«ESTA VIUDA POBRE HA
ECHADO EN LAS OFRENDAS MÁS QUE NADIE…»
Jesús observa lo que está ocurriendo en los
aledaños del Templo de Jerusalén, y hace de su observación una hermosa
enseñanza. Ante sus ojos aparecen los letrados y fariseos, esa gente
importante, reconocida y mandamás, autorizadísimos por sus propias leyes, que
iban y venían al Templo dándose una importancia arrogante. Jesús señala…
también el abuso injusto que ellos practicaban aprovechándose de las capas más
bajas de aquella sociedad, como eran las viudas.
Y junto a este grupo…
el Señor observa precisamente a una viuda que llega al Templo sin alarde ni presunción, y allí frente al cepillo ella contrastaba con otra gente rica y
principal que echaba en abundancia. Aquella pobre mujer no: tan sólo echó dos reales.
… Jesús la vio, y la ensalzó hasta el punto de colocarla
como ejemplo. Exactamente igual que vio a los letrados y los puso de
contraejemplo. Nada escapa a la mirada de Dios.
¿Qué es lo que Jesús vio en esta viuda? Que lo había dado todo. Por poco que fuera, eso era cuanto tenía. El premio de esta mujer
estaba en la paz y en la falta total de agobio asfixiante, de zozobra
angustiosa, porque vivía en la libertad de quien nada tiene que defender porque
todo lo ha entregado ya. Curiosamente, los que viven así tienen esa felicidad
que imposiblemente pretenden alcanzar aquellos que se resisten a darlo todo. Y
aquí resalta la paradoja evangélica: quien entrega, tiene, quien retiene se
quedará sin nada.
…Darlo todo, gratuitamente,
como gratis lo hemos recibido,y también nosotros experimentaremos que las promesas de Jesús no son
vacías. Somos lo que somos ante Dios y nada más.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm – Arzobispo
de Oviedo
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