TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

miércoles, 8 de mayo de 2024

PARA EL DIÁLOGO Y LA MEDITACIÓN

MAYO ADORACIÓN Y SACRIFICIO

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS


HOSTIA SANCTA 

     "¡Qué hostia la del altar! ¡Qué sacerdote Jesús! ¡Con qué sentimiento y fervor se ofrece! ¡Con cuáles disposiciones hizo su holocausto, y dura su acción, siquiera sea incruenta, y se perpetúa y queda inmanente en el orden sobrenatural! ¡Qué aroma purísimo despide aquella víctima santa, presentada ante el excelso trono del Dios inmortal! ¡Qué frutos óptimos puede reportarnos esta oblación dignísima, si nos unimos en el espíritu, humano y divino a un tiempo, del verbo encarnado, crucificado, muerto, resucitado y ascendido a los cielos, y sentado eternamente a la diestra del Padre! ¡Cómo podemos subir por él la escala de oro de la contemplación y de la oración, elevándonos de virtud en virtud, llevados por Jesucristo, como polluelos de águila, a las elevadas regiones del espíritu, y en cierto modo cubiertos o sobre vestidos de sus méritos, como dice san Pablo! Materia es ésta digna de meditación profunda, y capaz de elevar el alma cristiana a las altas cumbres de la contemplación sublime, desde las que el espíritu lo escudriña todo, hasta las cosas ocultas de Dios (L.S. (1872) T.III, p.201-204).

     A veces nos olvidamos de que la Eucaristía tiene una dimensión netamente sacrificial. Por eso la ofrece un sacerdote. El oficio propio de un sacerdote es ofrecer el sacrificio. El Sumo y Eterno Sacerdote es Jesús, el gran sacrificio, uno y para siempre eficaz es el que Él ofrendó en la Cruz. La Eucaristía no es otro sacrificio, sino el mismo de la Cruz.

     Cuando en nuestras vigilias de adoración empezamos con la Santa Misa, lo hacemos con un profundo sentido teológico. Adoramos una hostia, una víctima sacrificial, por eso nos unimos a ella en la ofrenda, y luego prolongamos su sentido en la adoración. Se trata de que uniéndonos a Cristo podamos subir como llevados por él a las alturas del amor divino. “Sacri-ficio” es hacer algo sagrado, separarlo totalmente de lo profano ofreciéndoselo a Dios para resultarle agradable. Para que aplaque su santa justicia ofendida. Que la Eucaristía es sacrificio está en las mismas palabras de la consagración: “que se entrega” “que se derrama” “para el perdón de los pecados” “por vosotros y por muchos”. Por eso nos ponemos de rodillas en ese momento santo, para adorar el sacrificio que nos salva.

     «(Cristo), nuestro Dios y Señor [...] se ofreció a Dios Padre [...] una vez por todas, muriendo como intercesor sobre el altar de la cruz, a fin de realizar para ellos (los hombres) la redención eterna. Sin embargo, como su muerte no debía poner fin a su sacerdocio (Hb 7,24.27), en la última Cena, "la noche en que fue entregado" (1 Co 11,23), quiso dejar a la Iglesia, su esposa amada, un sacrificio visible (como lo reclama la naturaleza humana) [...] donde se representara el sacrificio sangriento que iba a realizarse una única vez en la cruz, cuya memoria se perpetuara hasta el fin de los siglos (1 Co 11,23) y cuya virtud saludable se aplicara a la remisión de los pecados que cometemos cada día (Concilio de Trento: DS 1740).

     El sacrificio necesita eso: un sacerdote, una víctima y una ofrenda, cuando en la Santa Misa se renueva el sacrificio de la Cruz, coincide el sacerdote (mediante el sacramento del orden) y la víctima (mediante el sacramento de la eucaristía), sólo varía el modo de ofrecerse pues ya no es cruento y sangriento como en el Calvario. Jesús ya está resucitado y glorioso, y esa victoria no se la quita nadie. Jesús desde el Cielo sigue presentando al Padre su único sacrifico, por su eficacia se perdonan nuestros pecados.

