«EMPLEADO FIEL, PASA AL BANQUETE DE TU SEÑOR…»
Una parábola del Señor
desconcertante, pero no oscura. Las cosas del Señor son siempre luminosas
aunque lo vivamos desde el misterio. ¿Cuál
es la moraleja de la famosa parábola de los talentos? La Iglesia en el año litúrgico
nos la propone en la jornada de los pobres.
El Señor es siempre generoso en sus dones.
Son tres tipos de hombres. Uno que recibe cinco, otro dos y finalmente el último
recibe uno. Son enseñanzas de la sabiduría de los pobres.
Los dos primeros dan fruto. El doble de lo
que han recibido. Saben que la vida se nos ha dado y estamos llamados a dar
fruto y fruto abundante. Viven la lógica del don, del talento que es siempre
poner en valor para que dé fruto lo que hemos recibido. No se puede enterrar
los talentos que Dios siempre nos da para el servicio de los sufrientes.
En el que recibió uno solo está la gran
enseñanza de la parábola. El miedo al riesgo paralizó su corazón. Aunque se las
da de que conoce las exigencias del Amo, ni las huele. Su error garrafal está
en enterrar lo que Dios nos ha dado, aunque parezca pobre e insignificante.
Siempre hay que fructificar partiendo de nuestra pobreza. El miedo al riesgo
paraliza el corazón. La confianza nos lanza a dar fruto abundante porque
sabemos de quien nos hemos fiado. Al final de la vida seremos juzgados en el
Amor confiado que nos llevó a entregar la vida desde lo que somos y tenemos
fructificando los dones o denarios que Dios nos entregó.
+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo
de Toledo
Primado de España
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