TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

viernes, 16 de enero de 2015

DOMINGO 18 DE ENERO, 2º DEL TIEMPO ORDINARIO

«MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?»
Queridos hermanos y hermanas:
     El pasado domingo, en que celebramos el Bautismo del Señor, comenzó el tiempo ordinario del Año litúrgico. La belleza de este tiempo está en el hecho de que nos invita a vivir nuestra vida ordinaria como un itinerario de santidad, es decir, de fe y de amistad con Jesús, continuamente descubierto y redescubierto como Maestro y Señor, camino, verdad y vida del hombre. Es lo que nos sugiere, en la liturgia de hoy, el evangelio de san Juan, presentándonos el primer encuentro entre Jesús y algunos de los que se convertirían en sus apóstoles. Eran discípulos de Juan Bautista, y fue precisamente él quien los dirigió a Jesús, cuando, después del bautismo en el Jordán, lo señaló como «el Cordero de Dios» (Jn 1,36). Entonces, dos de sus discípulos siguieron al Mesías, el cual les preguntó: «¿Qué buscáis?». Los dos le preguntaron: «Maestro, ¿dónde vives?». Y Jesús les respondió: «Venid y lo veréis», es decir, los invitó a seguirlo y a estar un poco con él. Quedaron tan impresionados durante las pocas horas transcurridas con Jesús, que inmediatamente uno de ellos, Andrés, habló de él a su hermano Simón, diciéndole: «Hemos encontrado al Mesías». He aquí dos palabras singularmente significativas: «buscar» y «encontrar».
Podemos considerar estos dos verbos de la página evangélica de hoy y sacar una indicación fundamental para el nuevo año, que queremos que sea un tiempo para renovar nuestro camino espiritual con Jesús, con la alegría de buscarlo y encontrarlo incesantemente. En efecto, la alegría más auténtica está en la relación con él, encontrado, seguido, conocido y amado, gracias a una continua tensión de la mente y del corazón. Ser discípulo de Cristo: esto basta al cristiano. La amistad con el Maestro proporciona al alma paz profunda y serenidad incluso en los momentos oscuros y en las pruebas más arduas. Cuando la fe afronta noches oscuras, en las que no se «siente» y no se «ve» la presencia de Dios, la amistad de Jesús garantiza que, en realidad, nada puede separarnos de su amor (cf. Rm 8,39).
     Buscar y encontrar a Cristo, manantial inagotable de verdad y de vida: la palabra de Dios nos invita a reanudar, al inicio de un nuevo año, este camino de fe que nunca concluye. «Maestro, ¿dónde vives?», preguntamos también nosotros a Jesús, y él nos responde: «Venid y lo veréis».
     Para el creyente es siempre una búsqueda incesante y un nuevo descubrimiento, porque Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre, pero nosotros, el mundo, la historia, no somos nunca los mismos, y él viene a nuestro encuentro para donarnos su comunión y la plenitud de la vida. Pidamos a la Virgen María que nos ayude a seguir a Jesús, gustando cada día la alegría de penetrar cada vez más en su misterio.
Benedicto XVI, pp emérito

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