     En el Antiguo Testamento el sacerdote ofrecía muchos tipos de sacrificio, cada día la sangre de animales y ofrendas vegetales se ponían sobre el altar para buscar la paz, el perdón y otras gracias divinas. El Templo era el centro del Pueblo de Israel, hecho según el modelo del templo celestial, fue diseñado por Moisés al dictado de Dios. Pero todo aquello eran figuras de lo auténtico y verdadero que nosotros vivimos en la Misa y Adoración. Así nos lo enseña el Nuevo Testamento: (Hb 9, 25-28) Pues no penetró Cristo en un santuario hecho por mano de hombre, en una reproducción del verdadero, sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro, y no para ofrecerse a sí mismo repetidas veces al modo como el Sumo Sacerdote entra cada año en el santuario con sangre ajena. Para ello habría tenido que sufrir muchas veces desde la creación del mundo. Sino que se ha manifestado ahora una sola vez, en la plenitud de los tiempos, para la destrucción del pecado mediante su sacrificio. Y del mismo modo que está establecido que los hombres mueran una sola vez, y luego el juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, se aparecerá por segunda vez sin relación ya con el pecado a los que le esperan para su salvación.

     Con una sola ofrenda, en el que se identifican Sacerdote y Víctima, con su propia sangre, Jesús ha sido capaz destruir totalmente el pecado para siempre. No necesita repetirlo, un solo acto sacrificial ha conseguido lo que no podían los miles de sacrificios anteriores: entrar eficazmente en el Cielo, el auténtico templo de Dios, y desde allí esperar a que todos los enemigos sean puestos como estrado de sus pies.

   Deberíamos ser muy conscientes de que cuando nos ponemos de rodillas ante el Cristo Hostia, Jesús está ofrecido al Padre para destruir nuestro pecado. ¿Acaso no merece eso adoración por nuestra parte? ¿No es motivo profundo para inclinar nuestro orgullo? El nombre de “Misa” significa “enviada” en latín. ¿Qué ha sido enviada? ¡La ofrenda del sacrifico hasta el altar del cielo!

     Los santos tenían clara conciencia de este tesoro de la Iglesia, la Misa es el sacrificio de la Ciudad de Dios: «Esta ciudad plenamente rescatada, es decir, la asamblea y la sociedad de los santos, es ofrecida a Dios como un sacrificio universal por el Sumo Sacerdote que, bajo la forma de esclavo, llegó a ofrecerse por nosotros en su pasión, para hacer de nosotros el cuerpo de una tan gran Cabeza. Tal es el sacrificio de los cristianos: "siendo muchos, no formamos más que un sólo cuerpo en Cristo" (Rm 12,5). Y este sacrificio, la Iglesia no cesa de reproducirlo en el Sacramento del altar bien conocido de los fieles, donde se muestra que en lo que ella ofrece se ofrece a sí misma (San Agustín, De civitate Dei 10, 6).

   Vivir nosotros el sacrificio de Jesús, ofrecerlo como sacerdotes y ofrecernos como víctimas nos permitirá subir hasta el sol divino elevados por los méritos de Jesús como anhelaba también santa Teresita: ¡Oh, Verbo divino!, tú eres el Águila adorada que yo amo, la que atrae. Eres tú quien, precipitándote sobre la tierra del exilio, quisiste sufrir y morir a fin de atraer a las almas hasta el centro del Foco eterno de la Trinidad bienaventurada. Eres tú quien, remontándote hacia la Luz inaccesible que será ya para siempre tu morada, sigues viviendo en este valle de lágrimas, escondido bajo las apariencias de una blanca hostia… Águila eterna, tú quieres alimentarme con tu sustancia divina, a mí, pobre e insignificante ser que volvería a la nada si tu mirada divina no me diese la vida a cada instante. (Santa Teresita, Historia de un Alma).

 

Preguntas para el diálogo y la meditación.

¿Soy consciente de esta dimensión de la Misa?

¿Me ofrezco yo mismo como víctima junto con Jesús en el ofertorio?

¿Pido por los sacerdotes que tengo cerca?

 

martes, 7 de mayo de 2024

¿POR QUÉ LOS CATÓLICOS USAMOS LOS CRUCIFIJOS?


¿Qué es la cruz para el católico?

