¿Por qué la adoración? La gracia de agradecer
Nadie coma de esta carne sin adorarla (Sacramentum Caritatis 66)
¿Por
qué la adoración? El hombre que no adora se empequeñece. Considera su vida sólo
como un trasunto humano y éste termina hastiando, incluso aburriendo. La
adoración abre nuestra vida a lo que es más grande que nosotros,
ensancha nuestro corazón y nuestra inteligencia, y entonces –paradójicamente-
en vez de alinearnos, encontramos nuestra auténtica medida: estamos hechos, no
nos hemos dado la vida a nosotros mismos y por lo tanto nuestra vida es un
proyecto más grande de lo que creíamos; la misma paternidad y maternidad, los
estudios o el trabajo, la amistad o incluso el gusto por la vida se hacen más
grandes, son un don, algo que Alguien me da y yo le doy gracias por ello, le
adoro y le reconozco. Como dice el salmista: Abres Tú la mano y sacias de
favores a todo viviente (Sal
144, 16)
Como
ha dicho el pensador agnóstico contemporáneo Habermas: El gran drama de nuestro
mundo secularizado es que no tiene a quién agradecer lo bueno de la vida ni a
quién gritar por lo que le hace sufrir (Conversaciones entre
Habermas y Ratzinger. 2001). Nosotros sabemos que tenemos
a Quién agradecer y gritar, a Quien adorar porque
Él mismo ha revelado su Rostro, sus intenciones, su proyecto: Tanto amó Dios al
mundo que entregó a su Hijo para que no perezca ninguno de los que creen en Él
sino que tengan vida eterna (Jn
3, 16)
¡Existimos porque Él nos ama! Por amor, como un proyecto único e irrepetible. Y
no sólo eso. Hemos sido pensados para vivir la vida
divina, para la vida eterna,
para ser como Dios, amar como Dios.
+ RAFAEL ZORNOZA BOY
No hay comentarios:
Publicar un comentario