TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

martes, 6 de mayo de 2025

PARA EL DIÁLOGO Y LA MEDITACIÓN

MAYO :  ADORAR Y BENDECIR

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

 LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS

    BENDITO Y ALABADO SEA

   Ben-decir es decir bien. Hablar bien de algo, de alguien. ¡Cuánto necesitamos cambiar nuestro espíritu de crítica, de maledicencia por un Espíritu de Bendición! ¡Cómo cambiaría el mundo si por cada crítica dicha la cambiáramos en una alabanza a dicha persona! Mirar el bien para decir el bien. Ver lo bueno para cantar lo bueno… Adorar la Eucaristía debe ayudarnos a esto. Por eso ante el Santísimo se cantan bendiciones. Porque bendiciendo a Dios nos hacemos más capaces de bien-decir de los hermanos. La Eucaristía es sacramento de bendición.

   San Cirilo llama a este augusto Sacramento de bendición. De bendición, porque de hijos de ira y de maldición, Cristo nos mereció la bendición y la gracia ... de bendición, porque en Él y por Él serán benditas todas las gentes: de bendición, porque es la vida de la gracia: de bendición, porque es la salvación del ánima: de bendición, porque es la que se ha de dar en el día tremendo de la Justicia final. (LS, TI, 1870 p.10.)

   En realidad, la bendición funciona en dos direcciones. De abajo arriba y de arriba abajo. Nosotros bendecimos a Dios, queremos ensalzar su nombre sus bondades, sus cualidades: ¡Bendito sea Dios! ¡Qué expresión tan bella y qué fácilmente viene a nuestros labios estando junto al Santísimo! Pero nosotros no podríamos hacer esto si previamente Jesús no nos hubiera bendecido él, como Dios eterno. Él nos dio la vida por su palabra “dijo Dios”… “y vio que era bueno”. La creación misma es una inmensa ben-dición. Pero además su redención, su misericordia no hace sino multiplicar la bendición en nuestros corazones.”

   “La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquel que es la fuente de toda bendición” (CEC 2626). El Espíritu Santo es el Mensajero de esta bendición. Tanto la que asciende como la que desciende… “Dos formas fundamentales expresan este movimiento: o bien la oración asciende llevada por el Espíritu Santo, por medio de Cristo hacia el Padre (nosotros le bendecimos por habernos bendecido) o bien implora la gracia del Espíritu Santo que, por medio de Cristo, desciende de junto al Padre” (CEC 2627).

   Así podemos entender la gran bendición que supone cada vigilia de Adoración Nocturna. Es un encuentro entre dos movimientos, nosotros buscamos a Dios, Dios nos busca a nosotros. Cada convocatoria mensual es un lugar propio de bendición mutua. Uno de los momentos más hermosos del ritual de Adoración es cuando después de haber recibido la Bendición del Santísimo nosotros respondemos con una letanía de bendiciones “Bendito sea su santo nombre”, “Bendito sea Jesucristo en el Santísimo sacramento del Altar” …

   San Pablo proclama con emoción el plan de amor de Dios y dice así: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado» (Ef 1,3-6) … Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.» Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos (Mc 10, 13-16).

   Una experiencia intensa es la de leer estos textos bíblicos de bendición en una prisión, o en un centro de desintoxicación. Hacer sentir a esas personas que permanecen bendecidas, no obstante sus graves errores, que el Padre celeste sigue queriendo su bien y esperando que se abran finalmente al bien. Si incluso sus parientes más cercanos les han abandonado, porque ya les juzgan como irrecuperables, para Dios son siempre hijos. Dios no puede cancelar en nosotros la imagen de hijo, cada uno de nosotros es hijo, es hija. A veces ocurren milagros: hombres y mujeres que renacen. Porque encuentran esta bendición que les ha ungido como hijos. Porque la gracia de Dios cambia la vida: nos toma como somos, pero no nos deja nunca como somos … No podemos solo bendecir a este Dios que nos bendice, debemos bendecir todo en Él, toda la gente, bendecir a Dios y bendecir a los hermanos, bendecir el mundo: ésta es la raíz de la mansedumbre cristiana, la capacidad de sentirse bendecidos y la capacidad de bendecir. Si todos nosotros hiciéramos así, seguramente no existirían las guerras. Este mundo necesita bendición y nosotros podemos dar la bendición y recibir la bendición. El Padre nos ama. Y a nosotros nos queda tan sólo la alegría de bendecirlo y la alegría de darle gracias, y de aprender de Él a no maldecir, sino bendecir. Y aquí solamente una palabra para la gente que está acostumbrada a maldecir, la gente que tiene siempre en la boca, también en el corazón, una palabra fea, una maldición.

Para el diálogo y la meditación.