     En el Antiguo Testamento y en toda la cultura religiosa antigua, la cruz es tan solo un instrumento de suplicio, sin ninguna connotación salvífica (Gén 40,19; Deut 21,23; ver Gál 3,13). Pero Dios elige la cruz para que su Hijo Jesucristo muera en ella (Mc 15,1315.24-37; Mt 27,26.31-50; Lc 23,21-23.26.46; Jn 19,15-30) y mediante su muerte en cruz salve al mundo (Ef 2,16; Col 1,20; Fil 2,8; Heb 12,2; 1 Pe 2,24). A partir de este misterioso designio de Dios (1 Cor 1,23) la cruz, en su sentido físico cuando lo requieran las circunstancias, y siempre en sentido espiritual, se ha convertido en camino inesquivable para alcanzar la salvación (Mc 8,34; Mt 16,24; Lc 9,22; Gál 2,19; 3,1; 6,14; Fil 3,12; ver 1 Cor 2,2).

     Para nosotros se ha convertido en la señal del cristiano:

   "Como Moisés levantó a la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre para que todo el que crea en Él tenga vida eterna" (Juan 3, 1415). De la misma manera que los israelitas recuperaron la salud al mirar a la serpiente, nosotros somos curados al mirar al Hijo de Dios levantado en la Cruz, convirtiendo la cruz en la puerta que da paso a la gloria.         Pero no solo es el signo de salvación con el cual el Dios hecho carne derrotó a Satanás, también es la señal del discípulo de Cristo: 

  "El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí". (Mateo 10,38). "Si alguno quiere venir en pos de Mi niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame". (Mt 16, 24). 

    Ser cristiano es aprender amar, con un amor como el de Cristo, amor hasta la cruz, por ello la cruz representa nuestras dificultades de la vida, nuestros dolores, nuestras penas, pero ver en ella clavada al Salvador, es lo que nos da fuerzas para tomarla y seguir adelante. Si somos dignos seguidores de Cristo, cargaremos con la cruz. La representación física de la cruz en forma de crucifijo, no es otra cosa que una señal o marca para recordarnos esto.

   Por eso es que el propio apóstol san Pablo, cuando hablaba a los Corintios, hacía dos grupos: aquellos que se pierden, y los que se salvan. Para los primeros la cruz es necedad y locura, se han quedado en el AT donde este símbolo significa instrumento de suplicio, pero para los que salvan, aquellos tienen la ley completa, la de Cristo, la Cruz se ha convertido en Poder de Dios: "Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan es poder de Dios" (1 Cor 1,18).

   Al ser poder de Dios para los que se salvan, es instrumento entonces de gloria, que sea poder de Dios no significa le estemos dando poderes a la Cruz, sino que el Dios estuvo en ella crucificado, y por eso es tan importante, porque en ella manifestó todo su poder.  El mismo san Pablo conociendo la importancia de la cruz, presenta a Cristo como crucificado a los Gálatas: "¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? " (Gálatas 3,1).

   Es muy probable que San Pablo usara el signo de la cruz para enseñar a los Gálatas como fue la muerte de Cristo. Por ello parte importante de la predicación de San Pablo será el misterio de la cruz, (Gálatas 6,14; Fil 3,18). ¿Por qué era necesario que Cristo se presentara como crucificado ante los gálatas? Para que dieran suficiente importante al sacrificio redentor de Cristo, de la misma forma nosotros al ver la cruz, recordamos este sacrificio, y esto nos hace vivir en consecuencia con nuestra fe. La cruz para nosotros será entonces la señal que nos identifica con Cristo, como lo fue la “tau” en el pueblo hebreo: "Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella". (Ezequiel 9,4)…

¿Desde cuándo se usa la cruz en el cristianismo?

     Una vez dada la argumentación bíblica, hemos de recurrir a la historia para ver si es cierto la cruz es un símbolo de la Iglesia primitiva, ¿los primeros cristianos usaban la cruz? Veamos que . Aquí dejaré algunos textos de los primeros siglos:

SAN CLEMENTE DE ALEJANDRÍA… Stromata Libro VI: (siglo III)…      Hay quienes dicen que los trescientos codos son símbolo del signo del Señor (= la cruz), y que los cincuenta son símbolo de la esperanza y del perdón que se da en Pentecostés (cf. Jn 20,23).

