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En el contexto del adviento, brilla la fiesta de María
Santísima, primera redimida, fruto y primicia de la redención de Cristo. Esperamos un Salvador, nuestro Señor
Jesucristo. El viene a librarnos del pecado y a darnos la libertad de los hijos
de Dios. Romperá nuestras cadenas, las cadenas del pecado, que nos atan a
nuestros vicios y egoísmos. Y viviremos con él la libertad de la gracia, la
libertad del amor, que nos hace hijos de Dios y hermanos de todos los hombres.
En María
todo esto se ha cumplido. Por eso, ella va delante de nosotros como madre buena
e inspira nuestro caminar. Mirándola a ella, entendemos la vida cristiana y a
dónde nos quiere llevar el Señor. María ha sido colmada de gracia en el momento
mismo de su concepción, y por eso, librada de todo pecado, incluso del pecado
original. Es la Inmaculada Concepción, la Purísima, la Llena de
gracia. "Toda hermosa eres María y en ti no hay mancha de pecado
original"…
Por eso, el adviento es tiempo de esperanza, porque el
que viene a salvarnos, Jesucristo, ya está en medio de nosotros, se oculta en
el seno de María virgen, que nos lo dará en la nochebuena, nos trae la alegría
del perdón de Dios y de su misericordia. Pongámonos en actitud de conversión,
con deseo de purificar tantas malas hierbas de nuestro corazón, y brotará en
nosotros una vida nueva, que llenará nuestro corazón de alegría. El adviento es
tiempo de esperanza y de alegría, porque nuestros
problemas tienen solución en Dios, en Jesucristo. Y María es prueba de ello.
(+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)
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