IGLESIA PERSEGUIDA

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sábado, 26 de julio de 2014

DOMINGO 27 DE JULIO, 17º DEL TIEMPO ORDINARIO



DE PRECIOS Y DE OFERTAS, EL REINO


      En un mundo de competitividad como el nuestro, puede resultar extraño ver a Dios que salta al mercado de las ofertas y pone precio. El Evangelio de hoy culmina esa catequesis sobre el Reino de Dios que Jesús ha ido explicando estos domingos. Las dos primeras imágenes que aparecen muestran el valor de ese Reino: vale la pena venderlo todo para hacerse con un don tan preciado. Tan importante, tan absoluto es ese Reino que es más que todo lo que una persona pueda poseer. Jesús no estaba ante aquella gente, ante sus discípulos, tra­tando de "venderles" su novedad haciéndoles consideraciones pertinentes sobre la exce­lencia de su "mercado", o indicándoles cuáles eran sus ventajas respecto a otros merca­deres. Más bien, el Señor se presenta con lo más y lo mejor, con lo que no tiene compe­tencia ni rival. ¿De qué se trataba, pues? ¿Cuál era la oferta de Jesús?.
     Se trataba de eso que de múltiples formas no ha hecho otra cosa que ofrecer, y explicar, e inaugurar: el Reino de Dios, el proyecto de su Padre, el plan de Dios sobre cada hombre y sobre toda la humanidad. Para esto vino Él: para decir a sus hermanos los hombres cuál era y cómo se andaba el camino de la felicidad bienaventurada. Porque en el empeño de ser felices, cuando los hombres han aspirado a ello al margen de Dios o incluso contra Él y a su despecho, el resultado es esa macabra retahíla de desmanes con los que los humanos han llenado demasiadas páginas de su historia: violencias, mentiras, injusticias, traiciones, muertes.
     El Reino es algo que tiene que ver con las exigencias de nuestro corazón, con las aspiraciones más nobles y los deseos más hondos del corazón humano. No obstante, y a pesar de la inmensa oferta de Dios, Él nos deja libres para que optemos. Es una vieja tentación la de ser independientes y autónomos respecto de Dios. Pero tras tanto esfuerzo, tanto pago, tanta cosa... no logramos alcanzar la dicha.
     El Evangelio de este domingo nos ofrece una meditación sobre nuestro dispendio vital: en qué gastamos nuestro caudal de posibilidades, en dónde apostamos nuestro deseo de felicidad. Dios sale a nuestro paso y nos dice que Él tiene un plan, su Reino, por el que vale la pena arriesgarlo todo. Cuando alguna vez se ha entendido esto, cuando alguna vez se ha intentado, se comprende que Dios no juega con nosotros, que no se aprovecha de nuestra condición, sino que al venderlo todo para adquirir su tesoro escondido o su perla preciosa, es decir, al dejar padre, madre, hijos, tierras... por su Reino, Él nos ha dado cien veces más padres, madres, hijos, tierras... y después la vida eterna. "¿Entendéis bien todo esto? Ellos contestaron: sí" (Mt 13,52). ¿Qué podemos responder cada uno de nosotros?
     El Señor os bendiga y os guarde.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm - Arzobispo de Oviedo

