TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

domingo, 18 de mayo de 2014

DOMINGO 5º DE PASCUA


CREER EN DIOS Y CREER EN JESÚS

Queridos hermanos y hermanas:
     El Evangelio del quinto domingo de Pascua (A) propone un doble mandamiento sobre la fe: creer en Dios y creer en Jesús. En efecto, el Señor dice a sus discípulos: «Creed en Dios y creed también en mí» (Jn 14,1). No son dos actos separados, sino un único acto de fe, la plena adhesión a la salvación llevada a cabo por Dios Padre mediante su Hijo unigénito. El Nuevo Testamento puso fin a la invisibilidad del Padre. Dios mostró su rostro, como confirma la respuesta de Jesús al apóstol Felipe: «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14,9)
     El Hijo de Dios, con su encarnación, muerte y resurrección, nos libró de la esclavitud del pecado para darnos la libertad de los hijos de Dios, y nos dio a conocer el rostro de Dios, que es amor: Dios se puede ver, es visible en Cristo. Santa Teresa de Ávila escribe que no hay que «apartarse de industria de todo nuestro bien y remedio, que es la sacratísima humanidad de nuestro Señor Jesucristo». Por tanto sólo creyendo en Cristo, permaneciendo unidos a él, los discípulos, entre quienes estamos también nosotros, pueden continuar su acción permanente en la historia: «En verdad, en verdad os digo -dice el Señor-: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago» (Jn 14,12).
    La fe en Jesús conlleva seguirlo cada día, en las sencillas acciones que componen nuestra jornada. «Es propio del misterio de Dios actuar de manera discreta. Sólo poco a poco va construyendo su historia en la gran historia de la humanidad. Se hace hombre, pero de tal modo que puede ser ignorado por sus contemporáneos, por las fuerzas de renombre en la historia. Padece y muere y, como Resucitado, quiere llegar a la humanidad solamente mediante la fe de los suyos, a los que se manifiesta. No cesa de llamar con suavidad a las puertas de nuestro corazón y, si le abrimos, nos hace lentamente capaces de "ver"» (Jesús de Nazaret II, Madrid 2011, p. 321). San Agustín afirma que «era necesario que Jesús dijese: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6), porque una vez conocido el camino faltaba por conocer la meta», y la meta es el Padre. Para los cristianos, para cada uno de nosotros, por tanto, el camino al Padre es dejarse guiar por Jesús, por su palabra de Verdad, y acoger el don de su Vida. Hagamos nuestra la invitación de san Buenaventura: «Abre, por tanto, los ojos, tiende el oído espiritual, abre tus labios y dispón tu corazón, para que en todas las criaturas puedas ver, escuchar, alabar, amar, venerar, glorificar y honrar a tu Dios» (Itinerarium mentis in Deum, I, 15)
     Queridos amigos, el compromiso de anunciar a Jesucristo, «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6), constituye la tarea principal de la Iglesia. Invoquemos a la Virgen María para que asista siempre a los pastores y a cuantos en los diversos ministerios anuncian el alegre mensaje de salvación, para que la Palabra de Dios se difunda y el número de los discípulos se multiplique.
Benedicto XVI, pp emérito

No hay comentarios: