«ESTÁ ESCRITO: “NO TENTARÁS AL SEÑOR, TU DIOS”»
Lucas comienza las
tentaciones de Jesús con algo que es muy propio de su evangelio, Jesús es conducido por el Espíritu Santo al
desierto y es tentado por el diablo. Suele suceder que los grandes dones de Dios los
aprovecha el enemigo para tentarnos.
Que más gracia que
la vocación, la oración, nuestra comunidad; y sin embargo como lugares de alta
tensión se convierten en tentaciones porque el diablo trata de apartarnos de la
voluntad de Dios y alejarnos de aquello que es gracia para nosotros, la
oración, la vocación, la comunidad.
Nuestras
tentaciones las hace suya Jesús que es tentado como verdadero hombre que es cien
por cien divino, y también es cien por cien humano. Semejante a todos como nosotros
menos en el pecado. La tentación no es pecado. Muchas veces en su misericordia infinita el Señor
permite que seamos tentados para saber que el auxilio me viene del Señor y no
de mis propia fuerzas siempre tan frágiles.
Las tentaciones
del corazón humano que Jesús tiene, son la tentación del tener, del poder, y
del éxito. Jesús vence la tentación del tener, remitiendo a aquel que es el
único que sacia nuestra hambre y sed de amor, no es el consumismo brutal, sino
el compartir. Vence la tentación del poder con un corazón humilde que se
arrodillará a los pies de sus discípulos para lavarle los pies, enseñándonos
que servir es reinar.
Por ultimo vence
la tentación del éxito engañoso, diciéndonos que la fecundidad de una vida no
viene por el éxito, sino por el amor entregado. Ese es el componente esencial
de la cruz. Se llega al fruto de la resurrección recorriendo el camino de la
cruz desnuda y pobre. Este es el camino de la cuaresma olimpiada de amor hacia
la luz pascual.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de
Coria-Cáceres
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