«ALEGRAOS,
VUESTRA RECOMPENSA SERÁ GRANDE»
El corazón del Evangelio son las
Bienaventuranzas. El Evangelio de
Mateo nos presenta como reflejo del Corazón de Cristo, quien es verdaderamente
Jesús, el que tiene un corazón ilimitadamente bueno, el Dios cercano que nos
ama con una humanidad como la nuestra.
Decía Nieztsche que este discurso de
Jesús habría radicalmente prostituido a la humanidad ¿Cómo se pueden llamar
felices, dichosos a los pobres, a los que lloran, a los que sufren, a los
perseguidos? Estamos en
lo más profundo del mensaje de Cristo. No
aceptar estas reglas es condenarse a no ser feliz nunca. Sólo son felices los
que reflejan el corazón bueno que expresan las Bienaventuranzas y que son las
regles del Reino de Dios.
Cuentan que un día, en un país ateo, se
hacía burla de Jesús y su mensaje. Los actores lo tenían tan preparado
que no dejaban títere con cabeza. Las risotadas del teatro se oían en la calle,
ridiculizando a un tal Jesús de Nazaret. Me contaron que cuando llegó el momento
de representar y proclamar las Bienaventuranzas de aquel Jesús, vestido de
payaso, todo el mundo enmudeció, nadie se reía, algunos sollozaban. Algunos,
quizá por primera vez y por última, se creían que se puede ser feliz siendo
pobres, misericordiosos, limpios de corazón, sencillos, abiertos a la vida. En
contraposición al mundo, a los poderosos, a los que te dicen que para ser feliz
hay que tener, pisotear, ofender, ser rico, aplastar al que no piensa como tú.
Aquel Jesús, al que se quería ridiculizar, había proclamado la Buena Noticia a
los que sufren.
¿Me siento feliz y dichoso viviendo el
Evangelio de Jesús? ¿Estoy convencido de que lo que reflejan las
Bienaventuranzas es la persona de Jesús vista desde su Corazón?
Los que ponen en práctica las Bienaventuranzas saben que aquí está la
auténtica regla de felicidad que te lleva a vivir al aire de Jesús de Nazaret. Con otro estilo y siendo dichosos en lo humilde.
Se descubre que, a lo largo de los siglos, los que han puesto en práctica las
Bienaventuranzas son el “resto” de hombres y mujeres felices de todos los
tiempos.
No
poner en práctica el programa de Jesús es condenarse a vivir en el sótano de
los amargados, donde no les llega la cobertura de Dios porque están convencidos
que las promesas de felicidad y las consignas sólo las da el mundo. Las
Bienaventuranzas son como las “lentejas” o las comes o las dejas.
+Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres
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