« ¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO! »
Al atardecer, Jesús vuelve al cenáculo. El lugar de los regalos, Eucaristía, sacerdocio, amor fraterno, lavatorio de los pies... expresión de la nueva vida con el Resucitado.
Tomás no está presente cuando se aparece el Resucitado en el cenáculo. Es la tentación de los que siempre sospechan y ponen contra la pared a la institución de la Iglesia. Es un jarrón de agua fría para los que en comunidad se han encontrado con el Resucitado.
Aprenderá Tomás la lección de no separarse
de la Iglesia, si quiere encontrarse a Jesús en medio. El Señor se deja
tocar el corazón ante la incredulidad de quien tiene que curar la herida de su sospecha continua
contra la comunidad, contra los hermanos.
Al
final Jesús envía al perdón de los pecados en su nombre. Es lo que recoge el
icono de la Divina Misericordia, que presenta al Resucitado en el momento en
que envía el perdón de los pecados, obra de su Divina Misericordia.
+ Francisco
Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo
Primado de España
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