TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

sábado, 5 de octubre de 2019

DE LA CARTA PASTORAL DE INICIO DE CURSO


OCTUBRE, MES MISIONERO EXTRAORDINARIO

     La Iglesia ha convocado un Mes Misionero Extraordinario para octubre de 2019 con el lema: “Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en Misión en el mundo”. hemos de preguntarnos: ¿por qué un mes misionero extraordinario? Pues bien, es el deseo del Santo Padre, el Papa Francisco, realizar una amplia celebración que reavive la conciencia bautismal del Pueblo de Dios en su relación con la misión de la Iglesia, con el fin de despertar la conciencia y retomar la responsabilidad de proclamar el Evangelio a todos los hombres. Es el modo de conmemorar la carta apostólica Maximum illud del Papa Benedicto XV, que pedía a los cristianos de 1919, recién terminada la I Guerra Mundial, que se implicasen en un compromiso misionero renovado, como estaban haciendo las iglesias jóvenes con los misioneros de la época, muy activos. Además, se recordaba a todos que el Evangelio y la fe cristiana son el corazón de la misión, y no los colonialismo o nacionalismo que oscurecían la universalidad de la salvación y la catolicidad de la Iglesia.
     Tomar conciencia de la -Missio ad gentes- y asumir la responsabilidad de proclamar el evangelio con un nuevo impulso unen la visión de aquella carta y el deseo de vitalidad misionera que el Papa Francisco expresa en Evangelii Gaudium: “La actividad misionera representa aún hoy día el mayor desafío para la iglesia” (EG 15). Se trata de poner la misión de Jesús en el corazón de la misma Iglesia, transformándola en criterio para medir la eficacia de las estructuras los resultados de su trabajo, la fecundidad de sus ministros y la alegría que ellos son capaces de suscitar. Porque sin alegría no se atrae a nadie” (Francisco. Encuentro con el Comité directivo del CELAM, Bogotá, 7 sept. 2017). Es doloroso escuchar aún acerca de la Iglesia, como dicen algunos, que “sabemos muy bien lo que denuncia, pero no sabemos lo que anuncia.” El Papa Francisco nos dice claramente que existe una jerarquía de verdades y que el kerygma es lo más importante (EG, 36).
     Todos deberíamos vivir en un estado permanente de misión, y nada de lo que hacemos debería olvidar este aspecto. Esto debemos recordarlo las Delegaciones diocesanas, las parroquias, asociaciones y movimientos, las cofradías, las congregaciones religiosas en sus actividades misioneras, educativas o caritativas. Pero debemos tener presente con realismo que es indispensable el compromiso de conversión personal y comunitaria a Jesucristo vivo en su Iglesia para renovar la pasión misionera y evangelizar con ardor. La alegría de vivir la fe y comunicarla nace del amor que genera nuevas relaciones y acciones, se abre a la comunicación, la colaboración y la comunión. Por esta razón el Papa ha sugerido vivir este tiempo extraordinario de misión cultivando el encuentro personal con Cristo, acercándose al testimonio de los santos y de los mártires, incrementando la formación misionera con la catequesis, el conocimiento de la Palabra de Dios, y poniendo en práctica acciones de caridad misionera…
     Este evento –el mes extraordinario– quiere ser el inicio de una aventura de fe, de oración, de reflexión y de caridad, que ha de dar mucho fruto. Debemos alegrarnos porque impulsa desde lo más hondo el movimiento evangelizador que venimos realizando en la diócesis desde hace años. Es más, coincide con él, pues no podría ser de otro modo. No sólo nos da la oportunidad de fortalecer el trabajo misionero que se realiza en los países llamados de misión, sino que nos estimula y anima a ser nosotros mismos enviados del Señor para transmitir la alegría de creer, con palabras y obras. Es una misión esencial a la Iglesia, una tarea ineludible y permanente, su dicha y su vocación propia. Este empeño y preocupación por la salvación de todos ha de marcar la conciencia misionera hacia afuera y la de nuestra comunidad diocesana para sentirse enviada a evangelizar las familias, las parroquias, los alejados de Dios, las escuelas, el mundo de la pobreza y de la marginación, los emigrantes, la juventud, etc. Ser misionero no es un adorno para un cristiano, sino que está en el corazón mismo de la fe de cada bautizado, si se ha encontrado verdaderamente con el Señor. Por consiguiente, todo ha de contribuir para hacer nuestro el anhelo expresado por el Papa Francisco: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autropreservación” (EG 27).
     Quiera Dios que se cumpla mejor en nosotros el objetivo deseado por el Papa Francisco: que vivamos la Iglesia de Cristo en misión en medio del mundo, como bautizados y enviados por el Señor…
     Con mi afecto de siempre os bendigo a todos
+ Rafael - Obispo de Cádiz y Ceuta

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