«TEN
COMPASIÓN DE MÍ, SEÑOR, HIJO DE DAVID »
Aquí es curioso que el que se asombra
de la fe de aquella mujer es el mismo Jesús.
Mujer cananea, por tanto gentil.
Mujer de fe profunda y apasionada por amor a los suyos. Sigue a Jesús. Confía
en su buen corazón que siempre apoyó y alentó la fe de todas las mujeres que se
acercaron a Él. No existe ninguna mujer en el trato con Jesús que no haya
valorado y se halla admirado de su condición de fe. Una fe como grito en la
noche. Capaz de
conmoverse ante la
constancia y capacidad de superar los obstáculos y dificultades para vivir en la
entrañable misericordia de nuestro Dios que nos ha visitado y redimido. Esta
cercanía de Jesús con la persona que sufre, capaz de conmoverle debe ser el
distintivo de todo seguidor de Cristo.
Jesús pasó haciendo el bien y
curando de todas las heridas de la vida. Nada hay más sanador que confiar en
quien sabemos que nos ama y estar dispuestos a entregar la vida por amor. La
escena se hace admirable por la constancia de esta mujer y por la misericordia
del Señor dejándose ganar el corazón.
Nuestra vida es a veces un
grito de fe en la noche. Creemos pero pedimos una
y otra vez que el Señor aumente nuestra poquita fe. Sin embargo
caminando por la vida nos encontramos con hombres y mujeres, que en medio de no
pocas dificultades, viven su vida con la confianza y el abandono de quien se
acerca al Señor roto el corazón.
+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo
Primado
de España
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