«VOSOTROS SOIS LA LUZ DEL MUNDO»
Somos llamados a iluminar a un mundo triste y a oscuras. A dar sabor a la vida, a una tierra que
se vuelve insípida cuando se aleja del Amor de Dios y del servicio a los
pobres.
Tanto la luz como la sal están llamadas
a desaparecer. Tanto si quieren dar luz, como si quieren dar sabor. La
luz es siempre la que nos hace salir de nuestras oscuridades, de las tinieblas
del pecado, para vivir en el gozo de que todo se ilumina y se esclarece cuando
vivimos en el Amor de Dios.
Con la sal ocurre que nunca se
presenta como un alimento lujoso. No conozco saleros de oro o plata. Es más,
para condimentar, dar sabor y preservar de la corrupción, la sal debe
desaparecer. La sal es un alimento humilde que sólo se presenta en recipientes
humildes.
Así es la vida de un cristiano,
es siempre dar sabor a la vida, es saber que cuanto más fecunda es una vida más
tiende a ocultarse, a desaparecer. Lo había dicho Jesús “si el grano de
trigo no cae en tierra, no desaparece, no muere y no cae en el
surco, no da fruto”. Hay que morir para vivir. El sabor de la vida es el
amor que debe condimentarlo todo.
Volvamos a lo que provoca la
mayor santidad, la mayor alegría, lo que ilumina el mundo, el unirse a Jesús, a
su Corazón, a su proyecto y, en su humildad como la sal, desaparecer por
convertirse y ser el sabor que tanto necesita nuestro mundo, harto de unas
relaciones insípidas y superficiales. ¡Cuánta gente vuelve a casa sin haber
experimentado, ni un momento, que ha sido amado de verdad! ¡Cuántos jóvenes
cuando vuelven a casa, después de una noche divertida, descubren que no han
vivido nada que merezca la pena y sí descubren que han sido instrumentalizados!
Es preciso volver a vivir a Jesús como la Luz, como la Sal de la vida.
Es Él, el Amor que todos necesitamos. Perderse a Jesús es perderse lo mejor de
la vida. Es no saber vivir a tope la alegría del Evangelio. Es no iluminar
tantos rincones, a oscuras, de una humanidad a veces sin futuro y una sal que
falta para dar sabor a la vida.
¡Cuántas veces Jesús habría visto a su
madre sazonando la comida con sal o tomando la luz para que iluminara! Estas
sencillas catequesis, enseñanzas de la vida familiar, Jesús las explica con un
sabor nuevo y nos lanza a vivir siendo la sal de la tierra y la luz del mundo.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
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