CUATRO POSTURAS PARA VIVIR LA EUCARISTÍA
Nuestro ser está
definido por cuerpo, alma y corazón. Y, porque sabemos que de Dios venimos y a
Dios vamos, le expresamos
nuestro profundo amor –no
solamente desde el interior- sino, también y además, con diversos gestos corporales. Nuestro cuerpo transmite lo que, interiormente, conmueve a nuestro
corazón, nuestra mente y nuestro ser.
Desgraciadamente, muchas veces por pura
justificación, oímos aquello de “lo importante es lo interno, no lo externo”.
Pero puede ocurrir que, en el fondo, cuando
cuesta enarbolar una bandera es porque, tal vez, se ha perdido el sentido de
pertenencia a un pueblo. Lo malo no es reverenciar con una u otra postura
determinada a Dios, lo malo es el por qué algunas de ellas las hemos olvidado y
dejado en el cubo de nuestro propio criterio o capricho.
Entre otras cosas, incluso los gestos dentro
de la liturgia, son expresión de unidad. De un pueblo
que se mueve en la misma dirección, con los mismos sentimientos. Pues, ese
pueblo, pertenece a un mismo Cuerpo de Cristo y, por lo tanto, en gestos y
posturas, lo hacemos visible.
LA SEÑAL DE LA
CRUZ
Respecto a este gesto corporal, el Reverendo Padre Romano
Guardini, erudito y profesor de liturgia, escribió lo siguiente:
Cuando
nos hagamos la señal de la cruz, que ésta sea
una verdadera señal de la cruz. En lugar de un
gesto diminuto e imperceptible que no proporciona ninguna noción acerca de su
significado; hagamos, en vez, una gran señal, sin ningún apuro, que empiece
desde la frente hasta nuestro pecho, de hombro a hombro, sintiendo conscientemente cómo
involucra todo nuestro ser, nuestros pensamientos, nuestras actitudes, nuestros
cuerpos y nuestras almas, cada una de
las partes de nosotros mismos y de una sola vez, de modo que nos consagra y nos
santifica... (Señales Sagradas, 1927).
ADORACION
El estar de rodillas, aunque para algunos suponga un esfuerzo y una
penitencia, es adoración y vasallaje al Señor. Es inclinación de un pueblo que
cree y espera en su Señor. Es veneración a la presencia real y misteriosa del
Señor en el altar. Ponerse de rodillas es
saber que Dios está por encima de todo. ¿Por qué se nos hace tan duro ponernos
de rodillas ante Dios y tenemos tan pocos escrúpulos en hacerlo
delante de cualquier poderoso?
RESPETO
Cuando entra y sale el sacerdote nos
ponemos de pie (no porque sea sacerdote) sino porque representa a Jesús. Nos ponemos de pie, entre otras cosas, porque con
Jesús buscamos bienes superiores, razones más elevadas para vivir en la tierra con
la presencia del Señor. De pie nos ponemos en el Evangelio, culmen de la
revelación, porque sabemos que, de en vela, es como el Señor nos
ha de encontrar cuando vuelva: escuchando, meditando, pregonando sus alabanzas.
ACCION DE
GRACIAS
El
permanecer sentados, no significa ser
indiferentes. Conlleva e incita a meditar,
a saborear la Palabra que se ha escuchado. Sentarse, delante del sagrario,
en la homilía o después de la comunión, implica proyectar en la pantalla de
nuestra mente nuestra propia vida e intentar iluminarla con la vida de Jesús.
Sentarse, en la Eucaristía, no es pensar “aquí me las den todas”. Es sentir
cómo, la Eucaristía, es una gran ola que nos acaricia, nos refresca la memoria
y nos invita a profundizar en lo
que somos y vivimos.
J.
Lehoz
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