EL MANDAMIENTO DEL AMOR
En este tiempo de Pascua son muchos los signos que nos hablan de la
gloria de Dios y de la alegría de ser discípulo. La liturgia de este domingo nos
hace detenernos en unas de las páginas más bellas del Evangelio; todo nos habla del gran misterio del amor que
vive en la Trinidad y de cómo el amor de Dios se vuelca con nosotros. Esta inmensa fuerza de amor necesita ser
correspondida con una adhesión especial por cada uno de nosotros, a la vez que
se nos exige amar a los demás. Jesús habita en el corazón de cada hombre
para hacerle capaz de amar de verdad y el hombre, amando, se abre cada vez
más a Dios. El incrédulo no puede tener esta experiencia, porque se ha separado
de la fuente de la vida, porque se ha negado a escuchar a quien le ofrece gratuitamente
la salvación, le ha cerrado las puertas; eso mismo les impidió a fariseos y
escribas reconocer el amor de Dios. San Juan de la Cruz nos muestra la
pedagogía del camino para responder a Dios y a los hermanos, él dice que
"la fe son los pies que llevan a Dios al alma, mientras que el amor es el
orientador que la encamina" (Cántico espiritual, 1,11). La fe y el amor, tan sencillo, tan contundente.
En la Iglesia se tiene levantada la antorcha de
la bondad, de la misericordia y de la ternura de Dios con muchas horas dedicadas a servir a los hermanos en
una larguísima lista de proyectos de caridad, sería imposible enumerarlos,
porque el amor no tiene fronteras, ni suele ir cacareando las buenas obras que
hace, ya que va acompañado de la prudencia, el silencio y la discreción.
Acercaos a Cáritas o a otras instituciones de caridad y ved que los proyectos
de la caridad abarcan a la persona en su totalidad y en sus circunstancias:
desde el cuidado, promoción, educación, atención, seguimiento y ayuda
a los niños, jóvenes, adultos, ancianos y enfermos. Repito, la caridad no
tiene fronteras, no tiene en cuenta los credos, ni el color de piel, no se mira
la opción política, ni otra particularidad que nos impida atender a los pobres,
a la persona que tiene necesidad. La razón de este modo de proceder la escuchamos en las
lecturas de este domingo, el mandamiento del amor: Amar a Dios y al prójimo. El Señor nos
ha enseñado a tener siempre la puerta abierta para la humanidad y permanece
presente, cercano, providente, santo y misericordioso... Como os dije el día de
nuestro encuentro diocesano, os invito a hacer un recorrido por las obras de
caridad de la Diócesis para que podáis dar gracias al conocer nuestro mayor y
más hermoso patrimonio: el amor al prójimo y la caridad viva.
La caridad
es la mejor predicación, es consecuencia de haber sido testigo de la acción de
Jesucristo en tu vida, de haberte dejado
sorprender por Él y de haber seguido un proceso de maduración en la fe. Habrás
comprobado que ya no eres el mismo, que tu vida ha cambiado, ahora eres un
testigo y sientes la necesidad de la misión, de dar a conocer al autor de la
vida. En este momento verás también cómo no te sentirás solo en la
tarea, porque Dios te dará la fuerza de lo alto, por medio de la acción del
Espíritu. Que Dios os bendiga.
+ José Manuel Lorca Planes-Obispo de Cartagena
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