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LO QUE LE HABÍA MANDADO EL ÁNGEL »
María y José en
este cuarto domingo de Adviento son los
grandes protagonistas del que ya está golpeando a la puerta para venir y entrar, el Señor Jesús. María, la mujer que
creyó que para Dios nada hay imposible, está detrás de la fe de San José al que
el Señor le pide lo más difícil y complicado que te puede tocar en esta vida
cuando amas. Y el Señor le pide la poda y el despojo total.
Primero, el amor sin poseer. José tiene que amar con locura y saber que no le
pertenece su esposa, María ni el Niño que ha nacido “por obra y gracia del
Espíritu Santo”. José no comprende, como nosotros, pero recorre kilómetros
amando sólo en fe y esperanza. No pide explicaciones especiales, sólo quiere
saber dónde situarse en el misterio en el que Dios le envuelve y confía, en
medio de no pocas tribulaciones, dudas y dificultades.
Segundo, el problema de los “Josés” de la historia es cumplir con el papel
perfectamente y cuando se cierre el telón saber desaparecer con paz. Es la lógica de las almas grandes, de los gigantes
que hacen tanto bien sin notarse. Estar en los momentos claves de la vida y de
la historia, como José, y luego de puntillas retirarse en el momento “justo y
necesario”. Esto sólo lo entienden las
almas grandes, capaces de vivir en voluntad de Dios. Los que saben que el gran
protagonismo de la historia es el Amor de Dios. La profunda humildad del
corazón de hacer el bien casi sin notarse.
Por
último, José no se retira al sótano de los quemados intensivos, de los
instalados en la queja permanente, sino
que busca, desde su propia realidad, amar hasta el extremo. Desde cualquier situación que vivamos podemos ser
Adviento, esperanza y como José, construir desde nuestra pobreza, desde
nuestro cansancio. Sabiendo que cuando
nos ponemos en sus manos con una infinita confianza, el Señor nos transforma y
nos crecen las alas, como a San José, de
servicio y de entrega aunque nos toque aparentemente la parte más dura de la
vida, la de amar desde el
anonimato, la sencillez y el, al mismo tiempo, saber desaparecer.
José,
en este último domingo de Adviento, es una llamada a vivir la fe de María.
Abrirse al Misterio. Contemplar al que llega para saciar nuestro infinito deseo de Amor.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo de
Coria-Cáceres
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