Una de las figuras del Adviento, san Juan
Bautista, precursor del Mesías, predica un bautismo de conversión para el
perdón de los pecados, cumpliendo la profecía de Isaías: «En el desierto
preparad el camino del Señor, allanad sus senderos» (Ev.). El Adviento es,
pues, un tiempo de conversión, durante el que nos preparamos interiormente para
que cuando el Señor venga nos encuentre limpios e irreprochables (cf. 2 lect.).
Es un tiempo de experimentar la misericordia de Dios, que nos hace volver a
gozar de su esplendor, dejando atrás la oscuridad de nuestros pecados (cf. 1
lect.).
Y así podremos cantar: «El Señor ha estado
grande con nosotros, y estamos alegres» (sal. resp.). Vigilemos para que los
afanes de este mundo no nos impidan nuestro encuentro con Cristo (1.ª orac.).
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