TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

miércoles, 18 de octubre de 2023

PARA EL DIÁLOGO Y LA MEDITACIÓN

 

OCTUBRE ADORACIÓN Y ROSARIO

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

 LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS

      Es muy frecuente que en las Vigilias de ANE recemos el Rosario. Y ya que estamos en octubre, vamos a reflexionar por qué dice el Catecismo que toda la vida de Cristo es misterio. Y que todos los misterios de la vida de Cristo son 3 cosas: Revelación, Redención, Recapitulación. 

    Revelación. porque sus palabras y sus obras, sus silencios y sus sufrimientos, su manera de ser y de hablar nos "manifestó el amor que nos tiene" el Padre, con los rasgos más sencillos de sus misterios.

      Redención. Porque si bien la Redención nos viene ante todo por la sangre de la cruz, este misterio está ya actuando en toda la vida de Cristo: ya en su Encarnación, en su vida oculta, en su palabra, en sus curaciones y en sus exorcismos… en su Resurrección, por medio de la cual nos justifica 

        Recapitulación. Todo lo que Jesús hizo, dijo y sufrió, tuvo como finalidad restablecer al hombre caído en su vocación primera, recapituló en sí mismo la larga historia de la humanidad y ha vivido todas las edades de la vida humana, devolviendo así a todos los hombres la comunión con Dios.

     Al rezar el Rosario, repasamos los misterios de la vida de Cristo con los ojos de María. Cristo vivió todos esos misterios “para nosotros”, como un “modelo de todas las virtudes”, y para que nosotros podamos “vivirlo en Él y Él en nosotros”. Esto es algo muy bello, los cristianos tenemos que configurarnos con la vida de Cristo. Y una manera ideal de hacerlo es la adoración-comunión Eucarística. Pero otra muy fructífera es el Rosario.

   Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo. Los ojos de su corazón se concentran de algún modo en Él ya en la Anunciación… Desde entonces su mirada, siempre llena de adoración y asombro, no se apartará jamás de Él. Será a veces una mirada interrogadora, como en el episodio de su extravío en el templo: « Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? » será en todo caso  una mirada penetrante, capaz de leer en lo íntimo de Jesús, hasta percibir sus sentimientos escondidos y presentir sus decisiones, como en Caná; otras veces será una mirada dolorida, sobre todo bajo la cruz, donde todavía será, en cierto sentido, la mirada de la 'parturienta', ya que María no se limitará a compartir la pasión y la muerte del Unigénito, sino que acogerá al nuevo hijo en el discípulo predilecto confiado a Ella; en la mañana de Pascua será una mirada radiante  por la alegría de la resurrección y, por fin, una mirada ardorosa por la efusión del Espíritu en el día de Pentecostés. (Rosarium Virginis Mariae, Juan Pablo II)

     La Escritura nos da ejemplo de que a Jesús (y a María) no les disgusta que les repitamos mil veces que les queremos… Un pasaje muy oportuno nos lo recuerda, cuando Jesús ya resucitado se aparece de nuevo en el lago de Galilea:

     Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Muchos padres han visto en la mención al pan y los peces (ixcis) una alusión eucarística. Así que este contexto bien nos puede ayudar a nuestra vigilia de este mes. Con Jesús, que está presente en el pan. Que nos invita a estar con él. Jesús les dijo: «Traed algunos de los pescados que acabáis de sacar». Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: «Venid a comer». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres», porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

   También nosotros sabemos que ahí está el Señor. Y contemplamos este misterio con los ojos de María, con esa misma mirada de asombro, de fe, de cariño… Y le repetimos muchas veces, con cada Ave María, cómo lo queremos…

     “Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos». Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le respondió: «Sí, Señor, saber que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas». Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.”

     Ojalá que después de cada ave maría, notemos cómo Jesús y María nos dicen, “yo también confío en ti”, “yo también te quiero”. Repetir es algo muy humano. Mil veces al día respiramos, pestañeamos, saludamos todos los días a las mismas personas… Solo quien repite guarda en la memoria… Se ve que a Jesús le gusta que repitamos que le queremos. Y a nosotros nos hace bien. Sólo quien guarda ese amor en la memoria y en el corazón puede hacer lo que Jesús pide a Pedro:

     Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme».

   Los santos nos animan, como San Luis María Griñón de Montfort, que fue un gran apóstol de esta Oración. También señalando su vínculo con la Eucaristía:

     La Santísima Virgen reveló un día al Beato Alano de la Rupe, que después del Santo Sacrificio de la Misa –primera y más viva memoria de la pasión de Jesucristo– no hay oración más excelente ni meritoria que el Rosario -segunda memoria y representación de la vida y pasión del Señor.

    ¡Nadie podrá comprender jamás el tesoro de santificación que encierran las oraciones y misterios del Santo Rosario! La meditación de los misterios de la vida y muerte del Señor constituye para cuantos la practican una fuente de los frutos más maravillosos. Hoy se quieren cosas que impacten, conmuevan y produzcan en el alma impresiones profundas. Ahora bien, ¿habrá en el mundo algo más conmovedor que la historia maravillosa del Redentor desplegada en quince cuadros que nos recuerdan las grandes escenas de la vida, muerte y gloria del Salvador del mundo? ¿Hay oraciones más excelentes y sublimes que la oración dominical y la salutación angélica? ¡Ellas encierran cuanto deseamos y podemos necesitar!

Preguntas para el diálogo y la meditación.

¿Rezo todos los días el Rosario?

¿Lo llevo conmigo?  ¿Qué tal lo rezo?

¿Puedes compartir alguna cosa que te ayude a rezarlo mejor?

¿Voy conociendo los misterios de la vida de Cristo con ojos contemplativos? ¿Medito los evangelios?  


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