NUESTRA
SR. DEL CARMEN
En
estos días calurosos de verano se enciende el fervor hacia la Virgen del
Carmen, por la que el pueblo cristiano siente especial devoción. Hemos
celebrado novenas y triduos para prepararnos a su fiesta y llegados al 16 de julio,
la Virgen recorre nuestras calles y bendice a sus hijos devotos, entre los que
se encuentran especialmente las gentes del mar. El calendario cristiano está
lleno de fiestas en honor de nuestra Madre, y una de las más populares es ésta
de la Virgen del Carmen, prenda de salvación para quienes acuden a ella.
En la devoción a la Virgen
del Carmen es clave su santo escapulario, signo de protección de María
Santísima hacia sus hijos, recordatorio
constante de tener una Madre que me cuida, garantía de salvación si no me
suelto de su mano. Y si llegara a soltarme, ella me buscará: "...aunque mi
amor te olvidare, tú no te olvides de mí". Las almas del purgatorio están
especialmente confiadas a
la Virgen del Carmen, y a
ella especialmente acudimos para interceder por los que aún se están
purificando para entrar en el banquete del Reino.
La Virgen del Carmen ha
inspirado en la historia de la fe una larga estela de santidad, que arranca del
Monte Carmelo. El profeta Elías, contemplativo por excelencia, pidió agua para
su tierra reseca y obtuvo en preanuncio en aquella nubecilla que precedió a la
lluvia implorada. María es esa nubecilla cargada de gracia que trae al mundo el
torrente de amor de su Hijo divino. Desde la altura del Monte Carmelo, donde se
conserva la cueva de Elías el orante, se divisa un paisaje precioso del mar
cuyos vientos traen las nubes que empapan la tierra. Inspirados en aquel santo
profeta, surgió la familia religiosa del Carmen, teniendo a María como
protectora. Es la familia carmelita, que tantos santos ha dado a la Iglesia. Y
en esa familia, Santa Teresa de Jesús, que supuso una fuerte renovación para la
Iglesia, en su tiempo y hasta nuestros días…
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba.
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