TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

sábado, 4 de noviembre de 2017

DOMINGO 5 DE NOVIEMBRE, 31º DEL TIEMPO ORDINARIO


«QUE EL PRIMERO DE ENTRE VOSOTROS SEA VUESTRO SERVIDOR»



     El Señor siempre va al grano. El mayor encontronazo que se encontró el Señor fue con los fariseos, los de la autorreferencialidad, los que se presentaban delante de Dios con derechos y delante de la gente como modelos, como referencia para sus vidas: “Yo ayuno y doy limosnas”. 
     El fallo es que todo lo hacen para “que los vea la gente”. Se han quedado siempre en la religión de la exterioridad y no han dado el paso al corazón, al interior que hay que cuidarlo para que dé frutos de caridad. Crecer por dentro para servir por fuera. 
    Los autorreferenciales son los fariseos y han existido y existirán siempre. Les falta la profunda humildad de corazón. No dejan pasar la luz de Dios por sus vidas porque no son transparentes, son opacos, no dejan que se vea en ellos la acción y el Amor de Dios, se queda en su yo, en su autorefencialidad, en su hipocresía. Sustituyen a Dios. No sólo no llaman sino que ocupan el puesto del Padre, del Maestro. Excluyen a Dios porque su yo es el centro y a los demás que los parta un rayo. No tienen otro Dios que su propio yo, hecho norma de vida y juicio. 
    Al final, el Señor acaba explicando en este pasaje que la clave es poner humildemente los ojos en el Señor. En su forma de amar donde no hay egoísmo. El centro de la vida cristiana es Jesús y en nosotros se debe vivir el olvido de sí que ni olían los fariseos. En el fondo, la autorreferencialidad es la idolatría a uno mismo que ocupa el puesto de Dios tratando de hacerle un favor al Señor. Siempre, el Señor nos remite a su Corazón manso y humilde. Su humildad ni se inicia ni se consolida, en que llegue a una vida plena de santidad. Nos quedamos en florituras, pero no se da fruto de vida, de caridad, de humildad. No se llega a alcanzar la meta de nuestra vida cristiana ya que por el Bautismo estamos todos llamados a la santidad, sin un vivir con los sentimientos del Corazón de Cristo no existe ni inicio ni progreso en la santidad. Es necesario volver, una y otra vez, a vencer la tentación farisaica de la “autorreferencialidad” para adentrarse en el corazón manso y humilde de Jesús. 

             +Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres


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