor puede en cierto modo sentir como propio el error del hermano: tal vez dependa también de mí, puede que no haya hecho toda mi parte para que se sintiese acogido, comprendido... En Palermo, una ciudad italiana, las comunidades cristianas viven una intensa experiencia de diálogo que requiere superar ciertas dificultades. Cuentan Biagio y Zina: «Un día un pastor amigo nuestro nos invitó a un encuentro con varias familias de su Iglesia que no nos conocían. Habíamos llevado cosas para compartir en la comida, pero esas familias nos dieron a entender que no les gustaba ese encuentro. Con delicadeza, Zina les dio a probar algunas especialidades que había preparado y al final comimos juntos. Después de comer empezaron a decir los defectos que veían en nuestra Iglesia. No queriendo entrar en una guerra verbal, dijimos: ¿qué defecto o diferencia entre nuestras Iglesias puede impedir que nos queramos? Ellos, acostumbrados a atacar continuamente, se quedaron asombrados y desarmados con una respuesta así, y empezamos a hablar del Evangelio y de lo que nos une, que seguro que es mucho más que lo que nos divide. Cuando llegó la hora de despedimos, no querían que nos fuésemos. En ese momento les propusimos rezar el Padrenuestro, y mientras lo rezábamos percibimos fuertemente la presencia de Dios. Nos hicieron prometer que volveríamos, porque querían presentarnos al resto de la comunidad, y así ha sido en todos estos años».

                                                                                                        Leticia Magri



[1] C. LUBICH, Palabra de vida, diciembre 2004: Ciudad Nueva 415 (12/2004), pp. 22-23.

REFLEXIONES PARA LA ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA

 

MARZO SINODALIDAD – MISIÓN

 Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

 

LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS


     La común unión con Jesucristo en su Iglesia nos lleva a participar de la misma vida divina de la Santísima Trinidad.  Nos ha hecho un reino y sacerdotes, y de esa comunión y participación, nos manda a la misión, “Id al mundo entero y anunciad el Evangelio a toda criatura”. Los envió de dos en dos a ser testigos de lo que habían visto, oído y hacerlo vida con la fuerza del Espíritu Santo.

     Los Santos, muchedumbre inmensa que nadie podía contar, han realizado con su vida y enseñanzas la misión de Jesucristo, como nos dice el Concilio Vaticano II, haciendo de la Eucaristía su centro en el crecimiento de la Iglesia “la Iglesia, o Reino de Cristo presente ya en misterio, crece visiblemente en el mundo por el poder de Dios”, respondiendo a la pregunta ¿Cómo crece?, añade: “Cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, en el que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado se realiza la obra de nuestra redención y la unidad de los creyentes que forman un solo cuerpo en Cristo”.

     En la Eucaristía recibimos la fuerza espiritual necesaria para cumplir nuestra misión de bautizados, por lo que intentar anunciar la Buena Nueva sin la presencia de la Eucaristía, celebrada, adorada y recibida, es un acto de infidelidad a Cristo y a la Iglesia, lo opuesto a la sinodalidad. Cuando más nos dejemos ser Eucaristía, mejor mostramos el tesoro inestimable de Cristo al mundo, de tal forma que al estar con Él, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto, palpar el amor infinito de su corazón. Nos recuerda santa Margarita M.ª lo que le manifestaba el Corazón de Jesús: “Quiero que tu corazón sea para Mí un refugio en que pueda retirarme y tomar un poco de reposo cuando los pecadores me persiguen y me echan de sus corazones”. Realizando la unión de corazones, que el mundo necesita.

     Misión que vivió nuestro fundador el Venerable Luis de Trelles; tras su conversión se dio cuenta de que para alcanzar la regeneración moral de la sociedad, había que buscarla desde los medios de la fe, la piedad y la catequesis; en ese proceso reflexivo, Trelles, se transforma en un hombre renovado que busca en su interior un nuevo ideal y se propone impetrar a Jesucristo, desde la Eucaristía, el remedio de tantos males, de ayer y hoy de la sociedad “líquida”, La Lámpara del Santuario 1890, p.335: “Vemos tan claro, como la luz del mediodía, que tal es nuestra vocación como Adoradores: Orar, meditar, expiar, satisfacer y reparar, interceder y compensar los ultrajes que recibe el Augusto Sacramento”. De su vida eucarística brotará la misión concretada en las Conferencias de San Vicente de Paul, el abogado de los Pobres, periodista, diputado, el canje de prisioneros, adelantándose al derecho internacional, y cómo no, las obras eucaristías, para hombres y mujeres, animadas con la Lámpara del Santuario: así es considerado “Apóstol de la Eucaristía”. Trelles vive la misión de dar a conocer a Jesucristo, como lo dice la hija de un santo adorador, Teresa del Niño Jesús: “Sólo tenemos que hacer una cosa durante la noche, la única noche de la vida, que no vendrá más que una vez: amar, amar a Jesús con todas las fuerzas de nuestro corazón y salvarle almas para que sea amado”.

     Contemplemos la misión en San José, como nos insiste el Papa Francisco, su común unión familiar con su esposa y con su Niño, colaborando directamente en la obra redentora de Jesucristo. Misión confiada por el Padre sobre su Hijo y la madre de su Hijo, su esposa. Misión de José, que muestra la ternura y el cariño del Padre hacia sus hijos: esa misma ternura y cariño debemos mostrar como adoradores con el Señor sacramentado y con los hermanos: José nos enseñará. Misión en obediencia al plan de Dios en su vida, haciendo de su propia historia una aceptación gozosa de dicho plan, acogiendo a su esposa y a su niño. Misión que le lleva a salir de sí mismo, de su casa, de su tierra, para proteger al Hijo de Dios, alimentarlo con su trabajo cotidiano de la carpintería, colaborando en la misión corredentora con el Hijo del carpintero, enseñándole el oficio en el taller de Nazaret.

     Como adoradores nocturnos debemos acercarnos a Jesús, para descansar mutuamente en su Corazón y ser fieles al don y la misión que nos ha transmitido el Venerable Trelles, donde el silencio de José, bajo cuya sombra creció, en estatura, sabiduría y gracia el Hijo de Dios; tenemos que pedirle a San José  amar, gustar y practicar el silencio ante su Hijo, (Fuge… Tace… Quiesce…), (Huye, Calla, Descansa), como lo hizo Jesús en los brazos de José.

     Adorar, cuidar, vivir la redención en la Eucaristía, como José y Luis de Trelles, llevarla a las personas para que conozcan la misión del Padre en Cristo para sus vidas, y desde cada encuentro nocturno, ser lámpara que alumbre en medio de las tinieblas de este mundo; les pedimos al Venerable y a San José la fidelidad en la misión, como ellos la vivieron, lo hacemos con la oración del Papa Francisco:

Salve, custodio del Redentor y esposo de la Virgen María.

A ti, Dios confió a su Hijo,

en ti, María depositó su confianza,

contigo, Cristo se forjó como hombre.

     Para ser adoradores de noche y testigos de día.

Preguntas para el diálogo y la meditación.

¿Aprovecho el don de la misión de ser y vivir la adoración nocturna?

¿Cómo vivo mis silencios ante el Santísimo, en unión de San José y Luis de Trelles?

¿Busco en la Eucaristía la fuerza renovadora para la misión evangelizadora que  lleva?