TERTULIANO… “Con cada paso y movimiento, en cada entrada y salida, cuando nos ponemos la ropa y los zapatos, cuando nos bañamos, cuando nos sentamos a la mesa, cuando encendemos las lámparas, en el sofá, en el banco, en cada acción ordinaria… En nuestra vida diaria, nos dibujamos la señal de la cruz en la frente".  (De Corona Capítulo 3)

SAN HIPÓLITO DE ROMA… "Durante la tentación, haz piadosamente la señal de la cruz en tu frente, ya que ésta es la señal de la Pasión reconocida como probada contra el diablo, siempre que se haga con fe y no para exhibirte ante los hombres, sirviendo efectivamente como un escudo: el Adversario, viendo cuán grande es la fuerza que sale del corazón del hombre que sirve a la Palabra (como muestra el signo interior de la Palabra proyectado en el exterior), inmediatamente huirá, rechazado por el Espíritu. Eso está en el hombre. Esto fue lo que el profeta Moisés representó a través del cordero inmolado en Pascua y enseñó rociando la sangre sobre los postes de las puertas: simbolizaba la fe que ahora se encuentra en nosotros, es decir, la fe en el Cordero perfecto. Ahora, persignándonos en la frente y en los ojos con la mano, desterramos todo aquello que intenta destruirnos " (Tradición Apostólica, Capítulo III).

SAN ATANASIO DE ALEJANDRIA… Quien quiera pruebas de nuestras afirmaciones, que se acerque y, ante las fantasías demoníacas, las ilusiones de los oráculos, los portentos mágicos, se sirva de ese signo del que tanto se burlan entre ellos, la señal de la cruz, y simplemente diga el nombre de CristoVerá huir a los demonios, callar los oráculos, perecer la magia y la hechicería .(...) ” (San Atanasio – La Encarnación del Verbo 48,3)

  Maravíllate de que, ante la aparición del Salvador, la idolatría no se desarrolla, sino que el resto progresivamente disminuye y cesa. La sabiduría de los griegos no progresa, sino que tiende a desaparecer. Los demonios ya no seducen a los hombres con sus fantasmagorías, adivinaciones y magias y en cuanto se atreven a emprender algo, se dejan confundir por la señal de la cruz. (...) (San Atanasio – La Encarnación del Verbo 55,1)

SAN EFRÉN EL SIRIO… "Con la señal de la cruz viviente, sella todas tus obras, hijo mío. No salgas de la puerta de tu casa hasta que hayas hecho la señal de la cruz. Ya sea comiendo o bebiendo, ya sea durmiendo o despierto, ya sea en tu casa o en el camino, o en tu tiempo libre, no abandones este signo; porque no hay guardián como él. Serás tú, como un muro, al frente de todas tus obras. Y enséñales esto a tus hijos, para que se familiaricen cuidadosamente con ello”. (Sobre la amonestación y el arrepentimiento, Capítulo XVII)

CIRILO DE JERUSALEN… “No nos avergoncemos de confesar al Crucificado. Que la Cruz sea nuestro sello hecho con valentía por nuestros dedos en nuestra frente y en todo; del pan que comemos, de las copas que bebemos; en nuestras idas y venidas; antes de dormir, cuando nos acostamos y cuando nos levantamos; cuando estamos en el camino y cuando todavía lo estamos. Este conservante es genial; no tiene precio, para el bien de los pobres; no hay trabajo para los enfermos; pues también su gracia es de Dios. Es signo de los fieles, y temor de los demonios […] ” (Lecturas Catequéticas XIII, capítulo 36).

SAN AMBROSIO DE MILAN… (...) Dios, pues, os ungió y Cristo os marcó con un sello. ¿Como? Quedaste marcado con la forma de su cruz, señal de su pasión . Recibisteis la señal de asemejaros a él, para que resucitéis a su imagen, viviendo según su ejemplo, que fue crucificado por el pecado y vive para Dios. Y vuestro viejo hombre, sumergido en la fuente, fue crucificado por el pecado, pero fue resucitado a Dios. (...) ” (Ambrosio de Milán – Sobre los Sacramentos, Libro VI 2,7)

 De un artículo de Jesús Urones, evangelizador católico.