     Cada uno de nosotros puede pensar: ¿yo tengo esta costumbre de maldecir así? Y pedir al Señor la gracia de cambiar esta costumbre para que nosotros tengamos un corazón bendecido y de un corazón bendecido no puede salir una maldición. Que el Señor nos enseñe a no maldecir nunca sino a bendecir.


jueves, 1 de mayo de 2025

 TRES MODOS DE EXPRESAR Y VIVIR LA ORACIÓN

(Continuación)


LA ORACION DE CONTEMPLACION

   La contemplación es el más alto grado de oración que podemos practicar como esfuerzo necesario del hombre (ascética). Lo importante en la contemplación es el silencio interior, un silencio que nos pide el recogimiento de la mente y la quietud de la voluntad para permanecer en la presencia de Dios, en una unión Intima y espiritual que se convierte en adoración al Amor de los amores, pues el divino Espíritu anhela acercarse a sus criaturas para edificarlas espiritualmente. Por eso decimos que es el Espíritu Santo el que realiza la verdadera formación espiritual del ser humano, pues solo el amor de Dios puede configurarnos con Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, único mediador entre Dios y los hombres (CEC 480-481). Recordemos que con su ofrenda voluntaria en la cruz, con su muerte y resurrección, ha alcanzado para la humanidad el retorno a la semejanza divina que perdimos por el pecado original.

   El lugar por excelencia de esta práctica de oración es ante Jesús Eucaristía, en la que el Señor está presente realmente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. También ante la exposición del Santísimo Sacramento o ante el Sagrario, pues su presencia permanente en el pan consagrado deriva del sacrificio eucarístico y se ordena a la comunión de los fieles. El Señor ha querido quedarse con nosotros «hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20). Cuando no podemos estar la presencia real del Señor, lo adecuado es recogernos para contemplarlo en nuestro corazón, como nos ensena el Apóstol: «Tu, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensara» (Mt 6, 6).

   Si en la oración vocal nuestras potencias estaban activas, y en la meditación estaban receptivas; en la contemplación, las potencias están recogidas en la presencia del Señor, en silencio y quietud, pero abiertas a la acción de la gracia: la memoria, el entendimiento y la voluntad se disponen a la acogida del Espíritu Santo. Con todo, las potencias siguen haciendo un esfuerzo necesario (ascética), pues lo normal es que tengamos un combate continuo contra los pensamientos que nos sugiere la mente humana, esa 'loca de la casa' -diría santa Teresa- que no para de proponernos ideas que nos hacen apartarnos de la presencia de Dios. Se oponen al recogimiento de la mente los pensamientos inoportunos, negativos o inútiles, las preocupaciones, las maquinaciones y las obsesiones, pues nos apartan de la unión espiritual y perfecta con Dios. Entendido así, la oración contemplativa es una tarea comparable a la que realiza el campesino cuando dispone las acequias necesarias para el riego de la semilla, a fin de que pueda dar el fruto esperado por el sembrador.

   Al comienzo de la práctica de esta oración, es frecuente que nos pasemos el tiempo apartando pensamientos inoportunos e inútiles. Con la perseverancia, iremos experimentando la paz interior, un don de Dios que favorece el recogimiento de la mente y la quietud de la voluntad, pues nuestro corazón anhela estar unido a Él y hacer en todo su voluntad. Observemos que la unión espiritual perfecciona el entendimiento y armoniza la unión de la mente y la voluntad, de forma que, con ayuda de la gracia, iremos venciendo los vicios y las tendencias desordenadas, de suerte que irán aflorando las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Nos puede parecer que no nos sirve de nada por el combate de los pensamientos: al contrario, esto nos confirma que estamos experimentando la limitación humana en el seguimiento de Cristo, lo cual nos hará más humildes y confiados.

  Cuando no tenemos experiencia en la oración contemplativa, conviene iniciarse con unos minutos cada día, sin querer avanzar a pasos de gigante, hasta que seamos capaces de permanecer, al menos, media hora diaria, siguiendo las enseñanzas de Jesús a Pedro: «No habéis podido velar una hora conmigo?» (Mt 26,40).

   La oración de contemplación fue una novedad que aporto a la Adoración Nocturna Española nuestro Fundador, el venerable Luis de Trelles: media hora de “oración personal” ante el Santísimo Sacramento. La práctica correcta de esta oración contemplativa es muy importante para nuestro provecho, pues en ella, sin ocuparnos en otra cosa, buscamos la unión con el único y divino Espíritu que procede del Padre y del Hijo. Hemos de permanecer en silencio, sin cantos ni otras ocupaciones, pues es un elemento necesario de nuestro carisma, al que debemos ser fieles, a pesar de que hayan surgido nuevos carismas de adoración al Santísimo Sacramento con otras prácticas diferentes. Ayudémosles en su promoción, pero sin perder nuestro carisma.

   En conclusión, la oración es una vía de perfección que nos dispone a recibir mayores gracias por la acción del Espíritu Santo: «Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos» (Ez 36, 27). Perseveremos en hacer nuestras las enseñanzas de la Iglesia, siempre de la mano de la Virgen María, Madre de la Iglesia y Madre nuestra. Ella es nuestra protectora e intercesora, y la mediadora de todas las gracias. 

                                             FRANCISCO JAVIER CEBRIÁN DEL POZO                                                              Vocal nacional de formación.