TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

domingo, 13 de diciembre de 2015

CARTA PASTORAL AL INICIO DEL CURSO - 2015-2016 (III)


 BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS

LA CONFESION DE LOS PECADOS

   Francisco propone el anuncio de la misericordia como un camino para la Iglesia de hoy, siguiendo los pasos de san Juan Pablo II en su encíclica Dives in misericordia. De ahí el significado de la peregrinación –símbolo del camino que es la vida de cada persona– en los Jubileos. Pero, lógicamente, apunta a la peregrinación interior: “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. Pues con la medida que os midiereis se os medirá a vosotros” (Lc 6,37-38). Es, pues, un camino de conversión. Afrontemos con sinceridad y valentía la conversión personal.
   El mensaje de la misericordia es el de la reconciliación. “Insisto una vez más – escribe en la Evangelii Gaudium n. 3--: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia”. El Papa nos invita a concentrarnos de nuevo en lo esencial del Evangelio, al núcleo central, fundamental e irradiante de la novedad cristiana, sin dispersarnos en cuestiones secundarias. El Evangelio consiste fundamentalmente en el anuncio del perdón de los pecados y, por consiguiente, el anuncio de la Alianza lograda y fecunda entre Dios y su pueblo. Cristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, cargándolo en la Cruz y obteniendo así la absolución del Padre para toda la humanidad. La resurrección es la absolución del pecado del mundo. La misión de la Iglesia es proclamar esta verdad universal y pedir a los cristianos que se conviertan y confiesen para dar al mundo el testimonio concreto de que hay una remisión de los pecados, que el mal no tiene la última palabra, que la muerte ha sido vencida, que el hombre viejo deja paso al hombre nuevo… y que nosotros somos alegres testigos de esta verdad, que es, a la vez, novedad de vida, de vida en abundancia, esperanza cierta de vida eterna.
   Todos estamos llamados a experimentar en este año la misericordia infinita del Padre para con nosotros y que nos haga disponibles al perdón y a vivir con misericordia con los demás. Esta conversión profunda y sincera nos hará volver a Dios y, purificados, vivir en Él. El Señor ha dispuesto para ello el Sacramento de la Reconciliación. Sin duda hay mucha gente que se confiesa. Debemos reconocer, sin embargo, que para la mayoría es algo arduo, que se facilita poco y cuesta mucho. También son muchos los que desisten de hacerlo con frecuencia y no pocos los que ya ni lo lamentan. Estamos aún lejos de aplicar bien el ritual del sacramento de la penitencia. A menudo la confesión se conserva como un ejercicio individualista donde falta la dimensión eclesial, o como una purificación particular para poder recibir la comunión, pero no tanto como el don de reconocerse pecadores mendicantes de la gracia del perdón para poder vivir más plenamente el misterio de la comunión con Dios y con los hermanos. Necesitamos renovar a fondo nuestra visión del sacramento iluminado por la cristología, es decir, por el misterio pascual de Cristo, experimentado como un poderoso regalo de la misericordia de Dios. La mirada misericordiosa de Cristo es el auténtico principio de toda atención pastoral. Debemos, por consiguiente, esforzarnos por salir de la frecuente banalización del perdón, y buscar, con la ayuda de la gracia, una auténtica reconciliación, capaz de restaurar interiormente a la persona. Dios quiere que el pecador “se convierta y viva” (Ez 33,11) venciendo realmente el mal en su corazón, que es lo que hace comprensible la redención, y que la misericordia de Dios le regenere introduciéndole en la verdad de su amor que le lleve a un cambio de vida.
     En otras palabras, la confesión sacramental no es sólo un medio mecánico para ponerse en orden con Dios: es un acto eclesial. Es un modo de participar en la gracia y en el anuncio de la misericordia divina que cambia la vida y la llena de alegría, esperanza y paz. ¡Dispongámonos para confesar! ¡Preparémonos con sacerdotes decididos a ser ministros de la misericordia, con dedicación y gusto pastoral! El Papa pide “que los confesores sean un verdadero signo de la misericordia del Padre” (n. 17), por lo que propone de nuevo su iniciativa “24 horas para el Señor” (adoración de la Eucaristía, y confesión de los pecados). En este paternal consuelo y consejo crece la identificación con Jesús, con sus gustos y motivaciones, con sus sentimientos y entrega, y crece la santidad de la Iglesia, su testimonio y su compromiso. La indulgencia jubilar pasa por la confesión para que la Iglesia entera y la intercesión de los santos nos fortalezcan en la comunión de los santos. Os invito a integrar en vuestra experiencia de fe la gracia del sacramento de la reconciliación de modo habitual, como lugar fecundo de renovación de nuestro seguimiento del Señor y de crecimiento por obra de su misericordia.

+Mons. Rafael Zornoza Boy-Obispo de Cádiz-Ceuta


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