Un año más, con la llegada el tiempo de la siega, cuando la tierra ofrece sus frutos, el Consejo Diocesano de la Adoración Nocturna organizó la Vigilia de las Espigas para dar gracias al Creador por su permanente Providencia.
Sobre las cinco y treinta minutos de la mañana, el R.D.
Pedro Duran, párroco de San Mateo Apóstol, impartía la Bendición Eucarística
sobre el mar, la ciudad y sobre toda la actividad humana que, gracias a la
Providencia, hace posible que del “fruto de la tierra y del trabajo del hombre”
podamos obtener lo necesario para nuestro sustento.
Culminaba así la Vigilia de las Espigas
2016, que había comenzado la noche anterior, a las 23.30 horas, con la
celebración de la Santa Misa presidida por el Consiliario Diocesano de la
Adoración Nocturna, el Párroco y otros sacerdotes vinculados a esta asociación
eucarística.
El templo se llenó de adoradores de
diferentes poblaciones de la diócesis y, tras velar al Santísimo Sacramento
durante toda la noche, se procedió al rezo del Santo Rosario y la oración de
Laudes, siguiendo con la procesión y bendición desde la plaza del mirador.
En nuestros turnos de adoración, además de
nuestra acción de gracias a Dios, oramos por todas las necesidades de nuestro
pueblo, de manera singular pedimos al Señor para que a nadie le falte un
trabajo estable que le posibilite el digno sustento personal y el de su
familia.
Fue una noche realmente santa, con Jesús Sacramentado como único centro
de nuestra vela; aprendiendo de Él, fuente del amor divino, cómo hemos de mirar
a nuestro prójimo con ojos de misericordia y compasión fraterna. Haciendo
nuestros sus anhelos y sufrimientos, y pidiendo la luz y la fuerza que nos
ayuden a “no pasar nunca de largo ante el sufrimiento humano”.
Sería deseable y hermoso que, en todas las
parroquias, se pudiera establecer un turno de la Adoración Nocturna que,
durante el resto del año hasta la próxima Vigilia de Espigas, con los demás
adoradores de la diócesis siguieran cumpliendo, en nombre de toda la Iglesia,
el mandato del Señor de orar sin interrupción, día y noche, a Dios Padre, por
medio de Jesucristo, en el Espíritu Santo.
Por: P. Guillermo Domínguez Leonsegui,
Consiliario Diocesano de la Adoración Nocturna
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