TRES MODOS DE EXPRESAR Y VIVIR LA ORACIÓN
(Continuación)
LA ORACION DE
MEDITACION
La oración de meditación supone
llevar al corazón la Palabra de Dios, pero también es meditación
la reflexión
que educa la fe y edifica espiritualmente a la persona. Por
tanto, podemos meditar también los textos de las enseñanzas de
los Padres de la Iglesia y del Magisterio más reciente y
actual. También las reflexiones y enseñanzas de los santos
que nos han precedido. Todo es llevado al corazón con
el ejemplo de la Virgen María que “conservaba todo en su corazón” (Cf.
Lc 2, 19 y 51). Distingamos así que una cosa es tener
conocimiento de la Palabra de Dios y otra cosa es acogerla y conservarla para
la propia edificación espiritual y su puesta en práctica.
Si en la oración vocal
nuestras potencias están activas, en la meditación, nuestras potencias están
receptivas. La memoria, el entendimiento y la voluntad se disponen a
la lectura o a la escucha atenta de la Palabra de Dios. Observemos que la dispersión
de las potencias, o la distracción, nos hace perder la concentración y la
debida atención a la Palabra de Dios. Por esta razón, necesitamos
esforzarnos en mantener el recogimiento de las potencias en la
presencia de Dios. Este es el esfuerzo humano necesario (ascética) que permitirá
que la gracia de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo, pueda depositar su
obra en lo más íntimo de nuestro corazón (mística).
Este
grado de oración es el que practicamos en nuestras vigilias nocturnas, al leer
los textos que nos propone la Iglesia en la Liturgia de las Horas. En
ellos meditamos la Palabra de Dios contenida en las Escrituras (lecturas,
salmos, etc.). En el Oficio de Lecturas también leemos las reflexiones de los
Padres de la Iglesia y del Magisterio, e incluso, se nos proponen los ejemplos
de la vida de los santos en las reflexiones mensuales. La atención
en estas meditaciones es muy importante para nuestro provecho,
pues hemos de procurar meditarlas con serenidad y reposo de nuestras potencias,
conscientes
de que el corazón percibe la presencia del Señor, sin
ocuparnos en otra cosa, y evitando que las lecturas se queden en una simple recitación
vocal, tal y como lo ensenaba nuestro fundador, el Venerable don Luis de
Trelles. En definitiva, solo una buena disposición permitirá que,
por la meditación, el Espíritu de Dios haga una perfecta edificación espiritual
en el corazón de todos los que meditan su Palabra.
En consecuencia, la oración de meditación
nos es necesaria para que la semilla pueda ser depositada en nuestro corazón.
Es por la oración de meditación que la Palabra de Dios es sembrada en el corazón
de los hombres para que podamos dar fruto abundante. Si
la oración vocal preparo las potencias del alma para la siembra, ahora, la oración
de meditación permite la siembra de la Palabra de Dios que
necesita toda criatura para dar el fruto esperado por el
Creador. Con ello, recibimos nuevas gracias y seguimos afianzando
el recogimiento de la mente, la quietud en la voluntad y la vivencia de las
virtudes que el espíritu evangélico nos va proponiendo (pobreza, castidad y
obediencia). Entendido así, la oración de meditación es una tarea comparable a
la que realiza el campesino en la siembra de la semilla, tras haber preparado
la tierra (oración vocal). Recordemos en todo momento que, sin oración, la
gracia de Dios no puede actuar para acrecentar y fortalecer los dones naturales
que hemos recibido, con lo que se pierde el fruto esperado por el Viñador.
En conclusión, esforcémonos en practicar el recogimiento de nuestras potencias (memoria, entendimiento y voluntad), pues la oración de meditación es la oración que prepara la acequia que nos ha de acercar a las fuentes de la contemplación. Perseveremos en hacer nuestras las enseñanzas de la Iglesia, siempre de la mano de la Virgen María, Madre de la Iglesia y Madre nuestra, pues Ella es nuestra protectora e intercesora y la mediadora de todas las gracias.
FRANCISCO JAVIER CEBRIÁN DEL POZO Vocal nacional de formación A.N.E.
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