LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL
TEMPLO
"LAS CANDELAS"
La candelaria,
sin duda ha sido una de las fiestas más significativamente mariana, la
Purificación de María; en ella celebramos que Madre e Hijo se sometieron a la
legislación judía: toda mujer, al dar a luz un varón, en el plazo de cuarenta días,
debía presentarse en el templo para su "purificación legal".
La fiesta mariana
fue popularizándose a lo largo de la Edad Media, se solemnizaba con una gran
procesión de "candelas encendidas"; luego, en las casas, las velas volvían
a encenderse en los acontecimientos familiares.
A partir del
Concilio Vaticano II, se recuperó el sentido primitivo de esta fiesta del siglo
VII, bajo la denominación de "la Presentación de Jesús en el Templo",
con un significado cristológico: Cristo
es la figura principal de la escena, en
brazos de María y con la presencia de José.
El templo es la imagen del Pueblo de Israel, que se
prolongará en la Iglesia.
Las figuras de Simeón y Ana personifican a Israel y a la
Iglesia. La invocación de Simeón sintetiza la misión de ese Niño en la
historia "luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo,
Israel", a la vez que anuncia la función de María como corredentora;
"y a ti, una espada de dolor te traspasará el corazón".
Una atractiva
fiesta para vivirla desde el evangelio (Lc.2,22-40) y dejarnos empapar por la presencia salvadora de Jesús y María, teniendo como testigo
excepcional a José.
LA CANDELARIA
"Ahora,
Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos
han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz
para alumbrar a las naciones y gloria del pueblo de Israel". (Lc. 2, 29 y 30)
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