«…NO HE VENIDO A ABOLIR, SINO A DAR PLENITUD»
El
sabio, en el Evangelio, es la persona que puede decir que ha experimentado y
gustado el amor a Dios que da sabor a la vida. ”Gustad y ved
que bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él” (Salmo 33).
El “saboreo” del Dios Amor es la auténtica sabiduría. Sabio no es el que tiene
muchos conocimientos, ni muchas carreras, ni mucha teología de academia, sino
el que ha gustado y saboreado a Dios. Es
el que se acerca al Señor de la Vida, “de rodillas” y, experimentado el Dios de
la vida, aprende de las cosas sencillas con un “sexto” sentido que le hace
interpretar y gozar de las cosas de Dios, saboreando y gozándose, desde esa
sabiduría, en lo más grande y hermoso de la vida. El sabio es la persona
humilde y feliz porque ha conocido el verdadero Amor de Dios.
Cuando
he realizado la Visita Pastoral a algunas de las zonas más pobres de mi
Diócesis, me he encontrado con personas de una profunda sabiduría. Podían
parecer que no eran de carrera o “letradas”. Habían adquirido, viviendo desde
la sencillez de Dios, una sabiduría
capaz de convencer al mundo. Recuerdo que una mujer me decía. “He perdido a dos
hijos y he sufrido mucho, pero todavía pienso que el Señor no permite más de lo
que todavía puedo sufrir”. Es la sabiduría que se experimenta amada, incluso en
los momentos más dolorosos de la vida.
Los
hombres y mujeres del Antiguo Testamento
tenían una sabiduría que era admirada por los pueblos de alrededor. Ahora, con Jesús, la sabiduría del
Padre, que es Él, por la Encarnación, Muerte y Resurrección, nos lanza a una
sabiduría nueva: “Se os dijo, pero Yo os digo”.
Vuelve a la experiencia más radical del Amor, que es volver a lo que nunca
caduca, a no dejar en el sótano de nuestro corazón la amargura y el deseo de
venganza, que nos hace tan infelices. La verdadera sabiduría se experimenta
orando y en la unión con Dios.
Jesús
nos anima a mirar su Corazón, a poner los ojos en quien “tiene traspasado el
Corazón”. Viendo cómo vivió Él, aprendemos a vivir, a perdonar, a no utilizar
“el ojo por ojo y el diente por diente”
porque al final todos, absolutamente todos, desdentados y ciegos. No
salir de la espiral del mal es no solucionar los problemas.
La
sabiduría es “saborear” que “para los que aman a Dios todo les sirve para el
bien”. La malicia engendra malicia, el rencor más rencor, la
venganza engendra crimen. Sólo el Amor vence todo y nos hace estar en otra
orilla, en otra realidad que es la sabiduría de los pobres, de los que confían
y tienen el corazón ilimitadamente bueno de Jesús. La sabiduría se estrena con
el corazón humilde y se hace realidad con las cosas sencillas de cada día.
+Francisco
Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres
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