TIEMPOS LITURGICOS

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domingo, 27 de febrero de 2022

ADORAR EN LA NOCHE



     El Adorador lo hace en la noche, momento en que muchos de los hombres y mujeres de su tiempo se entregan a apurar, con pasión, los avatares del momento presente. O, por el contrario, se hunden en los abismos de la depresión o la angustia, provocados por el peso de una vida sin sentido o el sufrimiento al que no se encuentra razón y norte. El Adorador hace presente la verdad del hombre que sólo es tal, en radical totalidad, cuando se encuentra cara a cara con Aquel que se hace carne en el seno de María, muere en la Cruz, resucita y permanece real y verdaderamente presente en el Pan Eucarístico.

     Muchos autores han reflexionado sobre el sentido de la noche, pero pocos han sabido expresarlo como Teresa de Lisieux: para ella la noche es el momento de la máxima y radical tentación: el ateísmo. Pero, al mismo tiempo, es la radical permanencia en la fe desnuda y la confianza en Jesús-hombre, encarnación del Verbo-Dios. De aquí podemos deducir el doble sentido de la noche que está presente en toda la literatura espiritual, como acertadamente expresó San Juan de la Cruz "que bien se yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche".

    Fuente y noche definen el ser de la persona, tentada siempre en su precariedad. Un sentido es la noche como oscuridad, como vuelta al pasado tenebroso, como la impotencia de la persona humana ante las fuerzas tenebrosas del mal y de la tentación que no somos capaces de dominar. Hay un segundo significado acerca de la experiencia de la noche, que es la de los filósofos, los poetas y los místicos, que la consideran como un momento cumbre de expresión y experiencia vivencial, en la que pueden ser revelados a la persona asuntos trascendentales. No dudo, en absoluto, que la experiencia vivida en la noche orante del Adorador es la de este segundo significado. Viene a ser una experiencia total, donde la persona se encuentra consigo misma, y desde donde podemos remontarnos a la experiencia de Dios Trino. Experiencia de comunión y amor abierta a todas las necesidades de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Experiencia a semejanza de la realidad íntima del misterio Trinitario de Dios. Por eso el Adorador se adentra en el corazón eucarístico de Cristo, que le lleva al corazón misericordioso del Padre y a la consolación del Espíritu Santo. De aquí que los autores espirituales nos digan que tal noche es una noche clara, noche luminosa más que el día como ora el salmista en el salmo 139. Es la noche que nos recuerda la institución de la Eucaristía, noche de amor y entrega apasionada y para siempre. Noche que fue testigo de la luz de Cristo resucitado. Es la noche en que Cristo-esposo vendrá a buscar a los que estén en vela. Es la noche que cantaba el poeta R. M. Rilke como lugar para el encuentro con Dios y para que la persona pueda encararse con la verdad de su ser.

     Por esto, para un Adorador nocturno, las tentaciones de oscuridad y de noche son momentos necesarios para el paso a la luz y el abrazo sin fin con su Señor, que le espera en la Eucaristía para poder ser luz ante sus hermanos. Cuando vamos a la adoración nocturna no vamos solos, llevamos la responsabilidad de ser el corazón orante de la Iglesia, llevamos la vida rota y el corazón abierto de tantos hombres y mujeres que hambrean felicidad, pero van al manantial equivocado. Nosotros hemos elegido la mejor parte y de ella queremos hacer partícipes a todos.                                                         

 S. L. P.  La Lámpara del Santuario octubre 2007, pág. 18 


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