«¿QUÉ MANDAMIENTO ES EL PRIMERO
DE TODOS?».
Cuando
los domingos en Completas rezo en la
lectura breve con el Shema Israel me
hace vivir y dormir en la paz de poner
el corazón en lo esencial de amar a Dios y al prójimo como a uno mismo.
La
vida de un cristiano debe estar determinada por la escucha de la Palabra de
Dios. La primacía de la Palabra de Dios
nos lleva a la centralidad de la Eucaristía. Cuando el Señor es el centro de
nuestra vida y de nuestro corazón y escuchamos sus Palabras, siempre son de
vida eterna; nuestro corazón se estremece y nos llenamos de la alegría de
“quien ha conocido el Amor”.
Jesús responde para dejar claro a
las preguntas que tienen las ideas claras y el corazón abierto a la voluntad
del Padre y a la entrega de los que sufren.
El
primer mandamiento es escuchar y vivir que el Señor, es el Único Señor, al que tenemos que
amar con todas las fuerzas de nuestra vida y de nuestro corazón. Sin el Amor de
Dios, sin esta dimensión vertical, sin la relación con el Absoluto nos quedamos
sin respuesta y vivimos en blanco y negro.
El
segundo mandamiento, semejante al primero es amar al prójimo como a ti mismo. Lo cual significa
que de entrada el Señor también nos pide que nos amemos a nosotros mismos. El
Señor nos enseña a no despreciar nada, solo aborrecer al pecado que nos aleja
de la gente porque no nos hace hermanos sino mundanos y egoístas.
Estos
dos mandamientos son los mayores. El amor al Señor como el Padre que cuida de
nosotros y a los hermanos que nos hacen formar la familia de los hijos de Dios.
Jesús en el Amor al prójimo va a llegar
más lejos. Se puede decir que el amor al prójimo como a ti mismo es de donde
partimos, pero luego vendrá el ver en
cada persona a Jesús (cfr Mt. 25) y por último amar a cada persona que Dios nos
pone en el camino como Jesús los ha amado. Amar a los que nos aman como los quiere
Jesús, es la cumbre del amor cristiano. Amar con los sentimientos del Corazón
de Cristo.
+Francisco
Cerro Chaves - Obispo
de Coria-Cáceres
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