ENSÉÑANOS A ORAR…
La oración cristiana es estar ante Alguien, en Él y con Él, y aunque nuestros sentidos no puedan abrazar su figura... sin embargo ¡está! Los fantasmas no queman, ni seducen, ni transforman. Hay presencias que, incluso cuando físicamente están ausentes, nos colman y nos alumbran, nos arden dentro hasta hacernos nuevos. No sabes por qué, las cosas siguen estando en el mismo sitio, y la fatiga del camino no se nos ahorra, pero sin embargo, Alguien nos habita en los adentros, y nos quema en su estar y en su ausentarse; la vida nos parece diferente y nos sabe a nuevo hasta lo que nos cansaba y aburría; y un no-sé-qué transforma todos nuestros sopores opacos en estupores de luz.
Aquella vez, Jesús arrancó de un discípulo
ese deseo: “enséñanos a orar”.
Es la seducción de los Ojos del Señor que se abrían al sol y al calor del
Padre. Y como en toda vivencia amorosa, también el Rostro humano de Jesús
volvía encendido y asemejado al del Rostro de su Padre: “los ojos deseados que
tengo en mis entrañas dibujados” (S.Juan de la Cruz).
Esto se
refleja en el Padrenuestro desde la invocación inicial: Padre, que tiene ese tono cariñoso y confiado propio de los niños
ante sus progenitores. Dos peticiones referidas a este Padre: que su Nombre sea
santificado, respetado, tomado en serio, reconocido; y que venga su Reino, su proyecto de amor y
gracia sobre la historia y sobre cada persona. Para terminar con tres
peticiones más, relacionadas con los que hacen esta oración: pedir el pan de cada día, la paz de cada perdón
(tomando como medida no nuestra tolerancia o generosidad, sino tratar a los
otros como Dios nos trata), y no caer en
la tentación del maligno, sean cuales sean sus señuelos y engañifas.
Llevar en
el corazón a Dios y a los hermanos, hablarle a Él de ellos y a ellos de Él. Y,
como decía bellamente S. Francisco: “esclarézcase en nosotros la noticia de ti,
para que conozcamos cuál es la anchura de tus beneficios, la largura de tus
promesas, la altura de tu majestad y la profundidad de tus juicios... y lo que
no perdonamos del todo, haz tú, Señor, que lo perdonemos del todo tratando de
ser útiles a todos en ti”.
+ Jesús Sanz Montes, ofm - Arzobispo de Oviedo
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