Adentrándonos en la Cuaresma y acogiendo las
palabras del Papa Francisco para este año, hemos querido hacer una
recopilación de actos sencillos de
caridad que muchas veces pasamos por alto pero que,
en su sencillez son manifestaciones concretas del amor de Dios.
Un
corazón que se ha encontrado con Él no puede permanecer indiferente a los
demás. ¡No privemos a los demás de nuestra sonrisa,
de nuestra alegría, de
la esperanza que nos da Cristo! El mundo lo necesita.
Por lo
tanto, para vivir este testimonio de la caridad es indispensable el encuentro
con el Señor que transforma el corazón y la mirada del hombre. En efecto, es
el testimonio del amor de Dios hacia cada uno de nuestros hermanos
en humanidad que da el verdadero sentido de la caridad cristiana.
Esta no
se puede reducir a un simple humanismo o a una empresa de promoción humana.
La ayuda material, aun siendo verdaderamente necesaria, no lo es todo en la
misma caridad, que es participación en el amor de Cristo recibido y
compartido.
Toda obra
de caridad auténtica es, por lo tanto, una
manifestación concreta del amor de Dios a los hombres y por ello se vuelve
anuncio del Evangelio. ¡Que en este tiempo
de Cuaresma, los gestos de caridad, cumplidos generosamente, permitan a cada
uno avanzar en el camino hacia Cristo, que no cesa de salir al encuentro de
los hombres! (Benedicto XVI)
1. Sonreír ¡Un cristiano siempre es alegre!
No nos
damos cuenta pero cuando sonreímos aligeramos la carga a quienes nos rodean.
Cuando vamos por la calle, en el trabajo, en la casa, en la universidad. La
felicidad del cristiano es una bendición para los demás y para uno mismo. ¡Quién tiene a Cristo en
su vida no puede estar triste!
2. Dar las gracias siempre (aunque no
"debas" hacerlo).
Nunca te
acostumbres a recibir porque lo necesitas o porque tienes "derecho
a". Todo lo recibes como un regalo, nada te "lo
deben" aunque hayas pagado por ello. Da siempre las gracias. Es más feliz quien es
agradecido.
3. Recordarle a los demás cuánto los amas.
Tú sabes
que los amas... ¿y ellos? Las caricias, los abrazos y las palabras nunca
sobran. Si Jesús no se hubiera hecho carne, nosotros jamás habríamos
entendido que Dios es Amor.
4. Saludar con alegría a esas personas que ves
a diario.
Seguro es
quien abre la puerta, quien limpia, quien contesta las llamadas. Lo ves a
diario y al saludarlo le recuerdas que es importantísimo lo que hace. Tanto
tu trabajo como el de él/ella se hace más a gusto si le haces ver que es
valioso para otros, que su presencia cambia las cosas.
5. Escuchar la historia del otro, sin
prejuicios, con amor.
¿Qué puede hacernos más humanos que saber
escuchar? Cada historia que te cuentan te une más con el otro: sus hijos, su
pareja, la jefa, el profesor, sus preocupaciones y alegrías... tú sabes que
no sólo son palabras, son partes de su vida que necesitan ser compartidas.
6. Detenerte para ayudar. Estar atento a quien
te necesita.
¿Qué más
podemos decir? No importa si es un problema de matemáticas, una
simple pregunta o alguien que tiene hambre ¡jamás sobra la ayuda! Todos necesitamos de los demás. Aunque suelas
ayudar, recuerda que tú también eres necesitado.
7. Levantarle los ánimos a alguien.
Sabes que
no anda bien o nada bien y no sabes qué hacer. Decides sacarle una sonrisa
para hacerle saber que no todo es malo. Siempre es bueno saber que hay alguien que te ama y que estará siempre a pesar de las dificultades.
8. Celebrar las cualidades o éxitos de otro.
Solemos
callarnos lo que nos gusta y nos alegra de los demás: sus éxitos, sus
cualidades, sus buenas actitudes. Simples frases como
"¡Felicidades!", "Me alegro mucho por ti" o "Ese
color te queda muy bien" le han hecho el día a tu compañero y nos ayudan
a vernos entre nosotros como Dios nos ve.
9. Seleccionar lo que no usas y regalarlo a
quien lo necesita.
¿Te has
imaginado alguna vez que tu playera favorita de cuando tenías 17 años, ahora
es la playera favorita de una adolescente que no tiene mucho que ponerse? Si
eres hermano mayor, lo sabes. Por eso es bueno acostumbrarnos a valorar lo que tenemos y si tenemos más de lo que necesitamos, regalarlo
nos ensancha el corazón y protege del frío a otro.
10. Ayudar cuando se necesite para que otro
descanse.
Esto se
vive en las familias: cuando uno descansa otro trabaja. Nada más hermoso que
saber que alguien más ya comenzó a hacer algo que necesitabas por ti o que
siempre puedes pedir ayuda. Cuando nos ayudamos mutuamente a llevar las
responsabilidades diarias la vida es más llevadera.
11. Corregir con amor, no callar por miedo.
Corregir
es un arte. Muchas veces nos encontramos en situaciones que no sabemos
manejar. El mejor método es el amor. El amor no sólo sabe corregir, sino que sabe
perdonar, aceptar y seguir adelante. No tengas miedo
de corregir y ser corregido, eso es una muestra que los demás apuestan por ti
y quieren que seas mejor.
12. Tener buenos detalles con los que están
cerca de ti.
Sabes lo
que le gusta mejor que nadie, ¿por qué no aprovechar eso? Nada se disfruta
más que aquello que es dado con amor, él se gana unos minutos de descanso y
tú una sonrisa auténtica. Salir de uno mismo y pensar en los demás siempre es mejor y alegra el corazón.
13. Limpiar lo que uso en casa.
Si vives
con tu familia o ya vives fuera de casa, sabes lo importante que es recoger y
limpiar lo que usas. Hay una voz dentro de ti que te dice que deberías ayudar
un poco más de lo que quisieras... Y sorprendentemente te sientes muy bien de
hacerlo.
14. Ayudar a los demás a superar obstáculos.
De
chiquitos lo hacíamos, ¿por qué no hacerlo ahora? Ayudarle a alcanzar el
transporte, a cargar sus maletas, a cruzar la calle o regalarle unas monedas
para que pueda pagar. Esos detalles nunca se olvidan. Eres el extraño que aún cree en la humanidad.
15. Llamar por teléfono a tus padres.
Ahora tú
vives solo, te mueves solo y quizá hasta tienes tu propia familia. Sin
embargo, tus padres aún se conmueven cuando les haces saber que
piensas en ellos. Estar atentos a lo que
necesitan o simplemente saber cómo están es algo que no te cuesta mucho y es
un gesto enorme de gratitud.
Luisa Restrepo Es laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la
Reconciliación. Artículo
original en Catolic.net
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