«YO SOY LA VOZ QUE GRITA EN EL DESIERTO: “ALLANAD EL
CAMINO DEL SEÑOR”»
El protagonista principal del Adviento es
el que viene en la noche para colmar todas nuestras esperanzas. Sin embargo hay
también hombres y mujeres que preparan el camino del Señor y son claves los
profetas, Juan Bautista, María que “le esperó con inefable amor de Madre” (Prefacio
II de Adviento).
El
Jordán, como el desierto, como Belén, son lugares teológicos de los
acontecimientos del Adviento y de la Navidad. Aquí
la llamada es a una vivencia del Bautismo, como un cambio de mentalidad, de
vida, capaz
de lanzarnos a un servicio humilde, el servicio de la evangelización de la
Redención desde “signos pobres”.
El
fruto que siempre da la identificación con Cristo es la alegría, tan escasa en
nuestro mundo, incluso en nuestra Iglesia y que expresa que en medio de no
pocas dificultades, en las que vivimos envueltos, nuestra vida está anidada en
el Amor de Dios. No estamos lejos de la alegría cuando nos alejamos del pecado
y nos acercamos a su infinita Misericordia.
Este
domingo de la alegría es siempre una llamada a llegar
hasta el último rincón de nuestro corazón, donde todavía pueden existir zonas
que no están evangelizadas,
“sótanos” a los cuales todavía no llega “la cobertura de Dios” y que deben ser impregnados de la
alegría de la salvación. Juan es un buen testigo, él es capaz
de ser dedo que indica, que señala el camino, “Amigo del Esposo” que nos ayuda
a prepararnos intensamente a los acontecimientos de gozo y de alegría que nos
conducen cuando convertimos el desierto de nuestro corazón en el jardín que ha
florecido por la esperanza.
Este
domingo de Adviento el Evangelio nos recuerda que estamos llegando a Belén, al
portal donde nació la Vida. Caminemos “a pie descalzo” con los
testigos que, como nosotros, han caminado al encuentro con ALEGRÍA.
+Francisco
Cerro Chaves - Obispo de
Coria-Cáceres
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