QUE EL
ALMA SE EJERCITE EN LA ORACIÓN CONSTANTE
… Tiene
tanto poder la devota oración, que sirve para todo, y
en todo tiempo puede el hombre ganar por medio de su ejercicio: en invierno y
en verano, en tiempo sereno y de lluvias, de noche y de día, en días festivos y
feriales, en enfermedad y en salud, en la juventud y en la ancianidad, estando
de pie, sentado y caminando, en el coro y fuera del coro; aún más: a veces se
gana más orando una hora que todo lo que pueda valer el mundo, porque
con una pequeña oración devota gana el hombre el reino de los cielos.
Tres cosas te son necesarias para la perfecta
oración:
La primera es
que, cuando estuvieres puesta en oración, entonces, con levantado ánimo y
corazón, cerrados todos los sentidos, debes sin ruido pensar
con corazón dolorido y contrito en todas tus miserias, a
saber, las presentes, las pasadas y las futuras.
Lo
segundo que es necesario en la oración a la esposa de Dios es la
acción de gracias, esto es, que con toda humildad dé gracias a Dios
su Creador, por los beneficios de él recibidos ya
y de los que ha de recibir en adelante. Pues nada hay que haga al hombre más
digno de las gracias del Señor como el manifestársele siempre reconocido y
darle gracias por los dones recibidos.
Lo tercero que necesariamente se
requiere para la perfecta oración es que tu alma en la oración no
piense más que en esto solo: que estás orando. Puesto que
es muy indecoroso que uno hable con Dios con la boca, y el
corazón esté pensando en otras cosas; que
medio corazón se dirija al cielo y el otro medio se quede en la tierra.
No
te engañes, no te decepciones, no pierdas el gran fruto de tu oración, no
pierdas la suavidad, no vayas a frustrar la dulzura que debes sacar de la
oración. Pues la oración es un vaso, con el cual se saca la
gracia del Espíritu Santo de la fuente que mana de la Santísima Trinidad.
Cuando
estás en oración, debes recogerte toda en ti misma, y entrar
con tu amado en el aposento de tu corazón, y permanecer allí sola con él solo,
y olvidarte
de todas las cosas exteriores, y
levantarte sobre ti con todo el corazón, con toda el alma, con todo el afecto,
con todo el deseo, con toda la devoción. Y no debes aflojar el espíritu de la
oración, sino, por largo tiempo, subir hacia arriba por medio
del ardor de la devoción, hasta que entres en el
lugar del tabernáculo…
San Buenaventura
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