TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

jueves, 13 de marzo de 2014



Carta del obispo de la Diócesis de Cádiz y Ceuta, con motivo de la Cuaresma 2014.



Queridos fieles diocesanos:
      Cada año llega la Cuaresma puntualmente. Ya está aquí. ¿Cuántas hemos vivido en nuestra vida? ¿Nos han servido? Esperemos que sí, pero ¿nos servirá de algo la que hemos comenzado? ¿Cambiará nuestra vida? Ya nos hemos quitado las caretas del carnaval, pero desprendernos de las que nos ha puesto la rutina de la vida o el pecado cuesta mucho más. Ha llegado el momento de volver a lo esencial, el tiempo de recuperar la libertad.
      La Cuaresma es un tiempo de profunda renovación bautismal en el que, si queremos, podemos estrenar una gracia inédita que pasa a la vera de nuestra vida. Debemos, pues, vivirla como un tiempo de gracia en el que Dios, como el Padre de la parábola del hijo pródigo, ansía nuestro regreso. No basta con ser un simple espectador de la liturgia o integrante de alguna devoción de piedad. Dios espera más, porque nos quiere agraciar con más. En una palabra, Dios nos está esperando. Nos ofrece la verdad que viene con la alegría del Evangelio. Su vida nos vivifica, esto es, el paso (la Pascua) de Cristo resucitado, así como la muerte (el pecado y el hombre viejo) nos mortifica.
      Os invito, por tanto, a vivir la Cuaresma intensamente. Este itinerario personal, que parte del interior, del corazón, lo vivimos todos juntos, como un pueblo, una comunidad, que necesita apoyos externos, comunitarios y eclesiales; por esto encuentra en la liturgia su camino espiritual más fecundo y la garantía sacramental de la fuerza del Señor que se abraza a nuestra existencia personal.
      He dispuesto para esta Cuaresma varias propuestas concretas que los sacerdotes de las diferentes parroquias os ofrecerán. Quiero agradecerles cordialmente su inestimable colaboración, pues sin su celo de pastores que buscan vuestro bien no sería posible hacerlo. Os pido que las aceptéis para amar más al Señor. Son las siguientes: 

1.- Charlas cuaresmales.

2.- Renovar la vida de bautizados celebrando la liturgia dominical.



3.- Experimentar la gracia del perdón en el Sacramento de la Reconciliación.

      La Cuaresma es el tiempo de la Misericordia por excelencia en el que recibimos el abrazo del Padre y aprendemos a abrazar la carne herida de nuestros hermanos, especialmente la de los que más sufren. En este ambiente de gracia el Sacramento de la Reconciliación constituye un momento fundamental. Os invito encarecidamente a experimentar la renovación profunda de la gracia de Dios, que nos reconcilia sacramentalmente y nos regenera interiormente, confesando los pecados para recibir con el perdón, el abrazo de Dios misericordioso…

4.-  Un esfuerzo significativo de caridad con los pobres y necesitados.
     La vida de fe está ligada profundamente a la caridad. El ayuno y la limosna nos hacen comprender que podemos prescindir de lo nuestro en beneficio de los demás, y que este aparente empobrecimiento nos enriquece con el amor del Señor. A través de los otros y de sus necesidades reconoceremos mejor nuestras carencias y nuestra verdadera fuerza: la caridad. El cristianismo no es una regla sin alma, un prontuario de observancias formales para gente que pone buena cara para esconder un corazón vacío de caridad. En la tremenda situación actual en la que palpamos tanta pobreza, el sufrimiento menesteroso de los que viven en situaciones extremas sin lo más necesario para subsistir, el grito de su dolor se convierte en mensaje urgente del Señor para nosotros, que nos pide rasgar los corazones, no las vestiduras, y amar al pobre, con quien Cristo mismo se ha identificado. El ayuno y la limosna cuaresmal debe hacerse desprendimiento efectivo de aquello que nos cuesta, algo más que lo superfluo, pues a los empobrecidos les cuesta la vida. Esta senda del amor nos dará también una presencia mayor de Cristo en nuestra vida, pues Él camina junto a nosotros y se compadece de nuestra debilidad. Ha dicho el Santo Padre recientemente: "¡Aquél es el ayuno que quiere el Señor! Ayuno que se preocupa por la vida del hermano, que no se avergüenza de la carne del hermano. Nuestro acto de santidad más grande está precisamente en la carne del hermano y en la carne de Jesucristo. El acto de santidad de hoy no es un ayuno hipócrita: ¡es no avergonzarse de la carne de Cristo que hoy viene aquí! Es el misterio del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Es ir a compartir el pan con el hambriento, a curar a los enfermos, los ancianos, aquellos que no pueden darnos nada a cambio: ¡no avergonzarse de la carne, es eso!”
Es la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que seamos transformados por el Espíritu Santo a imagen de Cristo que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza.
Deseo y pido al Señor que nos aproveche la oración común de toda la Iglesia y la oración nuestra de unos por otros, que es la expresión primera de nuestra fraternidad.


+Rafael Zornoza Boy,
Obispo de Cádiz y Ceuta


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