TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

viernes, 5 de febrero de 2016

CARTA PASTORAL AL INICIO DEL CURSO - 2015-2016 (V)


 BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS


LA MISERICORDIA REFORMA PERSONAS Y ESTRUCTURAS

     Sintamos la llamada a la conversión pastoral. Decía Francisco a los Obispos italianos: “Hermanos, si nos alejamos de Jesucristo, si el encuentro con Él pierde frescura, terminamos por tocar con la mano la esterilidad de nuestras palabras e iniciativas” (19 de mayo de 2014). La misericordia de Dios nos pone de rodillas ante el y nos conmueve con su amor. En efecto, “sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga”, (EvGau, 262). Son los santos los más auténticos y fecundos reformadores.
     La misericordia lleva reforma en las actitudes y suscita virtudes, pues sobre todo es reforma espiritual. A partir de la reforma espiritual, que es prioritaria, se suscitan actitudes y comportamientos virtuosos, marcados por el Evangelio. Y así se llega a la reforma en las estructuras. El papa Francisco ha emprendido con libertad y determinación, pero muy conscientemente, la reforma de las estructuras de la Iglesia. Hay páginas muy tajantes y críticas en la Exhortación Evangelii Gaudium que se refieren a ciertas actitudes farisaicas, que se disfrazan de piedad impecable e implacable, pero que expresan una detestable mundanidad espiritual (EG 93-96). «¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales» (n. 97). La Iglesia sólo supera esta tentación de soberbia y autosuficiencia con la trascendencia hacia Dios y con la trascendencia de su misión y servicio a su pueblo. De nuevo nos encontramos con la conversión personal, pastoral y misionera. El mejor camino para la reforma de la Iglesia que el papa Francisco nos propone es, por una parte, el de la adoración – ¡recuperar el espíritu contemplativo!, volver al amor de Cristo-- y, por otra, el de la salida misionera por desborde de gratitud y alegría. Pero ambas cosas parten del corazón que, en comunión con el amor del Señor, nos adentran en el misterio de comunión que identifica a la Iglesia. Pretender reformar las estructuras de la Iglesia sin cambiar el corazón, sin corrientes vivas y pujantes de reforma espiritual, o incluso intentar hacerlo desde lógicas mundanas, no hace más que atentar contra su ser y misión. La fuerza y credibilidad de Francisco estriba de su coherencia entre palabra y gesto, el gesto que aún precede la palabra. Al Papa le gusta repetir aquello que respondía la Madre Teresa a un periodista que le preguntaba ansioso por donde comenzarían las grandes reformas de la Iglesia: “¡pues por ti y por mí!”.
     Las interpelaciones que nos dirige el papa Francisco con frecuencia son para hacernos ver a los cristianos la tendencia a vivir según una lógica mundana, apegados a los ídolos del poder y la riqueza, aunque se trate de los “pequeños” apegos de andar por casa, pero que constituyen grandes ataduras que nos inmovilizan. En el contexto de la reforma de la Curia romana, el Papa ha tenido varias intervenciones denunciando defectos y actitudes típicas de la vida eclesiástica: la ambición, el carrerismo, los chismes, la corrupción, etc. Son defectos que se sufren también en las Iglesias locales. Hagamos nuestra también esta invitación a la conversión como aceptación de la misericordia.
     La conversión pastoral atañe a todos, a los Pastores, a los Obispos y sus colaboradores en el ministerio pastoral, y también a laicos y religiosos. Estamos llamados a una profunda revisión de vida sobre nuestro testimonio y nuestro modo de ejercitar el ministerio. No podemos seguir haciendo lo mismo de siempre sin tener en cuenta las “sorpresas del Espíritu” que se manifiestan en este tiempo. El papa nos recuerda una y otra vez lo que espera de los pastores. Quiere que seamos los primeros que mostremos en nuestro estilo de vida el perfume de Cristo y el olor a ovejas, la familiaridad con el Señor y la cercanía misericordiosa y llena de ternura a nuestra gente, el caminar delante, en medio y detrás del propio pueblo marcando el rumbo y la meta de ese camino, como testigos de una comunión que confluye en la misión y que acoge a todos en la caridad y se solidariza con los que cargan con pobrezas y sufrimientos.
     El Jubileo de la Misericordia tiene que empapar este impulso espiritual, pastoral y misionero que animará todo lo que sea necesario para reformar las estructuras de la Iglesia, para que no se conviertan en barreras opacas a su testimonio ni terminen corrompiéndose. Lo que el Papa Francisco hace en la Curia Romana sirve para orientar la reforma necesaria de nuestras estructuras eclesiales, -- parroquias, obispado, delegaciones, asociaciones de fieles, etc..-- para que irradien de modo más transparente la presencia de Jesucristo, del que la Iglesia es su Cuerpo en medio de la historia humana, y el servicio desinteresado que ofrecen para que a todos llegue el amor de Dios. Hemos de estar atentos para salir de rutinas que ya no funcionan o han quedado obsoletas pero, sobre todo, para vivir con un estilo nuevo acorde con las necesidades de este momento y con propuestas aptas para evangelizar.
+Mons. Rafael Zornoza Boy-Obispo de Cádiz-Ceuta


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