TIEMPOS LITURGICOS

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jueves, 1 de mayo de 2025

 TRES MODOS DE EXPRESAR Y VIVIR LA ORACIÓN

(Continuación)


LA ORACION DE CONTEMPLACION

   La contemplación es el más alto grado de oración que podemos practicar como esfuerzo necesario del hombre (ascética). Lo importante en la contemplación es el silencio interior, un silencio que nos pide el recogimiento de la mente y la quietud de la voluntad para permanecer en la presencia de Dios, en una unión Intima y espiritual que se convierte en adoración al Amor de los amores, pues el divino Espíritu anhela acercarse a sus criaturas para edificarlas espiritualmente. Por eso decimos que es el Espíritu Santo el que realiza la verdadera formación espiritual del ser humano, pues solo el amor de Dios puede configurarnos con Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, único mediador entre Dios y los hombres (CEC 480-481). Recordemos que con su ofrenda voluntaria en la cruz, con su muerte y resurrección, ha alcanzado para la humanidad el retorno a la semejanza divina que perdimos por el pecado original.

   El lugar por excelencia de esta práctica de oración es ante Jesús Eucaristía, en la que el Señor está presente realmente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. También ante la exposición del Santísimo Sacramento o ante el Sagrario, pues su presencia permanente en el pan consagrado deriva del sacrificio eucarístico y se ordena a la comunión de los fieles. El Señor ha querido quedarse con nosotros «hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20). Cuando no podemos estar la presencia real del Señor, lo adecuado es recogernos para contemplarlo en nuestro corazón, como nos ensena el Apóstol: «Tu, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensara» (Mt 6, 6).

   Si en la oración vocal nuestras potencias estaban activas, y en la meditación estaban receptivas; en la contemplación, las potencias están recogidas en la presencia del Señor, en silencio y quietud, pero abiertas a la acción de la gracia: la memoria, el entendimiento y la voluntad se disponen a la acogida del Espíritu Santo. Con todo, las potencias siguen haciendo un esfuerzo necesario (ascética), pues lo normal es que tengamos un combate continuo contra los pensamientos que nos sugiere la mente humana, esa 'loca de la casa' -diría santa Teresa- que no para de proponernos ideas que nos hacen apartarnos de la presencia de Dios. Se oponen al recogimiento de la mente los pensamientos inoportunos, negativos o inútiles, las preocupaciones, las maquinaciones y las obsesiones, pues nos apartan de la unión espiritual y perfecta con Dios. Entendido así, la oración contemplativa es una tarea comparable a la que realiza el campesino cuando dispone las acequias necesarias para el riego de la semilla, a fin de que pueda dar el fruto esperado por el sembrador.

   Al comienzo de la práctica de esta oración, es frecuente que nos pasemos el tiempo apartando pensamientos inoportunos e inútiles. Con la perseverancia, iremos experimentando la paz interior, un don de Dios que favorece el recogimiento de la mente y la quietud de la voluntad, pues nuestro corazón anhela estar unido a Él y hacer en todo su voluntad. Observemos que la unión espiritual perfecciona el entendimiento y armoniza la unión de la mente y la voluntad, de forma que, con ayuda de la gracia, iremos venciendo los vicios y las tendencias desordenadas, de suerte que irán aflorando las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Nos puede parecer que no nos sirve de nada por el combate de los pensamientos: al contrario, esto nos confirma que estamos experimentando la limitación humana en el seguimiento de Cristo, lo cual nos hará más humildes y confiados.

  Cuando no tenemos experiencia en la oración contemplativa, conviene iniciarse con unos minutos cada día, sin querer avanzar a pasos de gigante, hasta que seamos capaces de permanecer, al menos, media hora diaria, siguiendo las enseñanzas de Jesús a Pedro: «No habéis podido velar una hora conmigo?» (Mt 26,40).

   La oración de contemplación fue una novedad que aporto a la Adoración Nocturna Española nuestro Fundador, el venerable Luis de Trelles: media hora de “oración personal” ante el Santísimo Sacramento. La práctica correcta de esta oración contemplativa es muy importante para nuestro provecho, pues en ella, sin ocuparnos en otra cosa, buscamos la unión con el único y divino Espíritu que procede del Padre y del Hijo. Hemos de permanecer en silencio, sin cantos ni otras ocupaciones, pues es un elemento necesario de nuestro carisma, al que debemos ser fieles, a pesar de que hayan surgido nuevos carismas de adoración al Santísimo Sacramento con otras prácticas diferentes. Ayudémosles en su promoción, pero sin perder nuestro carisma.

   En conclusión, la oración es una vía de perfección que nos dispone a recibir mayores gracias por la acción del Espíritu Santo: «Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos» (Ez 36, 27). Perseveremos en hacer nuestras las enseñanzas de la Iglesia, siempre de la mano de la Virgen María, Madre de la Iglesia y Madre nuestra. Ella es nuestra protectora e intercesora, y la mediadora de todas las gracias. 

                                             FRANCISCO JAVIER CEBRIÁN DEL POZO                                                              Vocal nacional de formación.

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