TIEMPOS LITURGICOS

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sábado, 28 de enero de 2017

DOMINGO 29 DE ENERO DEL 2017, 4º DEL TIEMPO ORDINARIO

«ALEGRAOS, VUESTRA RECOMPENSA SERÁ GRANDE»
 


     El corazón del Evangelio son las Bienaventuranzas. El Evangelio de Mateo nos presenta como reflejo del Corazón de Cristo, quien es verdaderamente Jesús, el que tiene un corazón ilimitadamente bueno, el Dios cercano que nos ama con una humanidad como la nuestra.
     Decía Nieztsche que este discurso de Jesús habría radicalmente prostituido a la humanidad ¿Cómo se pueden llamar felices, dichosos a los pobres, a los que lloran, a los que sufren, a los perseguidos? Estamos en lo más profundo del mensaje de Cristo. No aceptar estas reglas es condenarse a no ser feliz nunca. Sólo son felices los que reflejan el corazón bueno que expresan las Bienaventuranzas y que son las regles del Reino de Dios.
     Cuentan que un día, en un país ateo, se hacía burla de Jesús y su mensaje. Los actores lo tenían  tan preparado que no dejaban títere con cabeza. Las risotadas del teatro se oían en la calle, ridiculizando a un tal Jesús de Nazaret. Me contaron que cuando llegó el momento de representar y proclamar las Bienaventuranzas de aquel Jesús, vestido de payaso, todo el mundo enmudeció, nadie se reía, algunos sollozaban. Algunos, quizá por primera vez y por última, se creían que se puede ser feliz siendo pobres, misericordiosos, limpios de corazón, sencillos, abiertos a la vida. En contraposición al mundo, a los poderosos, a los que te dicen que para ser feliz hay que tener, pisotear, ofender, ser rico, aplastar al que no piensa como tú. Aquel Jesús, al que se quería ridiculizar, había proclamado la Buena Noticia a los que sufren.
     ¿Me siento feliz y dichoso viviendo el Evangelio de Jesús? ¿Estoy convencido de que lo que reflejan las Bienaventuranzas es la persona de Jesús vista desde su Corazón?
     Los que ponen en práctica las Bienaventuranzas saben que aquí está la auténtica regla de felicidad que te lleva a vivir al aire de Jesús de Nazaret. Con otro estilo y siendo dichosos en lo humilde. Se descubre que, a lo largo de los siglos, los que han puesto en práctica las Bienaventuranzas son el “resto” de hombres y mujeres felices de todos los tiempos.
     No poner en práctica el programa de Jesús es condenarse a vivir en el sótano de los amargados, donde no les llega la cobertura de Dios porque están convencidos que las promesas de felicidad y las consignas sólo las da el mundo. Las Bienaventuranzas son como las “lentejas” o las comes o las dejas.
 +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres


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