viernes, 25 de julio de 2014

Carta Semanal



La Eucaristía dominical, corazón de la semana y centro de la vida cristiana
Queridos hermanos y hermanas:
      En los últimos años he escrito varias veces sobre  el sentido cristiano del domingo y sobre la principalidad de la Eucaristía dominical. Vuelvo hoy sobre este segundo tema.
   Es un hecho que el domingo se ha ido vaciando progresivamente de contenido religioso y son muchos los cristianos que no han descubierto la riqueza espiritual de la Eucaristía en el día del Señor. Por ello, quiero volver sobre la participación en la Misa dominical que es obligatoria por ser un distintivo característico del cristiano y un camino privilegiado para alimentar la propia fe y para fortalecer el testimonio. Sin la Misa del domingo y de los días festivos nos faltaría algo que pertenece a la columna vertebral de la vida cristiana.
      Cuando el domingo pierde su significado fundamental de Día del Señor y se transforma en un día de pura evasión, queda el cristiano prisionero de un horizonte tan estrecho que no le deja ver el cielo, como escribiera el Papa Juan Pablo II. Por desgracia, son muchos los católicos que a pesar de vivir inmersos en un ambiente cultural de raíces cristianas, desconocen la riqueza espiritual que encierra el domingo y la celebración eucarística.
      En el domingo debe ocupar un lugar preeminente la oración y, sobre todo, la Eucaristía. Todos hemos de procurar que nuestra participación en ella sea para nosotros el acontecimiento central de la semana. Es un deber irrenunciable, que hemos de vivir no sólo para cumplir un precepto, sino como una necesidad, para que nuestra vida cristiana sea verdaderamente coherente y consciente. No olvidemos que la Eucaristía es el alimento que necesitamos más que nunca en las peculiares circunstancias en las que vivimos los cristianos hoy, en medio de una sociedad profundamente secularizada. Por ello, qué verdaderas son las palabras que pronuncian los mártires de Cartago en el año 304, cuando acuciados por el procurador romano que les conminaba a abandonar la participación en la mesa del Señor, responden con esta frase rotunda: "Sin la eucaristía no podemos vivir".
      En la Eucaristía dominical, los cristianos nos reunimos como familia de Dios en torno a la mesa de la Palabra y del Pan de vida y nos alimentamos con el manjar del cielo para luchar contra el mal, vivir nuestros compromisos con entusiasmo y valentía y confesar al Señor delante de los hombres. Por otra parte, la celebración eucarística es el lugar privilegiado donde la comunión es anunciada y cultivada. Por ello, a través de la participación en la Santa Misa, el día del Señor se convierte también en el día de la Iglesia, que se construye y edifica a través de la celebración de la Eucaristía. En ella comprendemos cada vez mejor nuestros orígenes, de dónde venimos y a dónde vamos, y reconocemos nuestras verdaderas señas de identidad Así lo sentían los primeros cristianos, para quienes la participación en la celebración dominical constituía la expresión natural de su pertenencia a Cristo, de la comunión con su Cuerpo místico, en la gozosa espera de su segunda venida.
      Es necesario reafirmar en la vida de nuestras comunidades parroquiales la centralidad del Día del Señor y de la Eucaristía dominical. Es preciso insistir también en la dignidad y sacralidad de las celebraciones, utilizando los ornamentos preceptuados por la Iglesia y favoreciendo la presencia de monaguillos bien formados, verdadero manantial de vocaciones. Es preciso además que la música, aún con acompañamiento de ritmos modernos, sea litúrgica y bella, con letras no banales sino ricas en contenido teológico y belleza literaria. Es necesario también pedir a los sacerdotes que celebren la Eucaristía en las parroquias diariamente y con reverencia cada vez mayor, con gran respeto a las rúbricas y normas del Misal Romano, sin improvisaciones o creatividades fuera de lugar, especialmente cuando se trata de la plegaria eucarística.
      Invito a los sacerdotes a no omitir el tiempo de preparación para la celebración de la Santa Misa y a cuidar también la acción de gracias. Les pido que de tanto en tanto en la homilía instruyan a los fieles sobre el valor y la naturaleza de la Santa Misa, apoyándose en la encíclica Ecclesia de Eucaristia del Papa Juan Pablo II. Deben invitarles además a una participación activa y fructuosa, estimulándoles también a recibir con frecuencia el sacramento de la reconciliación, recordando incluso los casos en que constituye un requisito necesario para recibir la Eucaristía.
     Les pido por fin que fomenten las diversas formas de piedad eucarística, las procesiones con el Señor y la exposición y la adoración del Santísimo Sacramento, todo lo cual constituye un verdadero manantial de fidelidad y de santidad.
   Termino la última carta del curso pastoral. Deseo unas felices vacaciones a quienes podáis disfrutarlas. Dios quiera que no sean un tiempo perdido en nuestra relación con el Señor, sino un tiempo de gracia y de provecho espiritual muy cerca de la Eucaristía.
      Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina - Arzobispo de Sevilla



En la Solemnidad de Santiago Apóstol, Patrón de España




AVISO PARA ADORADORAS/ES DE LAS SECCIONES Y TURNOS DIOCESANOS


     En el presente año dos mil catorce, el día 25 de julio, solemnidad de Santiago Apóstol, patrono de España y fiesta de precepto en el calendario católico, es día laborable en nuestra Comunidad autónoma de Andalucía. En consecuencia, y para conocimiento de los fieles, procede dar las siguientes normas:


1. Se mantiene el precepto de dicha solemnidad, con obligación de participar en la celebración de la Eucaristía.
2. Se dispensa de la obligación del descanso a aquellos fieles que por sus compromisos laborables no puedan hacerlo.