«SEÑOR,
DÉJALA TODAVÍA ESTE AÑO… A VER SI DA FRUTO»
Caminando hacia la Pascua se nos vuelve a insistir en la
necesidad de convertirse para no perecer.
La
conversión en la Sagrada Escritura tiene como dos pulmones por donde respirar y
hacer que el Corazón se transforme en sintonía con el Corazón de Cristo.
El primer pulmón
por el que respirar la esperanza de la conversión es de san Juan. Convertirse
está en la contemplación, en los ojos asombrados de
tanto amor. Es como narra el prólogo de Juan, convertirse es como estaba el
Verbo en el seno del Padre embebido contemplando el rostro de la Misericordia
entrañable.
El otro pulmón de
la conversión está en San Pablo, convertirse es arrancar el corazón de piedra
para tener un corazón con los sentimientos del Corazón de Cristo.
La conversión en
clave paulina enlaza con los profetas y las promesas del Antiguo Testamento,
arrancare de cuajo el corazón de piedra y te daré un corazón de carne, capaz de
asombrarse y estremecerse. La nueva alianza no estará escrita en la piedra,
sino en el Corazón del Señor, cien por cien divino y cien por cien humano; por
ello se le revolvían las entrañas cuando veía a las ovejas que abandonadas
vagaban sin sentido por peligros y oscuridades.
Siempre la
conversión a la santidad será nuestra asignatura pendiente. La advertencia de
Jesús sigue siendo válida, sino os convertís pereceréis de la misma manera.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de
Coria-Cáceres
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